La
venus cambia
de Ana Belén Pascual, accésit en el I Concurs de relats curts de la
Unitat d'Igualtat de la Universitat Jaume I.
LA
VENUS CAMBIA
Ana
Belén Pascual
Qué difícil es ser uno de los cuadros más admirados del mundo. Y además
en la National Gallery de
Londres. Siempre he sido tímida pero esto no lo sabe ni siquiera el
pintor que me creó. En el museo hay mucho contraste entre la noche y
el día. Demasiado para poder mantener siempre la cordura. No creo
que nadie sea capaz de permanecer durante más de cuatro siglos con
la cabeza fría y no dejarse llevar por mil emociones sin sucumbir
algunos días a una lágrima efímera y otros a una risa que quisiera
ser convulsa aunque solo en la propia mente. ¿Sufro, acaso, alguna
paranoia que no quiero reconocer? Desde la pared donde estoy colgada
oigo conversaciones. La semana pasada escuché que existe un
teledispositivo para mujeres que sufren acoso. Tiene un localizador
G. P .S. y si ocurre algo la policía sabe tu paradero en segundos.
Me gustaría tener uno. Creo que podría necesitarlo. Aunque
pensándolo bien no me importaría salir más veces de este lugar.
Ser uno de los cuadros más valiosos y polémicos del mundo a veces
es duro. Velázquez cuando
en 1650 me pintó no podía ni imaginar todo lo que la gente hablaría
de mí. Mis medidas son buenas pero no cómo para impresionar; 122,5
x 175cm de óleo sobre tela en la que aparezco delicadamente
extendida sobre una sábana de tafetán negro en la que doy la
espalda al mundo. Mi rostro se refleja sobre la izquierda en un
espejo que sostiene un amorcillo al que un dios castigó sin el don
de la palabra, así que jamás podemos hablar. No cruzamos más que
miradas de antigua nostalgia por el tiempo pasado. Los llamados
expertos del arte se sorprenden del contraste entre el cuerpo y el
rostro del espejo. Hasta el punto en que atribuyen la creación a
personas distintas. Que hablen. Así mi fama se acrecienta.
Pero
soy frágil, lo sé y dentro del museo me estremezco muchas veces
sobre todo en noches como la de hoy. Todo es más silencioso que
nunca y sé que tengo razón. Hay sombras humanas que no deberían
estar. Caminan susurrando y no han saltado las alarmas. Algo inusual
está pasando. Sin remedio pienso que me hace feliz esta sorpresa. Se
acercan a mí y entonces mi corazón se acelera. Ahora todo va a
girar, el mundo puede cambiar. Mi mundo dejará de existir tal y como
yo lo conozco. ¿Qué clase de personas desean poseerme? ¿Qué sala
iré a ennoblecer? Reconozco que a esto se llama robar. Literalmente
me están robando y no puedo dejar de sentir una cierta alegría
interna. Así es como sabe
lo inesperado. Como cuando te
dan un paquete y no sabes si abrirlo o no por si lo que contiene no
te va a gustar. Todas las emociones que sentía cuando estaba viva de
verdad y no solo plasmada en un lienzo. De todas formas, la
delicadeza con la que me descuelgan y me mueven aunque no entiendo lo
que dicen me hace concebir esperanzas de que el lugar a dónde me
traslado a vivir a partir de ahora, será más divertido. O por lo
menos cambiaré.
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Imagen:
Cartel de la Exposición Desnudas Inmortales
Imagen:
Cartel de la Exposición Desnudas Inmortales
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