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Curso 2016/17

miércoles, 25 de marzo de 2009

EJERCICIO NÚMERO 12. LOS CABEZA DE CONO EN LOS ALBORES DE LA TELEVISIÓN DIGITAL TERRESTE.

La producción de la perplejidad, el suspense, la inquietud, pistas que conducen hacia el final o la finalidad de lo narrado.
Búsqueda de una causa o motivo que justifique el relato.
Ejercicio a partir de la siguiente historia escuchada en la radio:

1. DEL PRINCIPIO A LA MITAD
La acción transcurre en una calle de Madrid tan estrecha que cada uno de sus balcones es como un teatrillo de títeres. Una mujer observa como sus vecinos de enfrente cada vez que ven la televisión se colocan en la cabeza un cono de papel de aluminio a manera de capirote. Los del gorro brillante son tres personas mayores, seguramente un matrimonio más un familiar o amigo que vive con ellos.
Es incapaz de encontrar una explicación a este comportamiento. No se relaciona con el programa ni el horario de emisión.
El inmueble en el que sucede esto es de renta antigua, oscuro. El portal exhala un persistente olor a humedad. Los gatos entran y salen de él continuamente.
A pesar de que todo esto sucede en la actualidad, la
sala de estar habitada por los cabeza de cono parece detenida en los primeros años de los setenta: hay al fondo unos armarios con los cuarterones centrales empapelados y al lado una alacena llena de cachivaches curiosos: un burrito naranja con unas alforjas rojas que lleva colgada una zanahoria, varios exhibidores de diapositivas turísticas en formato diminuto. Todo coincide en edad con la ropa de los tres inquilinos.
Cuando la vecina se encuentra con ellos en la última y exangüe tienda de ultramarinos de todo el distrito siempre compran los mismo: tres sardinas de bota, agua de litines y dulce de calabazate. Casi todas las noches cenan col, aunque añaden al agua de la olla unas ramitas de romero para mitigar el mal olor y así consiguen uno inédito, novedoso, irreconocible y propio.
Tal vez colocarse la capucha
no sea su única excentricidad.
Desde el patio interior llega el sonido de la lluvia que alterna su tono entre el adoquinado y los charcos.

Rosario Raro.
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2. DE LA MITAD HASTA EL FINAL.
-Hola, hola, ¿sí? ¿es a mí?
-Sí, amiga, dime ¿qué nos cuentas hoy?
-Llamaba para contaros que mis vecinos, los caraconos de aluminio, ya sé porqué se ponen los cachirulos de Albal para ver la tele. Mi sobrino de siete años que tiene mucho desparpajo los vio por la calle y se lo preguntó directamente:
- ¿Y qué le dijeron?
- Que no querían que les redujeran y les metieran ahí adentro porque estarían muy apretados.
-Pero... qué sentido tiene eso.
- La mujer dijo que su cuñada había visto en un documental hace mucho tiempo que había gente que reducía cabezas de personas, y claro,... ellos no querían acabar como los desgraciados de la tele porque sus peleas eran suyas y a nadie les importaban.

Dori Valero.
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-La verdad es que no es mala solución, en apenas unos minutos ya se nota.
- Y además es barato.
- Sí, pero quien nos vea con esto en la cabeza...
-Bueno, pues baja la persiana.
-Entonces no sirve para nada porque no entra la luz de la farola.
-Pues por eso.
-El problema es esta casa tan vieja, en particular esta habitación tan fría.
- Bueno, ¿pero, qué podemos hacer?
-¿Cambiar la tele de sitio? Podríamos llevarla a la habitación de la chimenea.
-Sabes que allí apenas cabemos.
Y allí continuó, sobre un viejo sofá, una pequeña familia que empezaba mirando la tele con frío en la cabeza, y acababa justo en el momento en que a alguien le empezaba a oler el pelo a chamusquina; casi siempre a una de las dos mujeres.
Eloy Moreno
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Nada... ¡Cómo cuando éramos niños! Parece que estoy oyendo a papá: "¡Hijos míos, colocaos los cucuruchos, que no os sorban el seso, que estos desalmados no os llenen la cabeza de pájaros!".

Carmen Rodríguez
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Estoy seguro, Pedro ha terminado con la leche. Siempre lo hacía desde que lo conocí en la unidad de psiquiatría. Lo peor es que lo negaba y acusaba a Isidro. ¡La de broncas que movía la leche! La situación empeoró cuando Isidro salió al piso protegido. Pedro estaba celoso; siempre había creído que era el preferido de la psiquiatra y empezó a hacerme la vida imposible escondiéndome los cepillos de dientes y vaciando mi pasta. Desde que Pedro y yo vinimos a vivir con Isidro he tenido que poner orden muchas veces y estoy muy cansado. Llevo varios días durmiendo mal y la siesta de hoy me ha irritado. No quiero seguir con el pacto y hoy no me pondré el protector. ¡Cómo son las cosas! Tanto que trataron de ridiculizarme por querer sacar la licenciatura de física. Gracias a ello y a mis dotes de mediador hemos pasado de los 78 mientras que el resto de los colegas del pabellón han muerto ya. Claro que también tienen mucho que ver los efectos secundarios de los psicofármacos pero nadie sabe mi secreto. He de confesar que no fue mi ingenio el que lo descubrió, me da vergüenza reconocerlo pero fue el sueño que tuve tras un electroshock. Soñé con un hombre llamado Hartman que aparentaba 50 y tenía 105. Yo me quedaba admirado de su agilidad y él me mostraba un libro. Investigué y descubrí que existen unas líneas energéticas en la tierra que si no se regulan generan enfermedades. Sobre todo con la influencia de otros campos electromagnéticos. Fui hábil en imponer un pacto de paz entre nosotros prometiendo longevidad. Me rio cuando Pedro e Isidro se ponen los protectores porque no saben por qué lo hacen pero sí saben que así están viviendo más. Ellos me provocan para que les revele el secreto pero no consiguen sonsacármelo. Hoy, sin embargo, ha empezado de nuevo el juego de la leche, pues bien, se acabó el juego, hoy rompo el pacto y me entrego a la muerte. ¡Muerto el perro se acabó el conocimiento! Esconderé mi diario entre las telas del ataúd.


Mikel García.


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No tenía otra cosa que hacer, sólo mirar desde su ventana, ni tan siquiera tenía que atender a nadie. La casa se la limpiaba una señora mayor, que así se ganaba algo extra que gastar en el mercadillo de su pueblo que echaba mucho de menos con sus calles húmedas de resbaladizos adoquines y las contrucciones románicas.
Su pereza sólo le permitía ver la televisión o espiar todo lo que hacían sus vecinos desde que se levantaba hasta que la desidia o el cansancio podían con ella.
De modo que vigilando al vecindario descubrió a los de enfrente colocándose día tras día un cucurucho forrado con papel Albal. Y le llamó tanto la atención que en vez de preguntarles directamente por qué lo hacían, empezó a divagar con ello preguntándose:
1. Quizás lo hagan porque desde la guerra, alguien les había dicho que haciendo esto, captarían el sonido de los aviones aunque estuvieran lejos con lo que tendrían tiempo de refugiarse antes de que bombardearan de nuevo el pueblo.
2. Quizás porque creían que de esta manera cogerían más canales y la imagen sería más nítida.

Ascen Marín.

viernes, 13 de marzo de 2009

EJERCICIO NÚMERO 11.


Proponer distintos itinerarios para el personaje a partir de la siguiente sinopsis sobre la historia de Eduard Sadá:
Actor de doblaje que vive en Barcelona. Le pone voz a Michelangelo, una de las tortugas Ninja. Es invitado a Madrid para suplantar a un ujier del Palacio Real durante la cena homenaje ofrecida a Naruhito, príncipe heredero de Japón. A partir de un incidente con una de las camareras y una invitación personal del futuro emperador siente que su vida puede cambiar.
¿Qué le sucede a partir de entonces?
1.
Para evadirse de la zozobra que le poseía, lanzó una fugaz mirada a la portada del periódico que su vecina de viaje no soltaba en toda la mañana, ¡menuda puta! sabía que ansiaba leerlo y ella incrementaba su parsimonia cuando él se mostraba más inquieto. No le importaba la información solo necesitaba un distractor al que asirse. Una imagen arrancó su alma de sus goznes haciendo tal estrépito que temió morir en ese instante. Allí estaba su alter ego Eduard Sadá con el emperador japonés y sus zapatillas rosas en primer plano. ¡Qué humillación! Comprensión y rabia cabalgaron juntas desde las tripas hacia la garganta. Comprensión tomó la bifurcación hacia el cerebro, pero antes de que llegara, Eduard sabía no solo el porqué de las incesantes miradas, portadoras de desprecio, que se habían clavado en el toda la mañana sino el destino que le esperaba. Rabia cerró la ganganta y pintó la piel de rojo carmín. El espejo del vagón le devolvía una imagen que trepidaba más veloz a medida que el calor su de rostro aumentaba, parecía la pantalla de un ordenador buscando rostros de una base de datos, hasta que se estabilizó en la imagen estática de un enorme glande. Gerard ensayó movimientos con el rostro y el glande los imitaba. Ensimismado en el juego acabó la imagen de su rostro en el wáter donde había follado. El calor se había congelado, el movimiento enlentecido, unos ojos muy abiertos le hacía vibrar al son de una tristeza profunda. Ni en sus más atrevidas fantasías sexuales pudo esperar una situación como la que vivió en aquel wáter, sin embargo todo sucedió muy rápido y su alma no habitó en el templo de su cuerpo, el orgasmo fue tan intenso como frío, ¡tan cerca del culmen y que anhedonia! Ni siquiera fue un objeto sexual elegido, su tomado por error. Sin embargo ella pareció disfrutar a su aire, seguramente porque pensaba que estaba con otro, sin enterarse de la falta de acompañamiento. Se sentía como la estatua de Príamo con el pene inhiesto siendo usado por la mujer, pero a diferencia del dios él no tenía ningún poder. ¡Qué situación alienante! ¡Qué desencuentro entre dos criaturas que tienen en la mano el tesoro más preciado y lo disipan! Realmente nada extraño hoy en día. Gerard se daba cuenta de que no había pasado nada distinto que en su relación anterior, en aquella también era pasivo y ambos cabalgaron en una espiral autodestructiva hasta que ella se buscó otro para romper el ciclo. Había jurado no volver a emparejarse, ser un soltero que usara el sexo como arma de venganza. Era tanta la rabia que no podía sino canalizarla en fantasías, en la realidad le asustaba que se le pudiera escapar y se comportaba como un tímido contenido sobre todo cuando empezaba algo de química como con la mujer del autobús. No había follado desde hacía tiempo. Ahora se sentía violado por la mujer del wáter y con rabia contra el mismo. ¡No podía continuar así! Intuía que se estaban dando señales en su vida para replantearse las cosas: El viaje a Madrid, la violación, el emperador,… todo le sacaba de su pasividad mortal y le empujaba hacia revitalizarse. Se daba cuenta de que estaba pensando de un modo distinto que antes, no se reconocía en ese estado pero le era grato. Sentía un cierto agradecimiento interno, incluso a la mujer que lo había usado. Le había inoculado, vergüenza, rabia,.. Multitud de emociones y fueran de una u otra índole eran vida. ¿Y el emperador? Su invitación le turbaba, antes sentía temor ¿no querrá violarme también? Al menos en esta ocasión era visto como el mismo, no se le confundía con otro. Eso le había inoculado el emperador un reconocimiento a él mismo a pesar del ridículo de las zapatillas. Sin duda al llegar a Barcelona tendría que tomar decisiones.
Eduard se dio cuenta de que estaba solo en el vagón del tren. Se levantó y fue consciente de que no había nadie en el pasillo y que de un modo extraño el tren circulaba a mucha velocidad por un paisaje ralentizado, insonoro, que le recordaba a Gerona. ¡Se había pasado de estación! Una mueca sardónica se apoderó de su rostro, cogió la petaba del whisky y se la bebió de un trago.

Mikel Garcia
Todos los demás textos escritos hasta el momento están en el Ejercicio 9.
Imagen tomada de: http://s120.photobucket.com

martes, 10 de marzo de 2009

EJERCICIO NÚMERO 10

Foto tomada de: http://derecho.laguia2000.com/wp-content/uploads/2008/09/contrato-de-hipoteca.jpg
CUENTOS DE LA HIPOTECA.
Escribir con gracia sobre cosas que no tienen ninguna.
Extensión libre.
1.La crisis. O de cómo el desempleo de un amigo cambió mi vida.

Un buen día los caminos de Pedro y el mío se cruzaron y desde entonces vivimos juntos en su pequeño piso, un cuarto sin ascensor. Sobrevivo gracias a su caridad, que le gratifico con mi fiel amistad.

Cuando el se marcha a su estresante trabajo de repartidor de paquetería, yo me quedo solo en casa. Me dedico a mirar por la ventana y cuando me aburro, pienso en la suerte que tiene mi hermano al ocuparse de la vigilancia de una fabrica textil. Tiene carácter para eso.

Desde mi atalaya puedo ver la casa con jardín que hay justo delante. Se trata de una bonita morada de madera con tejado rojo. Su inquilino pasa las horas sentado a la puerta disfrutando del sol. Un tipo con suerte, que es agasajado por una viuda rica.

En ocasiones, cuando Pedro vuelve, damos un largo paseo por el barrio y pasamos por delante de la casa con tejado rojo. Mi amigo parece ignorarlo, en cambio a mi me produce congoja ver a su ocupante, con ese aire de suficiencia y de perdonavidas. Creo que sabe que lo observo todos los días.

Hoy ha regresado con el semblante abatido y aunque he intentado reconfortarle, no he evitado que las lágrimas brotaran a sus mejillas. Lo despidieron del trabajo y se sentía desesperado. Por la noche habló por teléfono con sus padres y cuando dejó de hacerlo, me miró con una expresión que nunca olvidaré.

Ahora vivo en un lugar con cerrojos, abarrotado y bullicioso. Pedro se marchó con sus progenitores y yo no entraba en esos planes. En ocasiones recuerdo mi ventana y las cosas que desde allí se veían. De la suerte del inquilino de la casa de madera con tejado rojo, de su precioso jardín, de la viuda rica que lo atendía en exclusiva.

Para mi todo había cambiado. Ironías de la vida pensaba. Aunque quizás se debiera a que el es un Snaucer y yo un simple chucho.

Juan Carlos Núñez.-