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Curso 2016/17

lunes, 27 de abril de 2009

EJERCICIO NÚMERO 13. CORRECCIÓN Y "ADECUACIÓN" DE UN TEXTO.


¿Dónde falla esta historia y por qué?
Trabajos de reforma.

Historia real.............(Sic)
Una mujer recién divorciada, pasó el primer día bien triste empaquetando sus
cosas en baúles y maletas y su mobiliario en grandes cajas.
El segundo día vinieron y recogieron sus pertenencias y muebles.
El tercer día se sentó en el suelo en el comedor vacío, puso música suave,
dos velas, dos kilos de camarones, un plato de caviar y una botella de vino
blanco frío hasta más no poder.
Cuando terminó de comer, desmontó todas las barras de las cortinas de cada
cuarto, le quitó los tapones de los extremos y dentro le puso la mitad de
los camarones y un buen poco de caviar y las colocó de nuevo con sus
tapones de los extremos.
Cuando el marido regresó a la casa se mudó con nuevos muebles y con nueva
novia. Todo fue perfecto los primeros días. Lentamente, la casa empezó a
oler.

Trataron de todo, limpiaron, trapearon y airearon toda la casa. Los
ventiladores fueron revisados por si hubiera ratones muertos y las
alfombras fueron lavadas.
En cada esquina se colgaron perfumadores de aire. Se gastaron cientos de
botes de spray de olor. Hasta pagaron para cambiar todas las caras
alfombras de la casa.
Nada funcionó.
Nadie volvió a visitarlos, los trabajadores se negaban a trabajar en la
casa y hasta la sirvienta renunció.
Finalmente, el marido y la novia tuvieron que mudarse ya desesperados.
Todavía al mes no habían encontrado a quien venderle la hedionda casa.
Inclusive los vendedores se negaban a responder a sus llamadas.
Decidieron gastar muchísimo dinero comprando una nueva casa.
La ex esposa llamó al hombre para asuntos del divorcio y le preguntó cómo
estaba. El le contestó que bien, que estaba vendiendo la casa pero sin
decirle las verdaderas razones.
Ella lo escuchó con mucha calma y le dijo que ella extrañaba demasiado la
casa y que ella hablaría con los abogados para arreglar los papeles con tal
de que conseguir la casa de nuevo.
Sabiendo que su ex esposa no tenía la menor idea del mal olor el aceptó la
negociación por una décima parte del precio real de la casa con tal de que
ella firmara ese mismo día.
Ella aceptó y en menos de una hora él le mandó los papeles para firmarlos.

Una semana más tarde el hombre y su novia se pararon en la puerta de la
vieja casa con una sonrisa en los labios viendo como empaquetaban todos sus
muebles y los metían en un camión camino a su nueva casa.......

.......incluyendo las barras de cortina.
Ilustración tomada de: http://www.grupoese.com.ni/2007/julio/23/fotos/camarones.jpg

martes, 14 de abril de 2009




Alegorías.

Tras la jubilación, Matías, Antonia y su hermano Juan, consagraban el tiempo que no dormían en ver la televisión sentados en el sofá. Un verano, su sobrina les pagó un viaje a Benidorm, con la sana intención de que escaparan por unos días de su reclusión voluntaria. Para ellos fue un verdadero suplicio. Juan padeció una insolación, a María le atracaron al salir del supermercado y para colmo a su regreso perdieron el autobús en el área de servicio de Albacete, acabando el viaje en taxi.

Ahora se limitaban a ver la televisión. Sólo los anuncios y sin voz. Escapando de lo que ocurría en el exterior de su confortable y seguro saloncito. Con la luz apagada, quedaban sumergidos en un mundo de coches fantásticos, hamburguesas con sonrisas de payaso, cuerpos esculturales, cremas depilatorias, viajes a buen precio y todo lo que el universo de la publicidad les ofrecía. Un mundo mágico, sin atracos, sin dolencias, sin contratiempos.

Las tinieblas del saloncito, era profanadas por los súbitos cambios de imagen que la pantalla de 36 pulgadas les ofrecía. Matías caviló que aquello no debería ser bueno para la vista y tras un intenso debate, decidieron confeccionar unos cucuruchos hechos de cartón y forrarlos de papel de aluminio con los que cubrirse la cabeza. En ellos, la luz de la televisión se reflejaba, destellando en el espejo de la cómoda. La iluminación de la farola de la calle proyectaba sus puntiagudas siluetas sobre la pared, consolidándoles en su unión televisiva, sugestivamente anclados al sofá.

Para los vecinos su actitud era poco menos que extraña, digna de análisis. Alguno incluso, llegó a insinuar entre risas que si Platón viviera, explicaría esta conducta de forma filosófica.

Juan Carlos Núñez.