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Curso 2016/17

sábado, 9 de enero de 2010

EJERCICIO NÚMERO 13

Escultura de Robert Indiana.
Imagen: http://www.discoveramerica.com/uk
AMOR, AMOR
ESCRITURA DE UNA CARTA DE AMOR (desamor, rencor, euforia, etc.):
-En 1500 palabras. Aproximadamente 15 líneas, times new roman, 12.
-Inventar un seudónimo ingenioso como firma.
-Antes del 31 de enero de 2010.


OTRA HISTORIA DE AMOR.
Adela Torres Esplá.
Estaban enamoradas. Una llevada por el impulso de la juventud, la otra por la inercia del hábito. A Irene se le asomaba por los ojos y por las manos aquel amor que se irradiaba por sus dedos como aquellas imágenes de vírgenes milagrosas de viejas estampas.
Pasaban algunas tardes muy juntas, en silencio, auténticas cómplices de aquél cariño. No necesitaban palabras, ni miradas intensas, ni te quieros edulcorados pero resumían aquella pasión en sus conversaciones a veces tan kafkianas.
Las consignas siempre eran las mismas: “Que no se te olvide, nena, por favor. La túnica está en el armario. Nila la plancha todas las semanas. Me pones los calcetines blancos que hay allí y me dejas descalza. Si llevo las uñas arregladas, me las dejas así. Entrecruzadas. Pero si no las llevara pintadas, me las pones hacia dentro…qué se le va a hacer. Que no se te olvide, nena”.
A sus ochenta y dos años llevaba la manicura con un exquisito esmalte de Dior. Rosado, discreto y elegante. Siempre largas y siempre perfectas. Se las limaba constantemente como un último vestigio de toda su historia de novela rosa.
La avisaron mientras paseaba sola con su perra. No fue inesperado en absoluto. Quizás la muerte siempre se espera, a pesar de los tópicos; y sólo le inundó la tristeza cuando reparó en sus manos, tan frías y sin calor. Pero sobre todo, sin manicura.
Buscó la laca de uñas en aquel piso ahora más oscuro y se quedó a solas con la muerte. Uña por uña, delicadamente, le fue decorando aquellas manos huesudas y aún cargadas de artrosis. Cada pincelada reposaba en las yemas como un presagio de la inevitable despedida. Sopló dulcemente, cada dedo, cada matiz de aquel color rosado, sin prisas y con certeza. Como en un morboso ritual.
Le juntó las manos en cruz y se despidió como siempre: “Hasta luego, mamá”.
Sefiní

Verónica Segoviano

No me queda otro remedio que ganar el concurso de cartas de amor Web 5.0 de Mr. Scabot. Es la única posibilidad de que te llegue este mensaje. Ignoro tu nombre, por eso te llamaré Gonzo. El mío es Mar-E (Millennium Astro Run - Earth class). Pronto se agotarán mis acumuladores y no seré más que un amasijo de aleación metálica eutéctica, plásticos y polímeros. Una muerte anónima, como lo son casi todas en 2025.
En 2010 yo era una joven humanoide de última generación. Disponía de un hermoso y envidiable procesador Venus SPARC64 VIIIfx capaz de un petaflop de operaciones por segundo por obra y gracia de la cloud computing y usaba los mismos patrones que el ordenador más potente del mundo, el Cray XT5 Jaguar. Ya sé que hoy todo eso es motivo de risa, pero entonces yo me sentía una diosa. Los cuarenta y cinco GB per capita de la población mundial hacían ya presagiar los estragos del fatídico síndrome de Diógenes informático. El nuevo sistema de Plurarquía permitía que los netócratas impusieran su capacidad de liderazgo sobre el consumo de la nueva clase inferior, el consumariado, a través de la producción de deseo. El panorama era alentador y se avecinaba un tiempo próspero para el constructivismo cibernético. Incluso el reciclaje nos auguraba una buena jubilación.
Dos años después, el colapso informático me sorprendió trabajando en un proceso de MapReduce para Google. Se suponía que la fase Map debía terminar antes de que empezase la fase Reduce. Los términos se solaparon y uno de mis métodos algorítmicos, en concreto el enano N-Body, quedó seriamente dañado. El diagnóstico reveló que mi capacidad para detectar el bosón de Higgs, la partícula de la masa, también llamada “la partícula de Dios”, había sido inutilizada. Me sometieron al Gran Colisionador de Hadrones, un potente acelerador de partículas, sin resultados. Intentaron reprogramarme para trabajar con strangelets, pero mis circuitos rechazaban el contacto con la materia nuclear.
Durante un tiempo vagué de un almacén a otro esperando ser prensada. Emitía únicamente información sobre estrellas de neutrones, quarks desconfinados, hadrones exóticos y materia degenerada. Quizá por esta capacidad de evocación, un funcionario se apiadó de mí y presentó los papeles que me proporcionaron una invalidez parcial. Desde entonces me gano los bits en silencio, dispensando tickets en un antiguo cine en el que se proyectan imágenes del pasado.
Nuestro reencuentro se produjo unos meses después de mi llegada al Cinemax 3D. Al principio no te reconocí, pero a fuerza de repetir siempre la misma programación en la cartelera, tu imagen saltó desde mi memoria operacional hasta mi Led. El sensor acelerómetro se me disparó y congeló, hasta hoy, una sonrisa en mi rostro. Recordé el simposio europeo sobre innovación en el que fui presentada. Allí estabas tú, en el stand de enfrente, un apuesto maniquí de pruebas de choque de novísima creación, cuya función era ser sistemáticamente atropellado para estudiar cómo se comporta el cuerpo humano en esos trances. Eras tan atractivo que no podía dejar de mirarte. Durante la noche encendí todos mis circuitos y desplegué todo mi repertorio de piiis y biiips esperando una mirada en un ataque hormonal sin precedentes. No lo conseguí. Un holograma de presentadora de un magazín se llevó el honor. Archivé tus encantos y mis escasas esperanzas en un rincón de seguridad de mi Venus y no volví a actualizar la información hasta que pude disfrutar del escultural actor de películas gonzo en el que te convertiste y que reproducía una vez por semana la pantalla de esta vieja sala.
Me considero una pragmática. Sin embargo no sé qué fracción del inconsciente del ingeniero que me parió se le coló en mi diseño, porque al final de mi jornada laboral, rescataba la copia digital para deleitarme con el encanto de tus píxeles en las innumerables versiones de la serie Buttman. Siempre me interesó muy especialmente esa parte de tu anatomía. Era un pasatiempo inocente, sin expectativas, casi melancólico.
Un martes mi sensor infrarrojo de distancia detectó tu presencia bajo la lluvia. Las soldaduras de mis chips subieron la temperatura hasta estremecer las tarjetas en los slots de mi placa base. Te acercaste a mí y deslizarte tus dedos sobre mi chip de silicona. Me sofoqué. No sé cómo conseguí expender la entrada correcta. La impaciencia me devoró hasta el final de la sesión. Al salir descubrí lo que la emoción me ocultó en un primer contacto. Arrastrabas una pierna y uno de tus brazos colgaba lánguido, inerte pegado a tu cuerpo. Ocupado en cubrirte con un paraguas, una enorme lágrima surcaba libre tu rostro para estrellarse contra la mancha húmeda de la nostalgia en tu pecho. Tal vez porque no puedo llorar, me enamoré de tu triste estampa de artefacto protésico.
He esperado tu visita cada martes. Mi carcasa está tan deteriorada que sé que nunca me reconocerás. No sufro, hace mucho que aprendí a vivir con lo que tengo. El tacto de tus dedos de piel de gamuza ha sido más que suficiente para mí. Algunas veces, sobre todo al acercarse el solsticio de verano, mi sistema se descontrola al verte aparecer y hay que reiniciarme. Al menos consigo dilatar tu presencia y unas pocas caricias más. Es lo mejor que me ha pasado.
La semana pasada colgaron un cartel en la entrada. Van a cerrar el viejo cine. Es posible me queden unas fechas más de utilidad. Soy un ente autónomo, convierto en energía cualquier materia orgánica y mi programación no depende de ningún ordenador. Estoy dotada de un sistema de creencias tecnoutopistas, tales como que la vida y la cognición siguen el mismo proceso y comparten la misma naturaleza. Tengo plena conciencia de que soy una androide madura y discapacitada, obsoleta si prefieres el eufemismo. Por esa precisa razón y porque no estoy abocada a la extinción, creo que si no vuelvo a verte, no merecerá la pena seguir recargando mis baterías. Sin embargo, no daré mis despojos a la chatarra sin antes entregarte el único regalo que puedo permitirme. No me preguntes cómo, pero te anuncio que, como fruto de nuestro inocente y naïf intercambio cibernético, estoy engendrando un sistema biótico y criptográfico, una máquina de comunicación, que seguirá un modelo de familia orgánica, sin proyecto edípico, sin posibilidad de añorar Edén alguno, ni convertirse en polvo, pues no estará echa de barro. Será irreverente y necesitará comunicarse y asociarse sin perder su independencia. Se tomará en serio la ironía y se desarrollará consciente de que uno es poco y dos sólo una posibilidad. Será para nosotros una interrogación radical, pero prefiero darte una Cyborg que crear una diosa. Ante todo, me brindará la oportunidad de compartir contigo la sensación de haber vivido.


 


NUNCA TE MENTIRIA, TÚ ME CONVIENES.
Adela Torres Esplá.
Teresa siempre le decía que le quería, y las pocas que le preguntaba a Antonio, él siempre le dijo, "nunca te mentiría, tú me convienes"
Siempre pensé que el amor, el amor a una situación, a una plácida conveniencia, amor a un equilibrio, amor a una soportable tolerancia los mantenía juntos
Los ojos no brillan igual, pero son sólidos. Las manos están ya huesudas pero cálidas, el pulso es tembloroso pero las caricias siempre certeras.
Todas las mañanas le llevaba su arsenal de pastillas y esperaba pacientemente a los pies de su cama asegurando su estrategia, por miedo al rechazo.
Teresa se dejaba querer con miradas furtivas, siempre con miedo, siempre culpable a raíz de aquella estúpida enfermedad que se había puesto de moda.
Su cara de cansancio, la de Antonio, provocaba en Teresa una réplica, una demanda diaria: “¿Antonio, tú me quieres?”. El, mientras guardaba celosamente aquellas píldoras en la caja distribuidora, respondía lentamente: “Nunca te mentiría, tú me convienes”.
Salió de la habitación para leer, como todos los días, el periódico. Leyó las esquelas, como siempre, lo primero y pensó en lo chocante de todo aquello: setenta, setenta y dos, ochenta, y así muchos. ¿Porqué no a ella, que rebasaba los ochenta y cinco? ¿Por qué?
Llegó la noche sin que nada ocurriera, como cada día. Ella esperaba su vaso de leche y su medicación como el mejor acontecimiento de sus amnésicos días, sin esperarlo porque ni siquiera lo recordaba.
¿Antonio, tú me quieres?”, “Nunca te mentiría, tú me convienes”, respondió distraídamente y cargado de cortés apatía.
Aquella mañana, Teresa deseaba un “yo también”. De los que se dicen sin detalle, sin quererlo. Como el pedaleo automático de una bicicleta cuesta abajo. Después de tantos años, no deseaba el sarcasmo ni la broma de un “tú me convienes”. Sólo un “yo también” sin aspavientos. Antonio, se deslizó hasta su cama, cuidadosamente y la despertó rozando su mano. “Buenos días Teresa. El desayuno.”, “Buenos días ,Antonio, ven aquí.” Acariciando su sien, le dijo que le quería, que nunca había amado así o que de todas formas no podía tener el recuerdo de un amor más grande. “Te quiero, Antonio, ¿tú me quieres?”
Antonio por suerte o adivinanza pronunció aquel “yo también” que decidió a Teresa a llevar a cabo su sencilla maniobra. Una hora más tarde, sacó de debajo del colchón todas aquellas pastillas para intentar dormir y olvidar, completamente absurdas en su caso y fue tomándolas una a una. Muy despacio. Sonriendo y sabiéndose amada.

PRIMERA PERSONA DEL SINGULAR

Dori Valero
Hola Amor,
¿dónde estás? Me di la vuelta en la cama, extendí mi brazo y pude ocupar todo el espacio. Cuando sonó el despertador no hubo nadie con quien competir por entrar primero en la ducha. La liliputiense cafetera para una sola dosis pronunció su último silbido, una taza, una magdalena, un taburete… Queda una diminuta miga en la encimera, pero no me molesto en quitarla. Algo me esperará en casa cuando vuelva.
Sin beso de despedida entro en el mini-coche urbano y funcional que me conduce a la rutina. El embotellamiento de cada mañana me permite escuchar la radio. Doy varias vueltas hasta encontrar un intermedio en el que colocar mi minúsculo carro.
El bolso encima de la cajonera, el abrigo en la percha de pie que he plantado en el cuchitril donde veo pasar la vida a mi lado. Unas sonrisas, un gesto casi imperceptible, un intercambio de educados buenos días saludan a mis compañeros de trabajo. Ocupo mi pupitre, enciendo el ordenador y la pantalla. Introduzco mi usuario y la contraseña y arranca el equipo. Punteo la hoja de cálculo para cuadrar los asientos. Concepto. Cantidad. Importe. Mi desnudo dedo anular se desliza entre la tecla de la letra ese y la tecla de la letra a. La mecanografía nunca fue mi fuerte.
La hora de la comida comienza con una visita de mi vecina que me invita a la máquina de la sala de descanso. Un sándwich vegetal cortado en forma de triángulo, una botella de agua pequeña y, una extravagancia, una bolsa de grasientas papas, mi mejor terapia. Las conversaciones de mis compañeros son como la sal en la herida. “Ayer, le hicieron la primera ecografía y son gemelos.” “Lo conocí en el curso de submarinismo.” “Su cumpleaños está al caer y no sé que comprarle, son tantos años juntos.” De nuevo arrastro los pies hasta mi cubículo intentando disimular mi desazón. Abro el correo, aunque lo sé antes, nadie me ha enviado un mensaje. La tarde es igual a la mañana. Igual al día anterior. Igual a la semana anterior. El móvil mudo pesa como un ladrillo en el bolso que parece dejar un enorme socavón en la cajonera cuando lo dejo en su lugar de ermitaño.
El atasco de regreso a casa es más llevadero. Aparco el coche en mi plaza, la número cero uno. Subo en el ascensor al primer piso. Abro la puerta y enciendo la luz. Dejo en el entrador el bolso y las llaves y voy a su encuentro. Me espera en la cocina.
Te deseo,
Individuo.


Kaye Saunders

Carta de amor.
A mi hombre:
Parece ser que estoy enamorada de un hombre de verdad.
No es metro, ni vanidoso, eso no va con él.
Todo lo superfluo lo desdeña
pero fechas como cumples o aniversarios tampoco las recuerda.
No quiere depilarse, es peludo como un oso
excepto en la testa, pero dice que eso le importa poco.
"Las cosas grandes son importantes", ese es su lema.
Supongo que lo que me canta
y los cuadros que me pinta entran en ese tema.
Me hace reír, me hace llorar, me quita el aliento.
La vida sin mi hombre sería un esperpento.
Por sobre mi cráneo
Tres años, siete meses y cuatro días. No empecé a contar el tiempo transcurrido hasta que nos presentaron; fuiste, en gran medida, la que me hizo admitir la magnitud de mi enfermedad. Debo decir que te odié al principio. Eras soberbia, engreída, intolerablemente hermosa, en un cruel contraste con mi cada vez más demacrado físico. ¡Y tú lo sabías, maldita sea! Creo que hasta te gustaba presumir de belleza. Luego me di cuenta de que deseabas entablar una relación conmigo; que vale, sé que tardé en entenderlo, pero la quimioterapia debía estarme dejando imbécil, o qué se yo.
En cualquier caso, insistías tanto –allí sentada, silenciosa, taladrándome con tu presencia- que al final acabé por ceder. ¿Recuerdas, no? Tal vez para ti fue placentero, pero yo me sentí más artificial que nunca. Además, tu cabello rizado me molestaba sobre la cara y resultaste ser una rubia de bote de lo más falsa.
Más tarde lo medité frente al espejo. Para mi sorpresa, a pesar de todo, descubrí que me gustabas. Te lo confesé allí mismo. Desde entonces, nos volvimos inseparables.
Padres, amigos, médicos; todos nos felicitaban con esa mueca entre cariñosa y compasiva que tanto me irritaba. Tú me decías que no les hiciera caso, que más allá de las circunstancias lo nuestro era sincero, que estaríamos juntas siempre. Yo no podía sino darte la razón.
Pero ha pasado el tiempo y las cosas han cambiado. Había llegado un punto en el que creía que jamás podría sanarme, pero ahora todos me dan la enhorabuena por mi recuperación y me siento tan dichosa como una nueva madre en la sala de partos. Pero ha llegado la hora de empezar una vida nueva… y debo hacerlo sin ti, querida. Por favor, no empieces a tirarte de los pelos, porque esto no es en absoluto un adiós.
Piensa que hay muchas chicas en la planta que sufren de alopecia. Están solas, se ven horribles y necesitan compañía. Ninguna otra peluca en este mundo las hará sentir mejor que tú. ¡No, no te estoy tratando como una de ésas…! Pero, para qué negarlo, eres una experta en dar esperanza a las personas. A mí me ayudaste a sobrevivir a mi propio reflejo. Jamás podré agradecértelo lo suficiente.
Sigue igual de fuerte.
Natalia.
AMOR ETERNO
Isabel Ubé
Juan Diego se fue a la guerra,
e Isabel, como solía,
quedó prendada de amor
esperando que algún día
su galán apareciera
tras la lucha presentida.
Partió el Caballero Armado
por fortuna requerida,
y en un plazo de cinco años
dijo que regresaría
a su Teruel bien amado.
Tierras infieles corría
en pos de glorias y anhelos,
y la espada la esgrimía
en defensa de la fe
y de aquella que quería,
para regresar triunfante
y rendirle pleitesía
a las orillas del Turia,
que sus aguas reflejaban
el rostro por él soñado
en la noche y en el día.
Pero en Teruel resonaban
no campanas de alegría,
sino campanas muy tristes
que en su pecho presentía:
que le robaban a su amada
y que perdía la vida.
Y cuando al fin regresó
galopando la Andaquilla
y el beso no consiguió
de su Doncella querida,
Juan Diego murió de amor
e Isabel cayó rendida
para vivir más allá
el amor negado en vida.

Cartita no leída
Vicenta Gallego
Tus ojos me acercan continuamente a la vida, porque nadie muestra como tú los sentimientos a través de ellos. Cuando te miro veo, sí, veo algo más que tus ojitos, veo la capacidad inmensa que tienes de amar; de amarme. Me asombra, me alegra y me parece un milagro que puedas generar en mí tal cantidad de sentimientos, por ello te quiero y te protejo, no quiero perder tal cantidad de regalos; soy egoísta. Vuelves y vuelves a mí aunque me enfade y te grite un poquito, no mucho, aunque te deje de vez en cuando, aunque no te dedique todo el tiempo que tú quisieras, nunca me reprochas nada y siempre me esperas, eres fiel y leal y yo jamás te abandonaré. La carta es para ti, aunque no leas, y para decir que quererte es algo estupendo, a que ¿sí?, guauuuuuuuu.
Mar Olmedo

Te escribo esta carta con la única ilusión, de que al recibirla te sonría el alma. Desde hace veintidos años somos amigas, amigas con lo que está palabra significa, hermanas, cómplices y secadoras de lágrimas. Como todo en la vida va por ciclos, está vez te ha tocado a tí sufrir el desamor, palabra que alberga una pena muy honda. Yo intento consolarte desde la distancia, cuando te oigo por telefono daría cualquier cosa por estar a tu lado y darte un abrazo grande, inmenso, un abrazo que te diera toda la energía y la fuerza que en estos momentos tanto necesitas. Me consuela pensar que en ciertos momentos, te hago reir y esa risa me confirma que saldrás de esta. Eres una luchadora nata y aunque ahora estés tan vulnerable y te sientas perdida, ya sabes que siempre puedes contar conmigo, me tienes para llorar, para sacar tu furia y sobre todo para que no te sientas nunca sola.
Te lo he dicho muchas veces nosotras, tenemos un gran tesoro, porque pase lo que pase, tenemos una persona en quien confiar, que nunca nos juzgará y que nos pondrá las pilas en cuánto pensemos en tirar la toalla.
Hoy he pensado en tí, en el día que nos conocimos, en las ilusiones que tenías, en los sueños que ibas a realizar y "sabes qué" la mayoría los has conseguido.
Porque te recuerdo, eres tozuda cuando te propones algo y tan generosa, que a la fuerza, la gente te ayuda y te estima.
Pero como yo no, yo te quiero porque nunca pides nada a cambio, porque eres sencilla y porque no puedo hacer otra cosa.
No quiero que te preocupes por el futuro, eso tan lejano e inesperado, sólo puedes vivir el presente, disfrutar y valorar lo que tienes ahora, tus hijas, tu trabajo y tú familia. Mañana puede ser tan diferente todo, tan imprevisible...
Tú sabes que muchas cosa de un día a otro nos han cambiado la vida, y lo han puesto todo del revés.
Sé que es triste despedirte del que creías era "el amor de tu vida", pero quien sabe quizás era lo mejor para los dos, la situación se estaba volviendo insostenible, te había cambiado hasta el carácter, ya no reías, sólo callabas. Ni siquiera leías, imagináte, con lo que nos gustan los libros a las dos y no podíamos comentar nada de ninguna lectura.
Te digo lo mismo que me dijiste hace algunos años tú a mí,"a veces la rutina te acomoda y el miedo a lo desconocido, hace que nos resignemos, que callemos , que creamos que merecemos esto que tenemos".
Nada más lejos de la realidad, cuando una relación acaba, se terminó. Hay que sobreponerse y tirar hacia adelante, cómo tú lo estás haciendo.Me siento muy orgullosa de tí, estos días has estado incomunicada por la nieve, sin luz, sin poder hablar por telefono y cuando me llamas sólo se te ocurre decirme que hay un paisaje precioso. Increible, tú y las niñas solas en medio de la nada y tú admirando el paisaje. Lo tuyo es sorprendente, yo me habría preocupado por todo, por si se ponían malas, por si no quedaba leche, por la leña, en fin...
Espero que te dé una tregua el tiempo y que pronto podamos estar juntas, si vienes en fin de semana podemos llevar a las niñas al cine y comprar gominolas y hablar, hablar, sin pensar en las horas. Yo estoy bien, pero a veces te echo mucho de menos, sobre todo cuando acabo de leer un buen libro y no lo puedo comentar con nadie, o después de ver una gran película , que sé que contigo al lado, podríamos estar toda la noche sacando conclusiones. Pero en general bien, sólo esperando que cambie el tiempo y llames a la puerta. Por otro lado he pensado que tampoco estamos a tanta distancia, cuatrocientos kilometros no son tantos, así que si tú no vienes para la primavera, nos acercamos nosotros, entonces será mejor época, las casitas rurales no tendrán mucha gente y podemos estar más tranquilas. Claro, siempre que no sea en Pascua. Me apetece mucho estar en el silencio de las montañas, que aunque tú ya estás acostumbrada yo a veces echo de menos.
Recuerdas hace años en Verano cuando íbamos allí, tan jovenes, despreocupadas y sin ninguna responsabilidad, tú corrías por las montañas deprisa, sin cansarte apenas y yo sufría con cada piedrecita del camino. Te reías de mí, decías que era una chica de "ciudad", que no sabía distinguir las pisadas de jabalí, ni encontraba nunca las setas, ni sabía coger aceituna. Pero tú me enseñabas y comíamos en tu casa las rosquillas más buenas que he comido nunca, tú madre siempre que me veía llegar, se metía en la cocina para hacer la masa. Tú me diste un pueblo, yo no tenía ninguno y aunque la mayoría me llamaba "la forastera", ya te encargabas tú de presentarme orgullosa a todo el mundo, como si fuera alguien muy importante, así me hacías sentir y tú contestabas que era lo más importante "tu mejor amiga". Yo no he olvidado nada, supongo que tú tampoco. Ha veces cuando me pongo a recordar, no hay una situación importante en mi vida, en la que no aparezcas tú, como mí hermana mayor, como una sombra que sabes que está ahí y te sientes más entera, con más fuerza, sin miedo.
Te digo todo esto para que pienses, que lo que de verdad es sincero siempre permanece, por muchos años que pasen, hay prioridades que el corazón reconoce y hace que perdonemos inmediatamente cualquier error.
El otro día me decías que como voy con la escritura,me animabas a escribir un libro de las dos, sobre las cosas que nos han pasado en la vida, te reías pensando que muchas cosas, pensarían que son ficticias. Es posible, cualquier vida está llena de situaciones que pueden parecer sorprendentes, pero es cierto que las nuestras están llenas de cosas muy curiosas. Pero no sé sí me atreveré, tú dices que a tí no te importa que relate temas personales tuyos y que confías en mí. Ya lo sé, pero es tan delicado el corazón humano, tan sensible, que cuando empieco a escribir sobre nosotras, me emociono y me da mucho pudor, pero lo intentaré, aunque sólo sea por ver tu cara, cuando leas las historias.
Sabes hay un relato que se me ocurrió el otro día, te lo resumo: Eramos las dos muy ancianas, estabamos en una residencia al cuidado de una chica que nos trataba con cariño, pero por alguna razón no se fíaba mucho de nosotras y era porque nos escribíamos notas y reíamos a hurtadillas.Tú estabas un poco coja y llevabas un bastón en tu mano para apoyarte, con la otra mano me llevas cogida a mí, que estaba bastante delgada y el viento me hacía tambalear. Haciamos una pareja un tanto extraña. Una mañana, descubren que en nuestra habitación no había nadie,habíamos desaparecido, ni ropa, ni maletas, nada...
La chica se pone muy nerviosa, hasta que descubre en la mesita una nota que dice "nos fuimos", te parece graciosa, tú y yo como "Thelma y Louise", nos escapamos con el dinero ahorrado y nos vamos a ver el mar por última vez, lo ves creíble, crees que seríamos capaces de hacerlo, yo creo que sí, siempre que no nos fallaran las fuerzas. Bueno si quieres escrbiré varías historias y te las iré mandando, que sé que guardas todo lo que escribo.
Yo guardo el único cuadro, que pintaste hace muchos años, son dos gaviotas volando en un cielo tranquilo de color malva. Me dijiste que eramos las dos volando por encima de problemas y tristezas, me pareció muy bonito, pero ya no has vuelto a pintar, me gustaría tanto que lo retomaras, sé que es una buena forma de sacar todo lo que llevas dentro y seguro que te ayudaría a estar mejor contigo misma, ya , ya sé que me dirás que el yoga, te está ayudando a relajarte y a tener paciencia, frente a las cosas que ocurren y que a veces no podemos evitar, pero tú pinta, hazme caso, pinta sin pensar, sólo coge los pinceles y siente.
Hace mucho que no te escribía, pero hoy he sentido la necesidad, sé que esto lo guardarás y de vez en cuando lo leerás.
Yo disfruto escribiendo o hablando de tí, a veces amigos comunes de hace algún tiempo cuando me oyen nombrarte, me dicen ¡Ah! pero seguís siendo amigas, como si después de tanto tiempo les sorprendiera que sigamos estando juntas, aún en la distancia, no saben que tú eres la madrina de mi hijo, que tú hija mayor se llama como yo, que si hay cualquier malestar o problema una de nosotras coje las llaves del coche y sin dar muchas explicaciones, vamos a donde está la otra, para ver que necesita o en que podemos ayudar.
Me voy a ir despidiendo, sólo deseo que cuando recibas esta carta, comprendas que todo mi cariño está contigo, que no desfallezcas, que ya sé, que viendo las sonrisas de las niñas se te van las tristezas, pero lo más importante es que tú estés bien, que te cuides mucho y que sepas que te necesito y te admiro.
Hasta siempre. Tú amiga.

A MI CHICO
Maribel D'amato.

Buenos dias "my love":

Hoy me levante temprano y con ganas de verte. No sé porqué me vino a la memoria nuestro último encuentro, si aquel día ya hace tres semanas en el que ninguno de los dos estuvimos muy acertados. Tu intentabas justificarte contándome no sé cuantas milongas acerca de Maite que yo rechacé y rebatí una a una desmontando todas esas teorías que habías ido tramando a lo largo de varias horas. Pero con todo y con eso, mi realidad es que, visto desde la distancia, hoy me doy cuenta que quizás fui un poco dura y bastante intolerante.

En principio me supo mal tu engaño, pero sólo porque la tal Maite estaba "de toma pan y moja" y me era bastante imposible competir con ella a nivel anatómico. Eso me hizo enfurecer y ponerte contra las cuerdas. Y tú, mi querido pazguato, cuando te apercibiste de mis desmesurados celos, decidiste ensalzar tu ego enviándome un mensajero con mil historias sobre ambos que, afortunadamente, solo existían en tu calenturienta mente de hombre conquistador. Y yo, sin ni tan siquiera contrastarlas, me las creí.

Tú, no contento con tu proeza, cuando nos reunimos aquella aciaga tarde para hablar del asunto en lugar de disipar mis dudas contándome la verdad, seguiste reafirmándote en cada una de las hitorias contadas por tu amigo Manuel, alias "el mensajero".Y aunque tu insistías sobre tu amor por mí,yo te envié "al carajo" sin posibilidad de retorno.

Pero, justo ayer tarde me encontré con Manuel. Me lo contó todo. Me dijo que lo tuyo con Maite no pasó de dos besos en la mejilla y un apretón de manos, fórmula habitual de presentación. Ahora confieso saber porqué me levanté con ganas de verte. Ahora soy yo la que te pido que nos veamos hoy donde siempre y a la hora habitual. Muchos, muchos "kisses". Tu "love" para los restos.
CARTA
Pura Simón
Hola:
Después de nuestro inesperado (más para ti) y, sobre todo, torpe (más por mi parte) encuentro; bueno, mejor debería decir, después de media vida sin saber el uno del otro, me hago cargo de la extrañeza, como mínimo, con la que vas a recibir esta carta mía. Quizás sólo la escriba para calmar la desazón y la ridícula sensación que se apoderó de mí tras dejar caer junto con la pesada puerta del ascensor unas simples palabras de rigor. Porque... ¿cuánto tiempo tiene que pasar sin verse dos personas para que se traten como desconocidas? ¿Cuánto tiempo es necesario para olvidar el primer beso y el primer te quiero? Supongo que casi treinta años es tiempo de sobra para olvidar hasta el nombre con el que en otro tiempo te despertabas y te dormías.
A pesar de no saber quién eres ahora, ni cómo es tu vida ni cómo has llegado hasta aquí, permíteme que por un momento me tome la libertad de borrar el tiempo que nos separa y desnude mi alma ante ti, aunque mañana me arrepienta de ello. Quiero decirte que el día anterior a nuestro encuentro, adiviné tu andar a través de la ventana y mi corazón saltó, y que cuando aquel chico de la edad con la que te guardaba en la memoria se presentó ante mí como mi nuevo vecino para pedirme la llave del garaje para su padre, y me miró con tus mismos ojillos de mico, me estremecí, y que por la noche, en mi cabeza sonó la canción con la que inauguramos nuestro amor, aunque yo quise imaginar que era desde tu casa desde donde llegaba aquella música.
Quiero que sepas que muchas veces he imaginado que nuestros caminos se reencontraban y ahora quisiera que me dijeras si esto es eso, simplemente una fantasía.
De cualquier forma, me alegro de que estés aquí.
Ah, si lo prefieres, puedes dejar la llave en mi buzón; me alegrará comprobar que no has olvidado mi nombre.

SIN CASILLERO
Elena Torrejoncillo

Querido Andrés:
Ayer por la mañana me despertó la que fuera nuestra melodía revoloteando en mi cabeza. Me sorprendió canturrearla porque hacía casi treinta años que no pensaba en ella. Ni siquiera en su tiempo fue una canción de éxito.
Este recuerdo me ha impulsado a escribirte esta carta, probablemente con demasiado retraso. Desde que nos separamos al terminar nuestros estudios universitarios, no nos hemos vuelto a ver. De ti he ido sabiendo algo –poco- a través de algún amigo. Es increíble después de lo intensamente que compartimos la vida en aquellos años. Es cierto que ambos estuvimos de acuerdo en no hipotecarnos... Teníamos sueños de libertad, pero… nos amábamos tanto. Tan jóvenes éramos que no supimos encontrar la fórmula adecuada y nos dijimos adiós cuando todavía nos amábamos demasiado.
Hoy, que ya nada de aquello importa, quiero decirte que, a pesar de haber llevado una existencia razonablemente feliz, nunca me he sentido tan llena de vida como en aquellos días a tu lado. Y quiero creer que también tú, algún día en que la nostalgia te haya acariciado, puedes haberte sorprendido pensando en nosotros. Probablemente no hayas sabido como nombrarme, a mí, que no fui tu novia, ni tu esposa ni tu amante, porque nunca quise una etiqueta en el casillero de tu vida, ni tampoco te hice preguntas por no exigir respuestas tal vez mentidas de antemano. Solo nos interesó vivir intensamente el momento presente, sin estar al pasado o al futuro encadenados. Después la vida se encargó del resto.
Hace un momento, un amigo común, acaba de telefonearme para decirme que ayer por la mañana, justo cuando “nuestra” canción revoloteaba sobre mi cabeza, te encontraron muerto en tu apartamento. He llorado ante la certeza de que tu último momento fue para mí.
Aún te quiero.
Velo


Una ayudita de la Escuela de Escritores, organizadores del concurso :
DECÁLOGO.
(No es de obligado cumplimiento sólo se trata de que su lectura proporcione ideas).
1. Pensar desde qué estado anímico se va a escribir: rencor, euforia, tristeza, desamor, nostalgia... Hay que tener en cuenta, también, que resultará más fácil confeccionar una carta de amor que se ajuste a los sentimientos actuales del autor.

2. Imaginar al destinatario de la carta (sea una persona real o un personaje inventado). No hay que perderlo nunca de vista mientras se está escribiendo.

3. Inventarse una situación determinada en que se enmarquen el estado anímico y el destinatario de la carta de forma verosímil: el narrador acaba de romper con su pareja y desea una reconciliación; lleva veinte años con la persona amada y la carta es un regalo de aniversario; adora en silencio al destinatario de la carta y se decide por fin a revelarle su amor; etc.

4. Buscar una continuidad y un encuadre para el contenido de la carta. No basta hablar de sentimientos: hay que situarlos en unas circunstancias espacio-temporales precisas.

5. Acertar con palabras concretas para expresar los sentimientos, echando mano de metáforas, comparaciones, acciones, gestos, detalles físicos o ambientales. No acudir, a menos que sea absolutamente imprescindible, a palabros como AMOR, FELICIDAD, PROFUNDIDAD, HONDURA, SUFRIMIENTO, etc.

6. Cuidar meticulosamente el lenguaje: no usar ─a menos que se recurra a la ironía─ frases hechas, expresiones cursis, estereotipos amorosos... Tampoco hay que dejarse llevar en exceso por el lenguaje poético, que junto con el tema puede crear un conglomerado bastante empalagoso.

7. Tener mucho cuidado con el tono. Es muy importante que el discurso, por medio de las palabras seleccionadas, acerque al lector al estado de ánimo del narrador. Ejemplos: uso de diminutivos y un lenguaje llano si la carta está escrita desde la confianza; frases cortas y secas si está escrita desde el rencor; etc.

8. Ser consecuentes, sinceros y profundos en cuanto al sentimiento que generó la carta. No hay que quedarse en la superficie del estado de ánimo (alegría, pena, melancolía...), sino ahondar en las contradicciones que todo sentimiento conlleva.

9. Buscar un hilo narrativo, por sencillo que sea. Se necesitan acciones, objetos y hechos para expresar los sentimientos con eficacia, así que mejor proveerse de una secuencia que permita desenvolverse de un modo concreto.

10. Tener en cuenta que una carta de amor literaria ha de ir dirigida a dos lectores diferentes: al supuesto destinatario de la carta, y al lector real que la tiene delante. Hay que incluir la información suficiente para que cualquier lector sepa encuadrar la situación que se le describe, pero no tanta o de tal forma que sea evidente que el narrador le está dando datos dirigidos a él, y no al supuesto destinatario.

Más información en: http://www.escueladeescritores.com/cartas-amor-2010

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