UN MAL EJEMPLO
Lleva varios días colgado de los hilos del tendedero, bamboleándose como una vela vieja. Menos mal que es invierno y el frío conserva. Lo malo va a ser cuando llueva, que nos va a poner la ropa perdida con el goteo de sus humores.
Elena Casero
CONTINUACIONES DEL RELATO
Alfredo Fornas
[días]
Siempre he considerado que hacer "balconing" en temporada baja es una mala idea.
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[días]
Todos los años nos encontramos con la misma estampa. Hablaré con el Ayuntamiento para que cambie la ubicación del maldito Certamen Internacional de Balconing.
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[días]
Desde que atracó el banco, vivió recluido en su casa, sin necesidad de trabajar más. Se sumergía en las redes sociales, foros y páginas de Internet durante horas. En este entorno virtual se dedicaba a difamar e insultar por puro placer, por puro odio. Un día notó que su corazón se empezaba a pudrir, pero no le importó porque no sentía amor por nadie. La ponzoña se fue extendiendo por todo su cuerpo, pero no tenía tiempo.
Al cabo de unos días, todo su cuerpo supuraba y eso le preocupó, porque el ratón del ordenador le resbalaba y con la lengua hinchada y llena de gusanos no podía hablar por teléfono para pedir pizzas a domicilio. Decidió orearse y se colgó del tendedero para secarse la pus, como la ropa mojada, pero aquella fue su última mala decisión. ¿Donde están los cuervos cuando se los necesita?
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Juana Aucejo
Ya no gotea, nadie se percata, pero poco a poco la trama del tejido ha desaparecido. Diríase que no queda nada, sin embargo, con ojo sensible, a contraluz, se puede percibir en su hueco una etérea cortina que varía su aura según el tiempo. Ha sido su castigo eterno.
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Mayte Mira
A lo lejos se oyen los primeros truenos, presagiando la temida tormenta. Un viento que levanta hojas y anuncia lo que tanto temíamos, arrecia por momentos. Más nos vale recoger el manuscrito tendido a secar, pues por mucho que se airee, no nos va a traer respuestas.
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Ana Expósito
Nadie lo echa de menos, nadie nota su falta. Pasan los días, y tras el crudo invierno, llega la primavera. Ahora no lo conservará el frío, y el rocío de la mañana lo impregnará con su frescura. Tal vez, en ese momento, alguien se percate de su ausencia. Lo buscará por doquier, y recordará que lo dejó olvidado, tendido en los perennes hilos del tendedero. Él seguirá allí colgado y bien conservado, gracias al frío, pero a la vez impregnado por una fresca fragancia primaveral, que nos recuerda que a veces, vale la pena airear y olvidarse de los problemas, dejar pasar el invierno para que florezca la primavera.
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La mujer del pescador
Jordi Viola Giner
¡Solo faltaría eso! A buena hora se le ocurrió a mi esposo salir a pescar tiburones. Vale que lleva tiempo diciendo que debemos hacer algo para salir a flote de la situación económica en que nos encontramos y, que pescando sardinas nunca lo vamos a lograr. Pero eso de asociarse con un chino que tiene un restaurante en la ciudad y venderle las aletas del bicho para hacer sopa o los lomos para el sushi, no me parece una buena idea. Podría al menos habérmelo consultado. Para él todo es fácil, llega a casa, me trae el tiburón, lo cuelga y ¡hala! apáñate como puedas, que a mí me toca sacarle la piel, las entrañas, descuartizarlo y, lo peor de todo, soportar los desagradables efluvios que desprenden esos solicitados apéndices para el sopicaldo. No los aguanto más. Me disgusta que en este pequeño pueblo de pescadores me señalen como la apestada. Al menos las sardinas te permitían oler igual que todo el mundo.
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Eva Santafé Pejo
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"Cuestionario básico" en la página Cierta Distancia de Miguel Sanfeliu::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Mayte Mira
A lo lejos se oyen los primeros truenos, presagiando la temida tormenta. Un viento que levanta hojas y anuncia lo que tanto temíamos, arrecia por momentos. Más nos vale recoger el manuscrito tendido a secar, pues por mucho que se airee, no nos va a traer respuestas.
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Ana Expósito
Nadie lo echa de menos, nadie nota su falta. Pasan los días, y tras el crudo invierno, llega la primavera. Ahora no lo conservará el frío, y el rocío de la mañana lo impregnará con su frescura. Tal vez, en ese momento, alguien se percate de su ausencia. Lo buscará por doquier, y recordará que lo dejó olvidado, tendido en los perennes hilos del tendedero. Él seguirá allí colgado y bien conservado, gracias al frío, pero a la vez impregnado por una fresca fragancia primaveral, que nos recuerda que a veces, vale la pena airear y olvidarse de los problemas, dejar pasar el invierno para que florezca la primavera.
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La mujer del pescador
Jordi Viola Giner
¡Solo faltaría eso! A buena hora se le ocurrió a mi esposo salir a pescar tiburones. Vale que lleva tiempo diciendo que debemos hacer algo para salir a flote de la situación económica en que nos encontramos y, que pescando sardinas nunca lo vamos a lograr. Pero eso de asociarse con un chino que tiene un restaurante en la ciudad y venderle las aletas del bicho para hacer sopa o los lomos para el sushi, no me parece una buena idea. Podría al menos habérmelo consultado. Para él todo es fácil, llega a casa, me trae el tiburón, lo cuelga y ¡hala! apáñate como puedas, que a mí me toca sacarle la piel, las entrañas, descuartizarlo y, lo peor de todo, soportar los desagradables efluvios que desprenden esos solicitados apéndices para el sopicaldo. No los aguanto más. Me disgusta que en este pequeño pueblo de pescadores me señalen como la apestada. Al menos las sardinas te permitían oler igual que todo el mundo.
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Eva Santafé Pejo
Eso pensó con ironía amarga el joven, cuando descubrió el cadáver. Tenía en mente el comienzo de una novela.
De reojo había visto un reguero fino de sangre, apenas un rastro, que conducía a la parte trasera de una casa abandonada. Sabía que podía ser peligroso, pero su curiosidad venció y tuvo que seguirlo. Pese a la expectación, notó que la escena no le impresionaba. Allí vio lo que había esperado, un cuerpo inerte y pálido, que estaba amarrado al robusto poste de un tendedero. Tenía algo extraño; a la altura de su abdomen se veía un gran agujero negruzco, como si estuviera empezando a descomponerse por esa zona. Pero la putrefacción no removía tan rápidamente las vísceras. El joven tuvo que tragar saliva y hacer fuerza para no vomitar, porque lo peor eran sus órganos, colgados con pinzas a lo largo de los hilos, como una escamosa exposición de anatomía humana. Entonces decidió acercarse con pasos suaves al cadáver. Quizá pudiera identificarlo.
Y cuando se encontraba a escasos centímetros del rostro, sintió una sensación gélida subiéndole por la columna vertebral. Se hizo un profundo silencio, y quiso reírse de sí mismo (“¿qué clase de paranoico estoy hecho? Lo muertos no muerden”) pero no sintió nada más cuando el cadáver abrió sus podridas fauces, que salieron disparadas hacia su cuello, y lo partieron en dos.
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Leonor Pla
Leonor Pla
Eso pensé al ver los primeros polluelos salir de su despanzurrada tripa de paja. ¿Dónde se ha visto un espantapájaros que haga las veces de nido?
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No sé cómo los finos cables pueden soportar el peso de este mamut congelado. Deseo que tras su deshielo eche a andar hacia el polo. Lo seguiría sin dudar, después de tantas jornadas juntos, le he cogido cariño.
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Pero no me importa, la visión de decenas de mariposas multicolores compensará seguro las molestias de la pegajosa crisálida gigante.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::: Aunque por otro lado, el hollín que desprende esta itinerante chimenea voladora me tiñe la colada dibujando formas graciosísimas.
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