JUEVES 3 DE MAYO
19.00h.
Taller de escritura creativa con Juan Madrid,
en la Bohemia.
Calle Císcar, 14. Castellón.
“Contar lo que no se puede contar”. Siguiendo pistas en la narrativa de Juan Madrid
Juan Madrid (Málaga, 1947), licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad de Salamanca, ha sido periodista, profesor de Historia e impartió cursos de narrativa y de guion. Ha trabajado como guionista de cine y de televisión y es autor de más de cuarenta novelas.
Las novelas de Juan Madrid surgen de los actos criminales y de la sección de “Sucesos” de los periódicos. Son trallazos de realidad nacidos en la Guerra Civil y en los años violentos de los últimos coletazos del franquismo que han desembocado en la corrupción de la clase política actual. Fue en la época de la Dictadura en la que llegó a sus manos Cosecha roja de Dashiell Hammett y descubrió, según cuenta en la presentación de la versión revisada de Un beso de amigo, la novela negra, aquella en la que “No había que descubrir a ningún asesino, más o menos ingenioso, lo que se descubría era la verdadera naturaleza del delito, incrustado en la esencia misma del sistema. Sin delito, el gran delito organizado, el sistema se queda sin patas y no puede caminar. En la sociedad actual no hay riqueza, ni desarrollo, ni ricos, ni grandes financieros sin la contrapartida del delito. Nada, que no sea de gran envergadura, se hace sin delito. Eso era lo que contaba Hammett”.
Todos tenemos un tiempo limitado de vida, y más, dice Andreu Martín en el prólogo de Días contados de Juan Madrid, “los personajes de novelas, que nacen y mueren cada vez que alguien abre el libro y duran lo que dura la lectura para morir en cuanto el lector cierra el libro y dedica su atención a otras cosas”. Claro que tanto autores como personajes sobreviven en la memoria: los primeros, si son de Juan Madrid, no alejados de lo que llamamos realidad; los segundos, de carne y hueso, son como fantasmas que nos aparecen en pantalla gracias a la interconexión de enlaces en Internet.
Su primera novela, Un beso de amigo (1980) aparece en un momento en el que la violencia campaba por España. Se agotaba el franquismo, pero no el terrorismo ni los falangistas, incluidos los simpatizantes de estas posturas que lo eran —ya que lo permite el DRAE— por mero “postureo”. Esta novela se centra en “contar lo que no se puede contar” a través del personaje Toni Carpintero —conocido por Toni Romano, protagonista de seis novelas más—. Este ex policía y ex vigilante es el encargado de descubrir quién se ha apoderado de unas cartas que implican a un personaje corrupto con implicaciones políticas. El propio Toni Romano se verá inculpado por el robo y habrá de zafarse de los que quieren acabar con él para que las misivas no vean la luz en una revista en la que escribe Juan Delforo, periodista que recuerda al propio Juan Madrid.
A esta obra le siguieron Las apariencias no engañan, Regalo de la casa, Mujeres & mujeres, Cuentas pendientes y Grupo de noche, también protagonizadas por Toni Romano. Y, tras un paréntesis en el que Juan Madrid se dedicó a escribir guiones para la serie televisiva Brigada central (1989-1990), regresó a la novela.
En Días contados (1993), un grupo de personajes quieren vivir más de lo que les da el cuerpo y de ahí que acuden a las drogas, lo que les lleva a la delincuencia y a la marginalidad. A menudo se alude a tiempos pasados en los que la modernidad de la “Movida” fue la protagonista; con unos cuantos nombres más o menos disimulados y otros ciertos (Tena, el de la radio; Ouka Lele, Carmiña Martín Gaite…) se acota la época a cuyos rescoldos nos lanza el autor como para constatar en qué han quedado los sueños que sostuvieron el engranaje de una modernidad extinta. Uno de los personajes alude al momento como “una explosión lúdica” cuando “toda la izquierda de este país decidió que era ya hora de pasárselo bien, de divertirse, coño. Fuera la ropa de pana y los tabardos y los posters del Che Guevara”.
Si uno busca un protagonista en esta novela —que lo hay y es fotógrafo— se da cuenta de que es la atmósfera de los ochenta ya avanzados la que lo envuelve todo, y es el espacio, la ciudad, lo que hace que los personajes sean lo que son. Más que la ciudad son los restos de un naufragio urbano centrado en el barrio madrileño de Malasaña.
Antonio, el fotógrafo, ha recibido el encargo de fotografiar a los protagonistas de la Movida, la que tuvo su momento álgido en el año 1982 y 1983 y que, a diferencia del Mayo del 68, fue más una reacción en contra de la política. No obstante, él pretende fotografiar a las vecinas, un par de drogadictas y prostitutas jóvenes a las que capta en situaciones obscenas, de placer en soledad e incluso rodeadas de muerte. Es en el contraste entre estos dos ambientes en el que se mueve Antonio, el fotógrafo, como un funámbulo entre un tiempo pasado revestido de una clandestinidad cuya exposición en público es venerada, y un mundo real y sórdido —“con los días contados”—, consecuencia del anterior, que nadie quiere ver.
Pero Juan Madrid también ha escrito para lectores juveniles. Liberado del uso del argot, revestido de la inocencia en creencias fantasmagóricas y en reminiscencias históricas, emprende el camino de este género novelístico. En Huida al sur, traza una aventura en un hotel de Salobreña inspirado en la Alhambra. El “narrador” aprovecha para aleccionar sobre la igualdad de sexos, el respeto a las conductas sociales e individuales, a las relaciones padre/madre/hija (con un interesante cambio de punto de vista: “era realmente fastidioso tener que repetirle a su madre siempre lo mismo una y otra vez”), a la xenofobia y hasta a las dudas sobre la identidad y tendencia sexual de los individuos.
En Huida al sur se trenzan dos delitos —uno doméstico que afecta al “robo” de un collar y otro de gran calado que gira alrededor del robo de unos diamantes—, que convergen en la juventud del protagonista, Tomás —joven moro con pasado delictivo que trabaja de botones—, en el espacio —el hotel— y en el tiempo —el que ha llevado a los personajes implicados en ambos hechos reproblables a coincidir en un mismo ámbito.
Y en su otra novela juvenil Tú estás loco, papá, de nuevo aparece Juan Delforo que, en su descripción se iguala con Juan Madrid hasta en la edad: “un hombre de más de sesenta años”. Como en su obra anterior, la acción se centra en Salobreña y se abordan temas como los conflictos generacionales o el rechazo de las nuevas tecnologías por parte del personaje mayor. Tú estás loco, papá tiene como aliciente un proceso metaliterario en el que dos personajes han de escribir una “narración”, lo que lleva a reflexionar sobre escritores colegas de Madrid (Justo Vasco, Paco Ignacio Taibo y Daniel Echevarría) y la práctica de la escritura. No es esta la única vez en la que alguien se pone a contar algo dentro del argumento, pues ya en Días contados uno de los personajes se pone a pergeñar un proyecto narrativo cíclico y abierto sobre una mujer asesina. Tú estás loco, papá contiene sabios consejos —administrados de manera indirecta— sobre cómo abordar la escritura de un relato, como cuando Juan Delforo aconseja a su hija manifestándole que “el argumento me gusta, pero pasan muchas cosas, ¿entiendes? Hay muchas tramas, demasiadas para… […] demasiadas para un relato de quince páginas. Debes utilizar solo una trama. O dicho de otra manera, la protagonista o las protagonistas deben tener un solo objetivo que conseguir. Luego te contaré lo que es una trama, si quieres.”
Finalmente, en su última novela, Perros que duermen, regresa Juan Delforo (periodista), que se entera en la “Apertura” de que le nombran heredero y descubre gracias al albacea que siempre ha gozado de cierta protección por más clandestina o marginal que fuera la organización a la que se afiliara. A través de poderosos flashbacks se cuenta la biografía de Juan Delforo Farrel (exmilitar, padre del anterior) y conecta con Días contados, pues es el mismo personaje alter ego del escritor el que afirma que “todo eso lo conté en mi primera novela”. En la primera parte la narración se bifurca en dos tiempos paralelos, el de la clandestinidad del héroe —Delforo Farrel— y el de la represión franquista —Dimas.
Cada línea paralela entra en barrena, a su vez, a la hora de retroceder en el tiempo para recordar sucesos anteriores que completan la información de ambas acciones. La centrada en el falangista Dimas y su vida en Burgos es un auténtico diario de la Guerra Civil que muestra cómo los sublevados franquistas van apoderándose de la ciudad —convertida en lupanar— y extendiéndose por España y, al mismo tiempo, éste lleva a cabo una investigación junto a su ejecutor Borsa, el que en 2011 informará a Delforo hijo del legado que le corresponde y que convergerá en el principio de la novela. Por otro lado, la acción protagonizada por Delforo Farrel, preso en el penal de Málaga en 1946 constata la degradación del ejército republicano.
En la segunda parte, cuando Delforo Farrel sale de la cárcel del Puerto de Málaga, va a parar al destacamento penal de Moheda de la Jara y el diario que también escribe, entonces, por cansancio, lo continúa como puede y, cuando no tiene fuerzas para ello, lo hace “en mi cabeza”, comparándose con San Juan de la Cruz cuando estuvo preso en Toledo. El leitmotiv de los perros se evoca en sueños y en delirios; a veces incluso son perros vestidos con uniformes falangistas, siempre con el temor de la muerte detrás, pero sabiendo que la bala que no se oye es la que mata.
En la tercera parte se vuelve al año 2011 y a la conversación entre Borsa y Delforo que da pie al recuero y a desvelar el porqué de la herencia de Dimas. Se constata que hay hombres con alma de perro —son kalbun, se dice—, siempre al acecho, siempre serviles, dispuestos a lanzarse sobre sus presas, a perseguirlos sin tregua… y es de ese terror de donde surge la voluntad de contar lo sucedido: Tengo que hacer una novela con ese material […] contar la historia antes de que todo se olvide”. De todas maneras, quizá el tiempo se eche encima de los protagonistas y haya de ser otro, un hijo quizás, el que habrá de contarlo todo.
Al final de Perros que duermen se añaden una quincena de documentos que atan la ficción a la “realidad” y constatan los tres tiempos en los que se mueve la narración: el de Juan Delforo periodista que recoge la “herencia” (Madrid, 2011), el de Dimas Prado, que investiga y labra su futuro (Burgos, 1938), y el de Juan Delforo Farrel, militar republicano condenado a muerte (1946). Dimas y Delforo Farrel, a su vez, están unidos por una entrevista con su mujer cuyas consecuencias permanecen secretas.
Como se desprende de la lectura de estas novelas de Juan Madrid, se trata de un escritor en el que el universo narrativo siempre acaba por desvelar aquello que ata la ficción a la realidad. Así mismo, aprovecha para enmendar la plana a la historia oficial y escarbar en el núcleo que genera el desengaño entre el hombre y la sociedad. Por ello se ve forzado a sacar a flote las trampas y los velos que ocultan el verdadero sentido social del ser humano y la nobleza de ser fiel a uno mismo.
PASQUAL MAS
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