Continuar el relato de Fredric Brown Sorpresa:http://www.autoescuelafacil.com/sara/wp-content/uploads/2007/12/maleta-de-arena.JPG
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Para no perderse en las caleidoscópicas imágenes desplegadas en su mente se aferró a su ritual de recorrer lentamente la escala de números, uno, dos,….Un eterno instante, bastó para comprender. Había aplastado el plan de su mujer: matarlo en su cumpleaños con la complicidad de sus amigos. Sus miradas petrificadas y, los cuchillos desconcertados en sus manos, los delataban. El gélido silencio roto por la sangre que manaba de la sien de su mujer calentándole la mano, y el olor de la misma, le electrizaban. ¡Había triunfado!, y el mayor gozo era su despreciante sonrisa al descubierto amante. No le inmutó que este ya le dirigiera una puñalada. El horror no fue la rasgadura de su corazón por el puñal, sino el sentir murmurar a su mujer ¡cariño, ¿que ha pasado?! El alma se encogía de avergonzante fracaso mientras se separaba del cuerpo. Su conciencia clara, lúcida y fría, contempló los acontecimientos, su cuerpo inerte, sus amigos curando a su mujer. No duró mucho el divorcio de los sentimientos. Una ola de rabia iluminó su conciencia y supo que aún podía ganar.
El dolor del pecho le asfixiaba, y la película de las imágenes del día anunciaba su inminente muerte. Recordaba su sorpresa con la noticia del tremendo incendio que terminó con el inmueble de su asegurado. En el habían muerto los anfitriones y los convidados a la fiesta. La policía no se explicaba la magnitud del desastre. No tendría que pagar ni por el seguro de vida ni por el de la casa, no había beneficiarios. Mandaría flores al funeral para quedar bien y lo iría a celebrar por la noche. ¡Qué ironía!, morir al ir a celebrar su alegría atormentado por no saber que le hizo perder el control del coche. En la amargura del último pálpito tuvo la certeza de que pronto iba a saberlo.
Mikel GarcíaUn silencio sepulcral se instaló en la sala. Un ruido pesado concentró todas las miradas, el cadáver quedó a sus pies, y las manos le aferraban . Intentó dar un paso, estaba bloqueado; en un momento recordó la maleta y supo que este era el único desliz del plan, tendría que estar ocupada y acompañarle en su viaje a las veinte horas y cuarenta minutos y todo hubiera sido perfecto.
RICARDO ÁLVAREZ[...]
Apretó el botón del interruptor y una luz amarillenta invadió la amplia sala. Antes de que se diera cuenta de que ella estaba muerta y que sostenía el cadáver con un brazo, todos los invitados a la fiesta de cumpleaños gritaron a coro:
-¡Sorpresa!
El mundo enmudeció a su alrededor y el tiempo dejó de importarle. Tenía un aspecto monstruoso; rostro pálido, ojos muy abiertos y el pelo violentamente despeinado debido a la ejecución del golpe mortal. Rasgos acentuados por un rictus de tensión provocado por el esfuerzo de aguantar a su esposa en pie, que ahora posaba con un gesto de eterna reverencia. Ocultaba el rostro bajo una cortina de pelo rubio platino, que comenzaba a teñirse de rojo pasión.
El tiempo volvió a ponerse en marcha, se lo recordaban las rítmicas gotas de sangre que rezumaban del pelo de su mujer y le golpeaban el zapato.
Plass, plass
Se sumergió en las profundidades de su fría y calculadora mente. Tenía que planear algo, ¡ya! Pensó fugazmente en la posibilidad de matar a todos los invitados; quizás envenenándolos con alguna bebida.
Plass, plass
Les contaría que acababan de atracarlos y los acanallas la golpearon mortalmente, que no pudo hacer nada. Pero el improvisado reloj de sangre le recordaba que las cosas no seguían su curso. Algo iba mal.
Plass, plass
Del bolsillo sacó un objeto reluciente, ensombreciendo aún más el silencio de tantas almas encogidas. Y cerró los ojos fuertemente durante un tiempo que le pareció eterno; hasta que dejó de escuchar aquel martilleo que le taladraba los sentidos.
Al abrirlos quedó conmocionado. ¿Qué había ocurrido? La luz amarillenta que invadía la sala había adquirido tintes azulados. Estaba recostado en el sofá contemplando a toda aquella gente con rostros fríos y oscuros. Algunos llevaban gorros de fiesta, otros aguantaban botellas de cava, y todos coincidían en su expresión de pánico, en los ojos encharcados con lágrimas mientras contemplaban la extraña pareja.
El corazón aceleró las pulsaciones al verse a él mismo, sujetando con una mano a su mujer y con la otra agitando una pistola . Ese otro yo parecía gritar ferozmente a los invitados, aunque él no escuchaba absolutamente nada, tenía la impresión de estar en un mundo paralelo.
De pronto, con aire de derrota, la mano que sujetaba la pistola se desplomó y todos respiraron algo más tranquilos. Se levantó del sofá, tenía que arrebatarle el arma antes de que empeoraran las cosas. Pero con tremenda impotencia, sus dedos atravesaron el metal como si de un holograma se tratase.
Nunca le gusto el sabor a metal. Eso fue lo que pensó cuando vio a su otro yo con el cañón metido en la boca. No escuchó el estruendo del disparo, pero igualmente retrocedió espantado al ver aquella masa de tejidos blandos y abstractos pegados en la pared, salpicados por sangre... azul.
A pesar de todo, estaba extrañamente tranquilo contemplando la escena, casi le divertía. Se acabaron los problemas de alopecia en la coronilla, llegó a pensar mientras observaba el enorme boquete de su cabeza. Después, conmovido, sonrió al ver la bella estampa en la que él y su mujer dormían fundidos en un eterno abrazo.
Levantó la vista y vio una reluciente dama blanca que destacaba en aquel mundo azul. Allí estaba su difunta madre, iluminada a intervalos por las infatigables luces policiales que acababan de llegar a la fiesta.
–Hijo, es hora de cambiar de vida. ¡El momento de tu ansiada libertad ha llegado!
FIN
Jose Ramón Martinez Garcia Dedicó el último segundo de su vida a repasar de nuevo todos sus fallos. ¿Qué sentido tenía matarla frente a la casa y no dentro?, ¿qué sentido tenía matarla si sólo lograba complicar más las cosas?, ¿a qué hora debe empezar una cena que acaba mucho antes de las 20:40 h.?, ¿qué robo iba a cometer antes de asesinar? ¿por qué hay dos horas previstas: las 20:40 h. y las 20:46 h.?
Todo, absolutamente todo confuso, erróneo. Sólo había una cosa clara en su mente: no ir nunca a la cácel. Al menos eso -se dijo- debo cumplirlo.
Un disparo y cayeron los dos sobre el suelo de un relato sin sentido.
Eloy Moreno