*Joan Montañés Xipell
ens visitarà el proper dimarts 30
a les 18.00 hores a El Menador
La prosa
cítrica de Xipell
Joan Montañés Xipell
La peste del
azahar
La pajarita roja, Castellón, 2017.
Joan
Montañés, conocido como Xipell, es un castellonense que saluda cada día a sus
lectores desde las páginas de Levante
con una tira más ácida que cómica. Ha publicado varios libros de recopilaciones
(Draps bruts, Costa de Aznar, Gaudeamus
UJItur y El último mono), y es
autor de Los días del trencadís y del
blog “Como presidente de esta nuestra comunidad”.
No cabe duda de que la prosa de Joan Montañés fluctúa
por una suerte de retranca callanesca “mendozana” que descansa en una comicidad
lúcida y bien traída. La pinceladas con las que solventa la descripción de los
personajes, así como las situaciones en las que estos se ven inmersos, rezuman
una ironía esperpéntica que alimenta la imagen de lo que representan: una
presencia instalada en la franja del fracaso y del ninguneo social. Y es que el
autor de La peste del azahar,
acostumbrado a trazar una visión certera y dislocada a la vez de la realidad a
través de las viñetas que publica en las páginas de Levante, tiene tendencia a la caricaturización. Por tanto, le
conviene al lector estar a la que salta, pues son tantas las alusiones con
doble sentido que el caudal irónico requiere de atención precisa y de tener
mano para el juego chispeante del lenguaje.
El
personaje principal, Perfecto Peris, cansado de ejercer de “negro” —ya Montañés
había entrado en este terreno en Los días
del trencadís—, decide escribir una novela que firmará con su nombre y,
para ello, se fija en una pareja de vecinas. A pesar de su voluntad, recibe un
encargo que habrá de compaginar con su nuevo proyecto y habrá de encadenar
roles que se superponen y se trenzan sometidos a un revelador final —el Post scriptum— que aún retuerce más la
novela —sin aumentar la complejidad de la lectura— y coloca los puntos sobre
las íes.
La estructura de caja china de la obra es tan delicada que, en ocasiones, lo que está pasando en la “vida” de Perfecto Peris continúa en la “novela” que está escribiendo, como cuando cierra una sesión de ordenador y escucha el timbre de la casa de al lado en donde “viven” las matrices de los avatares de sus personajes (82). Tanto una historia (el encargo) como otra (la nouvelle) son dos mecanismos que funcionan “como dos trenes de diferente categoría y que, sin embargo, circulan por la misma vía sin interferencias ni colisiones” (147-148). No obstante, afirma el narrador que “para no enloquecer, trataba de guardar distancia con la producción de dos textos de naturaleza tan distinta que, sin embargo, comenzaban a fundirse en su mente para conformar una amalgama indivisible” (107).
Tanto la “catalinaria” que le han pedido para ser lanzada como invectiva contra la política que ostenta el poder, como la nouvelle que le iba a sacar de su vida de “negro” parten de un mismo núcleo generador y acaban por trenzar sus argumentos. Y sobre este entramado se levanta la arquitectura de un mundo, una república, regido por el despropósito, la corrupción y las francachelas. Un cúmulo de proyectos abyectos que el personaje principal no solo descubre, sino que duplica en las notas que toma para la redacción del texto literario que habrá de llevarle a la fama. El delirio especular —que incluso llega a encontrar una situación idónea para para dar doble sentido a la expresión traduttore traditore (105)— parece no tener fin —más cuando interviene un episodio onírico (XII)— y es el lector quien le pone nombre a los episodios descritos trayéndolos a su —esta sí— realidad.
Hay un momento delicioso en el que el narrador omnisciente se convierte en personaje que cuenta y sigue adelante con su proyecto de contar lo que hace la pareja de personajes femeninos que protagonizan, casi exclusivamente, en su nouvelle: “La voz omnisciente esperó agazapada en el interior de su vehículo esperando el momento oportuno de ponerse en marcha y seguir a sus personajes sin llamar la atención hasta aquel lugar indómito” (56). La evolución del personaje/narrador pasa del cuadro de costumbres a “administrar una ficción de inquietantes y conmovedoras escenas de acción, sexo y conflictos domésticos e internacionales” (73).
Cuando el lector constata que algunas de las escenas risibles protagonizadas por los políticos de la novela se corresponden con la realidad, queda al descubierto tanto la anfibología perpetrada por el autor como la zafiedad con la que se gobierna en “esta nuestra comunidad” valenciana. En suma, la novela de Joan Montañés ofrece una lectura entretenida, ágil y divertida, cuyo reflejo sitúa al lector en el balcón de la actualidad política más casposa, floreada y bullanguera aderezada por un mal que parece residir en el perfume del azahar.
PASQUAL MAS
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