Escribir con gracia sobre cosas que no tienen ninguna.
Extensión libre.
1.La crisis. O de cómo el desempleo de un amigo cambió mi vida.
Un buen día los caminos de Pedro y el mío se cruzaron y desde entonces vivimos juntos en su pequeño piso, un cuarto sin ascensor. Sobrevivo gracias a su caridad, que le gratifico con mi fiel amistad.
Cuando el se marcha a su estresante trabajo de repartidor de paquetería, yo me quedo solo en casa. Me dedico a mirar por la ventana y cuando me aburro, pienso en la suerte que tiene mi hermano al ocuparse de la vigilancia de una fabrica textil. Tiene carácter para eso.
Desde mi atalaya puedo ver la casa con jardín que hay justo delante. Se trata de una bonita morada de madera con tejado rojo. Su inquilino pasa las horas sentado a la puerta disfrutando del sol. Un tipo con suerte, que es agasajado por una viuda rica.
En ocasiones, cuando Pedro vuelve, damos un largo paseo por el barrio y pasamos por delante de la casa con tejado rojo. Mi amigo parece ignorarlo, en cambio a mi me produce congoja ver a su ocupante, con ese aire de suficiencia y de perdonavidas. Creo que sabe que lo observo todos los días.
Hoy ha regresado con el semblante abatido y aunque he intentado reconfortarle, no he evitado que las lágrimas brotaran a sus mejillas. Lo despidieron del trabajo y se sentía desesperado. Por la noche habló por teléfono con sus padres y cuando dejó de hacerlo, me miró con una expresión que nunca olvidaré.
Ahora vivo en un lugar con cerrojos, abarrotado y bullicioso. Pedro se marchó con sus progenitores y yo no entraba en esos planes. En ocasiones recuerdo mi ventana y las cosas que desde allí se veían. De la suerte del inquilino de la casa de madera con tejado rojo, de su precioso jardín, de la viuda rica que lo atendía en exclusiva.
Para mi todo había cambiado. Ironías de la vida pensaba. Aunque quizás se debiera a que el es un Snaucer y yo un simple chucho.
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