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Curso 2016/17

martes, 28 de octubre de 2014

Escribir narrativa creativa. Pasqual Mas. Unaria Ediciones, octubre de 2014.


Segundo Ejercicio. Curso 1415. R.A.




INTRODUCCIÓN
En este momento hay un verdadero boom de la literatura romántica en España. Por eso, aunque sea brevemente y durante unos días vamos a sumarnos.

Para muestra dos artículos:




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PROPUESTA

En este caso los textos tienen un destino definido. Se elegirán algunos de ellos para su publicación en el libro que la Editorial Edisí  prepara sobre el tema.

Más datos:
(y en ellos reproduzco tal cual las bases que me ha enviado la editora, Sicilia Nuño de Haro. A quien algunos ya tenéis la suerte de conocer):

Aclaración:
En esta ocasión son relatos ROMÁNTICOS, no ERÓTICOS aunque una cosa no quita la otra.


CARACTERÍSTICAS DE LOS TEXTOS

– Extensión: máximo dos páginas. Times New Roman, con cuerpo 12, interlineado 1,5 espacios.
– Obras originales, inéditas y no premiadas ni seleccionadas en concursos con anterioridad.


Y como siempre:
Título ingenioso, por favor. Es un recurso demasiado importante como para desecharlo.



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EJEMPLO

Pasión literaria en Kent


Las ediciones eran sencillas, lomos y tapas de vacuno curtido al modo tunecino, grabado en pan de oro y caligrafía clásica.

Luego las ponía a la venta en una pequeña librería que era frecuentada por las damas de la alta sociedad, esposas o prometidas de los miembros del club literario que se reunía todos los jueves en Canterbury y al que las estrictas normas victorianas vetaban el acceso femenino.

Pero él defendía la universalidad de la literatura y ponía especial énfasis en divulgarla entre las féminas de la ciudad. Solía sugerir a sus clientas y confidentes las obras más novedosas, junto a traducciones de poetas franceses y españoles.

Así conoció a Lady Catherine. Prometida del primogénito del Duque de Kent. Poseía una belleza de madreperla, el cabello sanguino y ensortijado. Devoraba los almanaques de poesía con una avidez admirable.

Tras un tiempo de visita a la librería, comenzó a acudir dos veces por semana. Solía aparecer a última hora de la tarde, cuando apenas quedaban clientes. Comenzaron a leerse mutuamente poemas al albor de la lumbre, mientras compartían una taza de té.

Su idéntica pasión por estas lecturas fue construyendo un amor inesperado: Lady Catherine estaba prometida y James tenía dieciocho años más que ella. Esas dos circunstancias sentenciaban su adoración incipiente a finales del siglo XVIII a un fracaso seguro.

Durante meses afianzaron su amor en torno a la poesía. El tiempo que pasaban juntos creció en idéntica proporción al sufrimiento por no poder disfrutar de su pasión en libertad.

Pero el destino quiso aliarse con ellos, y el primogénito del Duque de Kent fue llamado a filas para luchar en la Guerra de los siete años, contra franceses y rusos en la región de Prusia y allí, en una cruda contienda, falleció.

Vivió el duelo por su muerte durante un año de recogimiento, periodo durante el cual su padre no le permitió salir a la calle, y apenas pudo adquirir novedades literarias. Pero tal como le había prometido, una vez transcurrido el luto Sir James presentó sus respetos al padre de Lady Catherine y le pidió la mano de su hija.

Los esponsales tuvieron lugar en la catedral de Canterbury, auspiciados por el obispo y aunque la diferencia de edad siempre fue un tema de controversia, la sociedad del condado de Kent aprobó esa unión porque fue testigo del desbordante amor que los novios mostraron siempre.

Vivieron felices en torno al negocio librero y tuvieron cuatro hijos, a quienes pusieron por nombre Eliza (por Haywood), William (por Shakespeare), Edmund (por Burke) y François (por Voltaire).

Autor: Fran Pérez.

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jueves, 23 de octubre de 2014

Primer Ejercicio curso 1415. HUMOR, HUMOR.




EJERCICIO 1. CURSO 2014/15. HUMOR

INTRODUCCIÓN
El concepto de “anclaje” para quienes trabajan en temas de creatividad, pensamiento positivo y crecimiento personal tiene que ver con aquellos recuerdos, fantasías, sensaciones, etc. que nos devuelven a momentos de calma, de alegría y de felicidad.

Para cada quién son distintos porque están basados en las propias experiencias o esperanzas. La función de los anclajes es sacar de situaciones de desánimo a quien recurre a ellos. Borrar de la mente lo negativo.

Aunque dicen que “el que a solas se ríe de sus maldades se acuerda” esas evocaciones no tienen por qué remitir a travesuras sino a cualquier acontecimiento que su remembranza nos provoque carcajadas.

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PROPUESTA
En este primer ejercicio se trata de escribir aquello más gracioso que nos haya sucedido, nos hayan contado o seamos capaces de imaginar.


Cultivaremos la literatura de humor. Como dicen es más difícil hacer reír que llorar. Así que cada uno pensará en quien quiera como referencia, un amigo que cuenta muy bien los chistes, un actor de comedia, un monologuista, Quevedo, Cervantes, Eduardo Mendoza, especialmente en Sin noticias de Gurb, Tom Sharpe, La conjura de los necios de Toole, las Memorias de un amante sarnoso de Groucho Marx, Cuentos sin plumas de Woody Allen y Garras de astracán de Terenci Moix... en cualquier persona que haya tenido la generosidad de divertirnos.

Título ingenioso.

El único consejo posible: como siempre, cuanto más disfrute el autor escribiendo más lo hará el lector leyendo su texto. La relación que se establece entre ambas instancias autor/lector tiene mucho que ver con un espejo.


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EJEMPLO

Relato “Hombre contra abrigo” de Mel Singer en los anexos 1 y 2.

MUESTRA GRATUITA DEL LIBRO al que pertenece Creía que mi padre era Dios

Artículo sobre este libro que surgió en una radio de Nueva York y cuyos textos fueron compilados por Paul Auster:

Cubierta del libro



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sábado, 18 de octubre de 2014

Normas de presentación de textos del taller de escritura "Escribir lo que imagino" de la Universitat Jaume I de Castellón


Normas de presentación de textos

Características informáticas

• Procesador de textos Word a ser posible.
• Extensión informática: doc., docx.
• ¿Cómo ponerle nombre al documento: si el autor se llama Paco Martín y escribe un texto que se titula " El mar " y al cabo del tiempo otro que se llama " El río " . Hay que poner en el documento: martín - paco -1 - mar y en el siguiente  martín - paco -2 - río. Y lo mismo para los enviados en valenciano empezando a contar también desde el número 1.
• Tipo de letra Times New Roman Paso 12. Interlineado 1'5.

Características del texto
• Extensión del texto en prosa: De +/- 1000 a +/- 3000 caracteres.
• Extensión del texto de poesía: máximo una hoja.

Advertencias
• Enviar el texto como adjunto.
• No enviar el mismo texto a los dos profesores.
• No enviar más de 2 textos de golpe. Es preferible que se manden uno tras otro.
• Pasar el corrector ortográfico EN CASTELLANO O EN VALENCIANO informático o humano, es decir, se puede solicitar ayuda de cualquier persona o recurso para que los textos lleguen en perfecto estado de revista a los profesores.
• Sólo se admitirá un texto por autor y por ejercicio. Más vale uno pero bien revisado que muchos, escritos de manera apresurada.
• Los textos escritos en valenciano se enviarán a Pascual y los que estén en castellano a Rosario. .

Correos
Pasqual Mas
pasqualmasATyahoo.es
pmasATuji.es
Rosario Raro
ro_raroATyahoo.es
raroATuji.es
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Normes de presentació de textos

Característiques informàtiques
Processador de textos Word a ser possible
Extensió informàtica: .doc, .docx
Com posar-li nom al document : Posem que et diuen Paco Martí i escrius un text que es titula “La mar” i al cap del temps un altre que es diu “El riu”. Cal posar al document: marti-paco-1-mar i al proper marti-paco-2-riu. I el mateix per als enviats en castellà començant a contar també des del nombre 1.
Tipus de lletra Times New Roman Pas 12. Interlineat 1’5.

Característiques del text
Extensió del text en prosa: De +/- 1000 a +/- 3000 caràcters si es prosa.
Extensió del text en poema: màxim un full.

Advertències
Enviar el text com adjunt
No enviar el mateix text als dos professors.
No enviar més de 2 textos de cop. Preferible un rere l’altre.
PASSAR EL CORRECTOR ORTOGRÀFIC EN CASTELLÀ O EN VALENCIÀ informàtic o humà, és a dir, es pot sol.licitar ajuda de qualsevol persona o recurs perquè  els textos arriben en perfecte estat de revista als professors.
Només s’admetrà un text per autor i per exercici. Més val un però be revisat que molts escrits de manera precipitada.
Els textos escrits en valencià s’enviaran a Pasqual i els que estiguin en castellà a Rosario.

Correus
Rosario Raro
ro_raroATyahoo.es
raroATuji.es
Pasqual Mas
pasqualmasATyahoo.es
pmasATuji.es


lunes, 6 de octubre de 2014

El escritor Juan Pedro Aparicio inaugura el curso de escritura creativa de la Universitat Jaume I

Martes 14 de octubre de 2014
18.00 horas.
Aula Magna de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales
de la Universitat Jaume I


Conferencia Inaugural 
del curso de Escritura Creativa "Escribir lo que imagino"
a cargo de Juan Pedro Aparicio
con el título de Mirando la vida: memoria y literatura

El escritor en el Instituto Cervantes de Londres 
durante su etapa como director.

SOBRE EL AUTOR Y SU OBRA

Cuatro calas en la narrativa de Juan Pedro Aparicio

La trayectoria narrativa de Juan Pedro Aparicio (León, 1941), Premio Castilla y León de las Letras 2012,  se inició en 1975 con El origen del mono y otros relatos y se confirmó con Lo que es del César (1981).

      Junto a Luis Mateo Díez y a José María Merino ha recorrido numerosos centros culturales de todo el mundo “hilando relatos en filandones”, en una labor de rescate de esta tradición leonesa.

Juan Pedro Aparicio quedó finalista en el Premio Nacional de Literatura con El año del francés (1986), novela en la que se confunden mundos de manera especular: la realidad y la ficción, la calle y el cine, el pasado y el presente, el extranjero (Australia, Inglaterra) y una ciudad de provincias o la parte de acá y la de allá del río. Esta duplicidad de visiones se cruza de vez en cuando y asistimos a pasajes en los que no se sabe muy bien si el narrador de la actualidad cuenta lo “antiguo” o el narrador del pasado escala hacia el presente; incluso los personajes perciben esta suerte de magia narrativa: “Álvaro nos ha metido a los dos en su libro en una noche como esta” (276). Este ir y venir entre la realidad y la ficción está aderezado de calas metaliterarias —un personaje, Álvaro Miranda, que proyecta la escritura del “Libro de los grillos del alma”—, conexiones de abundantes notas realistas con un mundo fantástico y medieval, o con referencias literarias —“Alvarín, compañero del alma, compañero” (85)—, o cita a autores como Unamuno al mismo nivel que a personajes como Gregorio Samsa o Bellido Dolfos. Y toda esta suerte de enredos estalla gracias a la aparición de un francés, Violet-le-Duc, que no es otra cosa que un hispanista, que también intenta hilvanar una historia sobre la que investiga, que se lanza en paracaídas desde lo alto de las torres; será este hecho improbable el que abrirá la ficción que sale a flote y provoca la narración de los hechos que envuelven a los personajes, tanto a los del pasado como a los de la actualidad.

En 1989 ganó el Premio Nadal con Retratos de ambigú, aleando la realidad de una ciudad de provincias con la fantasía que su mitología particular genera. En esta ocasión la historia gira entorno a dos focos, el primero relacionado con las industrias cárnicas en manos de los Mosácula y sus conflictos con Sanidad; el segundo con el proyecto del alcalde Polvorinos, por encontrar en la Patagonia al futbolista Chacho. Subyace la corrupción política, la guerra civil, el caciquismo, el chantaje, todo bajo las sábanas de leyendas futbolísticas que no conviene tocar para que el pueblo siga obnubilado por sueños que no le dejan ver la realidad: lo importante es quién vence el partido de fútbol: todo tan lamentablemente actual.

La voz del narrador se mezcla con la de los personajes, en cuya oralidad sube enteros el libro que aprovecha para poner en el foro de forma polifónica la realidad del pueblo entrelazada con las fugas sobre el futbolista desaparecido. Es precisamente la filiación oral de la prosa lo que constituye la narración y la dota de una pátina entre confesión y cotilleo que refresca la lectura.

  
De nuevo la narración fluctúa entre el presente y la leyenda del pasado; y también aquí se amplía esta dualidad con la ficcionalización de algo relacionado con lo ocurrido, esta vez no a través de un libro –como en El año del francés— sino de una película sobre el Rey Bueno. Las historias en planos diferentes no hacen más que entrelazarse y arrojan una visión de pretendida totalidad que hace del lector un juez con la perspectiva de tener a mano lo que ocurrió, lo que ha ocurrido, lo que ocurre y lo que se desea que ocurra.

Sigue con su costumbre de homenajear a otros autores —“El mar. La mar” (231), “¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?” (174) —, e incluso a sí mismo (211), pues aparecen referencias a personajes de El año del francés (Bienzopas) y a la recepción del libro, y hasta discusiones sobre la idoneidad del título “Relatos de ambigú” (178-179, 212).

Desde entonces la carrera literaria de Juan Pedro Aparicio se ha engrosado con diferentes títulos, entre los que destacan El viajero de Leicester (1998) y, últimamente, Nuestros hijos volarán con el siglo (2013).

            El viajero de Leicester es una novela enmarcada, de estructura de caja china, en la que alguien se dispone a contar lo que antes le han contado. El marco sirve para ubicar  y para justificar la narración en segundo grado (19-138), en la que un personaje se ve envuelto en una serie de alucinaciones y situaciones fantásticas, en parte provocadas por el consumo de alcohol y de estupefacientes. El continuo entrar y salir detrás del espejo lleva al personaje a intentar desenvolverse en el filo de la perplejidad, pero permanece “enganchado” a lo fantástico y su deriva por Lot —es decir, León— se convierte en un recorrido terrorífico por la simetría y las casualidades. Nada asusta más que las coincidencias inesperadas: buscar a una tal Cristina, encontrar a una niña que promete contarle cosas sobre ella y a un escritor convulsivo que encabeza su escrito con la palabra “Cristina”. La realidad de la ficción y la fantasía se funde así en un delirio de reflejos y de sombras ambulantes.

            En Nuestros hijos volarán con el siglo Juan Pedro Aparicio escribe una novela de acción contenida, como corresponde a una obra que pretende pasar por fruto de la Ilustración, en la que lo que importa es la deriva del barco en el que viaja Jovellanos, pues esta se revela, según su protagonista, como símbolo de la España del momento: “Nuestra travesía —afirma— no era por el espacio, sino por el tiempo: avanzábamos hacia la muerte” (102), y de ahí que observe “el tácito paralelismo que sin pretenderlo había establecido entre nuestra zozobra y el drama del país” (119). Apenas una refriega con ingleses y una tormenta es lo que llena la primera parte de la novela en la que la ausencia de acción acelerada (tan solo un accidente, unas peleas, alguna caída al mar…) posibilita la evocación y el pasar cuenta a la biografía de Jovellanos, sus estudios, sus escritos, su postura frente al rey José, su relación con Godoy, su exilio en Mallorca y, con todo, el relato gana en anécdotas y vence la monotonía de una singladura que había de ser de horas y acaba siendo de días. La frase “Nuestros hijos volarán con el siglo” (239 y 246) la pone el autor en boca de un polaco, Bogdan, que pretende casarse y hacer que el naufragio sin víctimas del emblemáticamente llamado “Volante” arroje un material humano, nuevo, fruto de las “luces” que habrá de construir la nueva España.



            En la segunda parte, la novela viene a la actualidad, al profesor recién llegado a Londres, Carlos, para dar clases de Literatura Española en el Colegio de España, y cuyo proyecto más inmediato es escribir una novela sobre Jovellanos. Aparicio, rejuvenece el texto narrativo con este tenue giro experimentalista en el que da cabida a la complejidad de las relaciones humanas hoy en día al tiempo que repasa el legado de algunos hispanistas.

            La narrativa de Juan Pedro Aparicio nos lleva por un laberinto de ficciones entremezcladas con escenas verosímiles sin dejarnos ver cuál de los dos campos es el que sostiene el peso de la realidad. Echa mano de la historia del reino de León para enfrentarla a lo inglés en diferentes momentos de la Historia, como si pretendiera hacer ver la diferencia entre la “barbarie” sostenida en el sueño de lo que fue un Imperio, frente al progreso. No solo, por tanto, es la España de Jovellanos frente a la de Holland como en Nuestros hijos volarán con el siglo, sino también es una realidad mucho más próxima: dos personajes de León se encuentran en un tren que va de Londres a Leicester y uno le ofrece al otro un relato alucinante de un espacio común, quizá la única manera de enfrentarse a una realidad que mira más al pasado de lo que debiera.


PASQUAL MAS







Ojos negros

ROSARIO RARO

Escribir es en este momento la labor manual que realizo mientras me dispongo a hilar mi filandón, o a filar mi hilandón, a contar, anécdotas, historias que se pretenden de mayor enjundia, cotidianas o fantásticas, pero no por esto último menos veraces. Tienen en común que forman parte del trayecto compartido con Juan Pedro Aparicio y como las tengo tan presentes son al mismo tiempo origen y destino.
Gilles Deleuze señalaba a propósito de su lectura de La Bête humaine de Émile Zola que para este novelista francés la locomotora no era tan solo un objeto, sino un símbolo épico. En el farwest, tan frecuentado por Gary Cooper, quien en sus películas anda igual que Juan Pedro Aparicio, los trenes irrumpían por primera vez con su potencia colosal, medida con mucho agravio en caballos, para atravesar montañas rocosas, alcanzar horizontes lejanos, seccionar colinas encantadas y superar valles de sombras.
En la península o en el lejano oeste, el ferrocarril funcionó como el dios surgido de la máquina, el deus ex macchina, porque provocó un giro en el argumento. Fue la cremallera que cerró todo un tiempo, y una forma de entender la vida, la que giraba en torno a los cowboys y su manejo del ganado.
Aquí hubo una vez dos trazados ferroviarios, el de La Robla y el de Sierra Menera. “Los penachos de humo”, dice Juan Pedro y la piel se eriza al evocarlos dentro de la trinchera entre la nieve de Puerto Escandón o Mataporquera.  En la península se tituló progreso industrial.
Uno de los prodigios de Juan Pedro Aparicio, tiene que ver con todo esto, porque resucitó en mejores condiciones de las que estaba, al tren de La Robla y lo rebautizó como el Transcantábrico. Ambos trazados, el conocido popularmente como de Ojos Negros, porque arrancaba del municipio del mismo nombre en Teruel, y el del norte, delineaban con carbón el paisaje para alcanzar las fraguas, los Altos Hornos del Mediterráneo en el Puerto de Sagunto o  las factorías de la metalurgia de Vizcaya.
De la misma manera que los ríos, los trenes tienen estructura de filandón, de conversación junto al fuego, de velada en la que se hilan historias, se engarzan escenas y se presenta a los demás a nuestros personajes favoritos. La sintaxis de los ferrocarriles se articula en torno a los viajeros, sus vivencias y sentimientos, las estaciones y su trasiego son los elementos nucleares, con el apoyo o el acompañamiento de los apeaderos. Es un lenguaje que también consta de prosodia, el silbato del factor de circulación, o el pitido del tren, enfatizan los momentos más emocionantes.
El escritor leonés lo primero que le hace sentir a una mujer de mis características y sobre todo de mi edad, aquello que se instala en la trastienda de los ojos nada más verlo es la certidumbre de desear haber nacido antes, malgrait tout, las menos libertades, la mucha falta de oportunidades, etc. para compartir con él la misma efervescencia de aquella Facultad de Derecho, el afán por repartir oxígeno, desde los libros o desde la calle. Dice él que cuando las ideas no caen en el vacío y se tienen en cuenta como aporte, como savia nueva, se hace política. Esta ocasión, la lucha contra el anquilosamiento, debido al color de los tiempos, no la considero del todo perdida. En Qué tiempo tan feliz cita a Cervantes: “los que gobiernan ínsulas, por lo menos han de saber gramática” y sigue el filandón, porque esto último también viene al hilo o a cuento.
Suena más grandilocuente que nunca en estas circunstancias, pero a nosotros dos nos une la honestidad. Una vez, mientras paseábamos por una ciudad árabe, romana, pero sobre todo episcopal, el escritor me transmitía cierto entusiasmo y sobre todo mucha sorpresa, por la calidad encontrada entre los relatos presentados a un concurso muy bien dotado del que él era jurado. Sonreí, pero cambié de tercio en cuanto pude; para mí era como transitar por un terreno espinoso porque yo era una de las autoras a las que la espera del veredicto consumía. No necesité mucha paciencia porque nuestros itinerarios fundacionales, que incluyeron una terraza sobre el mar y una estación modernista, engalanada de cítricos de piedra, aligeraron mi desazón hasta el punto de olvidarme incluso de aquel premio y su proceso. Juan Pedro, solo conocía entonces mi nombre, los apellidos los leyó en el acta y volvieron a resonar después, cuando volvimos a vernos entre carcajadas. La misma persona, decía.
En otra ocasión llegó acompañado por un director de cine con quien hablamos sobre la primera mujer de un poeta vasco, convertida en espectro porque en ella se invirtió el orden natural: primero murió y después se fue de esta vida.
Sin embargo, la tarde que recuerdo con mayor cariño fue una que compartimos en una cafetería de ámbar y madera con otras dos personas, Jusep Torres Campalans y Sabino Ordás. El primero sacó de su cartera una fotografía con Picasso y el segundo se apresuró a hacer lo mismo. Si apareces en una de ellas con el pintor malagueño no solo quiere decir que eres alguien en la vida, sino que existes. Es una prueba irrefutable. Disfrutamos mucho y coincidimos en que eran como niños, parecía el juego del “y yo más”: exilio, riesgo, lecturas…
Guillermo Aguirre, en un magnífico artículo sobre el que ya es el tren de Juan Pedro Aparicio, dice que el conductor de la locomotora conoce el futuro. Se podría añadir que no solo el geográfico porque a fuerza de repetirse las mismas acciones en tantos corazones estas acaban por ser previsibles como un trayecto ferroviario, incluso sus incidentes y accidentes, lo extraordinario, acontece cada cierto tiempo.
Entonces, aquella tarde, tan bien rodeada por Ordás, Campalans y Aparicio, yo aún no sabía, porque no ser maquinista de tren me impide conocer el porvenir, que con el transcurrir de los años -y las estaciones- me dedicaría al mismo oficio falaz que don Sabino, la docencia de técnicas de escritura creativa y que la práctica de la literatura me regalaría muchos más momentos con el escritor.
Concluye ahora este recorrido que me ha transportado hasta La Robla, Guardo, Los Carabeos, Arija, Sotoscueva, Espinosa de los Monteros y Valmaseda, pero también a Ojos Negros, Cella, Santa Eulalia y Sot de Ferrer. Toda mi gratitud es para estas letras filadas que me han permitido pasar de nuevo unas horas contigo.
He llegado a Concordia y Cordura, que no son cualidades, buenas intenciones, ni siquiera potencias del alma sino mucho más, la estación de Bilbao y un lugar en una película de Robert Rossen.
Gracias, Juan Pedro, por guarecerme con tu ejemplo.