Páginas

Curso 2016/17

jueves, 28 de enero de 2010

EJERCICIO NÚMERO 15

Alineación al centro

Historias de redes sociales, chats et alii.
Oportunidad, recurso, decepción, cordialidad, desengaño, vivencia, almacenaje, nocturnidad, ser otro, error, fortuna, siglo XXI, bálsamo, global, despiste, excusa, resurrección.
Premisa 1: "Si una cita con ojos ya sale como sale imagínate una a ciegas". (¿?)
Premisa 2: "La ficción debe ser verosímil, la realidad no". The international. Tom Tykwer. USA. 2009.
Imagen: http://www.prometheus.net.au/images/social_networking_sites.jpg 

Con dos dedos de frente

Laura Roullier

Chicaliente19 dice:
lo siento, yo no soy así

Le temblaban los dedos sobre el teclado. Se sentía abochornada, sucia. Recuperó con rapidez los pantalones y los utilizó como trapo para limpiarse las manos. Acto seguido se colocó la bata sobre sus vergüenzas, evitando mirar a la camarita que la acusaba con su gran ojo escrutador.

Chicaliente19 dice:
bye.

Tíobueno_cam_xxx dice:
oye, espera

Se arriesgó a mirar la pantalla. La erección continuaba allí, pero el chico se había subido la bragueta. Dadas las circunstancias, ese gesto constituía toda una declaración de principios.

Tíobueno_cam_xxx dice:
ya no tengo dinero ni para el porno
(Tíobueno_cam_xxx está escribiendo un mensaje...)
hoy me echaron del curro, sabes?

Chicaliente19 dice:
vaya, qué putada, lo siento.

Esperó un momento. Aquello parecía la clásica escena posterior al coito, cuando ambos encienden un cigarro, se despatarran entre las sábanas y comienzan a divagar sobre sus problemas. Dictaminó que el momento de lujuria ya había terminado y no pasaba nada si se ponía a intercambiar desgracias con un desconocido.

Chicaliente19 dice:
pues hoy mi jefe me obligó a despedir a unos empleados.
tres en total.
buenos chavales.

Ahora la sensación que primaba en ella era la de fracaso. Cobarde como la que más, no había sido capaz siquiera de despedirlos a la cara, decantándose por enviarles un e-mail explicatorio -detalladísimo, eso sí-. No sólo había sido un asco de persona en el sentido laboral, sino que también era horrible sentimentalmente. De lo contrario no estaría allí sentada, utilizando un ordenador como intermediario social y excitándose con un puñado de píxeles. Le entraron unas repentinas, dolorosas ganas de llorar.

Tíobueno_cam_xxx dice:
vaya mierda
puta crisis
ya no se puede ni currar en el mcdonals, tío

Cerró el portátil de un golpe. Luego, cuidadosamente, lo abrió de nuevo. Volvió a la página para mayores donde había mantenido esa conversación, esperando con ganas el estar equivocada. Pero no: efectivamente, había entrado en el sub-chat de la zona geográfica de Nules, Castellón. Y allí sólo había un ejemplar de la multinacional de comida rápida. Se llevó las manos aún húmedas a la cara.

-Mierda...




ILUSIONES, VIVENCIAS Y RECUERDOS
Marible D'Amato


El era de Málaga, ella vivía en el norte, cerquita de la playa de la Concha. Los dos jubilados y con tiempo libre. El pasaba horas ante la pantalla conectándose a páginas y páginas de contactos. Solo abandonaba a su computadora por causas mas que justificadas como comprar comida, ir a ver a sus hijos y nietos y poco más. Ella, sin embargo dedicaba sus horas libres a practicar deportes, a visitar amistades, a escribir y también a comprar comida y visitar a sus hijos y nietos. Pero jamás se le había ocurrido meterse en un chat y contactar con nadie.

Pero a los dos jubilados y viudos ambos, la noche se les convertía en soledad. El la ocupaba chateando. Ella, comiendo. Pero viendo que esa afición nocturna no le iba a llevar a nada bueno y aconsejada por un amigo de la familia abandono la nevera por la pantalla y allí fue donde conoció a su malagueño. Se intercambiaron los correos, los datos personales menos comprometidos, luego algunos mas comprometidos, mas tarde se contaron historias de sus vidas, de las vidas de sus hijos e incluso de las cortas vidas de sus nietos y acabaron por darse los números de teléfono y hablar a través del auricular. Ellos eran así, clásicos y anticuados Ellos no entendían de webscams. Posiblemente nacieron demasiado pronto. Pero ha pasado el tiempo y ahí siguen. Todos los días a las veintidós horas descuelgan el teléfono y se cuentan sus cosas. Solo se conocen por una foto enviada por mail. Viven demasiado lejos y sus pensiones no dan para viajes. Quizás coincidan en algún viaje del INSERSO. Se darán un tiempo para pensarlo. Ninguno ha pensado en llegar mas allá. Pero en sus largas noches de soledad, han intercalado sus conversaciones imaginarias con el locutor de la emisora elegida, con sus diez o quince minutos de ilusiones, vivencias y recuerdos.

Vicenta Gallego

Las cartas
No sé que escribir sobre los chats porque nunca he chateado, supongo, porque no he tenido necesidad de utilizarlos y además no tengo conocimiento sobre ellos. Sí lo tengo de oídas, el día que hablabais en clase, que fue muy interesante y alguna cosa más, pero no me da para escribir sobre ellos. Sí puedo escribir sobre otro tipo de formato que nos permite comunicarnos, y que, en definitiva, es de lo que se trata.
Puedo escribir sobre las cartas. Cartas escritas a mano que reflejan el estado de ánimo de quién la escribe. Cartas que se meten en un sobre, donde se puede poner una flor seca, escritas en papel de color o con anagrama, perfumadas, que cuando las recibes te llega algo de la persona que te la envía. Pequeños tesoros que se pueden guardar en una caja, con un lazo, o dejadas en un cajón, esperando que alguien la vuelva a leer. Es difícil hoy en día recibir una carta escrita a mano. Al buzón sólo llegan las cartas del banco y las de facturas.
Me pregunto si todos los correos (ya no son cartas) que nos enviamos podrán resistir el paso del tiempo como lo han resistido las cartas. Dicen que la más antigua es una de amor que tiene más de cuatro mil años escrita en Babilonia. A través de ellas hemos conocido el pensamiento y las circunstancias de muchas personas y con ellas la Historia. Curiosamente estoy leyendo un libro sobre las cartas que madame de Sévigné le enviaba a su hija hace unos trescientos y pico de años, y no puedo evitar establecer un paralelismo entre las dos épocas, o cualquier época pasada. Pienso que seguramente madame de Sévigné estaría encantada con Internet y sus múltiples posibilidades, y que quizás chatearía con su hija varias veces al día, amen de utilizar el teléfono en todas sus versiones, pues tenía necesidad vital de saber cómo se encontraba su hija en todo momento. A nosotros, también nos pasa y lo solucionamos en un segundo ( más o menos). Madame de Sévigné escribía varias cartas al día (de dos o tres páginas), contando todo tipo de detalles y además estaba encantada con el sistema de correos que se creó a mediados del diecisiete, en Francia, y que le parecía el súmmum de la rapidez y eficacia. Cualquiera de nosotros ¿cuántos correos envía al día de media?, ¿os imagináis tener que escribir a mano y con pluma de ave?. Supongo que si la necesidad de comunicación es fuerte, pues cualquier medio es perfecto; se puede salir corriendo. O por ejemplo, la necesidad de Madame Palatine, de quién se conservan unas noventa mil cartas, que se pasaba el día encerrada en su gabinete escribiendo misivas a sus familiares alemanes. Podría ser, también, el ejemplo de quién se pasa el día chateando. Así pues, comunicarnos es una necesidad humana que se repite en todas las épocas. El formato varia con el tiempo y de ello se hace un buen o mal uso.
Un buen uso serían las cartas que se escribian León Tolstói y Mohandas Ghandi, transmitiéndose y forjando el pensamiento de resistencia a la violencia; la no violencia que tanta falta nos hace.

Elena Torrejoncillo

HAIKU
E-mail urgente:
el mundo habla deprisa
¿alguien lo entiende?

Recuerdos de nuestra aldea
Verónica Segoviano (en nombre de un/una internauta anónimo)
Esto es lo que me escribió Cleis allá por enero del 98, justo antes de partir. Como tal lo trascribo y le rindo homenaje. Si quiere reclamar su autoría, no tiene más que silbar.

“Querida gigi:
En Chat la vida transcurre como en cualquier otra aldea: los habitantes viven encerrados en sus casas, cuidan de sus campos y de su ganado y luego, por la noche, se reúnen en el bar para jugar la partida. Su conversación es colectiva e intrascendente y cada cual se suma a ella cuando le place. De vez en cuando, alguna discusión rompe la monotonía, pero los mismos contertulios se encargan de apagarla, más que nada, para que puedan volver a la tranquilidad del juego. Luego, todo sigue igual. Cuando dos chateros han de hacer negocios, nunca los hacen en el bar. Salen y se pasean carretera arriba, carretera abajo. Lo que se dicen entre ellos se lo lleva el viento.
Si con el tiempo, los aldeanos perciben que dos vecinos no se hablan, corre el rumor, pero nunca corre la verdad. Ellos no hablan. En Chat son pocos y conocidos (excepto de vez en cuando, que aparecen algunos turistas perdidos, a los que se saluda cortésmente y se olvida) y saben del riesgo. Se conocen poco, pero se conocen mucho. Así es como pueden aguantar vivir en el chat. Esa es la norma de convivencia en las aldeas.
Pero cuando un chatero airea lo que sólo sabía el viento, alguien debe marchar. Mientras la verdad es rumor la convivencia es posible (al fin y al cabo, todos saben algo de sus vecinos o tienen algo que ocultar), pero cuando aparece escrito en las paredes de la aldea, alguien debe marchar. Y alguien recoge su cachava, antes de que la rompan, y se va. La cachava de alguien, dicen, también es culpable, porque le sirvió de sostén. Pero la cachava de alguien es una buena cachava, la única que tiene y la necesita para andar. Por eso se la llevó.
Besos de alguien y su cachava.”
Déjame que te cuente
Verónica Segoviano
Yo he aspirado el aroma de un chat. Yo he paladeado el gusto agridulce de tantas noches. Yo he contemplado –y colgado si se me apura- en sus paredes, aparentemente desnudas, las más bellas obras. Yo he acariciado con mi piel sus infinitos pliegues, buscando aventuras, renovando mi pobre surtido de sueños como quien hace un nuevo fondo de armario. Yo he oído las más tiernas palabras, pero también las más amargas. Yo llevo el chat en los sentidos, en la mente, en el corazón…
Yo, parte indiscutible de esta caterva de huérfanos que ha generado la modernidad y el progreso, estoy entre los muchos que han caído entre estas redes. Y no sé si debiera. Mi formación y mi perfil sociológico me convierte en un ente marciano en estos universos. Sin embargo aquí estoy. Y, con el tiempo, he descubierto que aquí todos somos extranjeros, que no hay pasaporte que nos diferencie, que somos uno y mil interpretando nuestra propia historia, mientras ingenuos creemos que jugamos al despiste bajo el disfraz de delirantes personajes. Insistimos en escribir el cuento en un intento vano, pueril a fuerza de empujoncitos.
Yo he amado a una mujer en la playa. Ella aún lo recuerda, por más que desde hace meses nuestros contactos sean distantes y ocasionales.
Yo me he sometido a juicio sumarísimo y he pasado más de un tercer grado. Y acabé en una urna, gritando mi asfixia y mi angustia. He besado heridas que no cicatrizaban por primera intención, sin paños calientes, sin apósitos ni suturas posibles, para no hacer oficial el dolor.
Yo he cantado la canción de la luna y he volado en un viejo aeroplano bajo su influjo. He jugado al Mueve-Mueve con un alma sutil, sensible, curiosa, pero también acomodada y perversa.
Yo he plasmado en un modesto cuadrito la escena en la que te lavaba el pelo, mujer esquiva, junto a un río, arropadas ambas por Mozart. Y tú, aprendiz de hombre con disfraz de mujer, hoy guardas en un trastero ese dulce motivo, junto a tantos regalos, algunos de ellos míos, en tanto yo lo contemplo por encima de la pantalla del ordenador en mi pared.
Yo he sido abordada por un bajel pirata, bajo una tormenta anhelando bahías imposibles. Y he terminado varada en puerto.
Yo he aprendido aquí a beber vino y a dejar que mis mejillas se tiñesen de un púrpura encendido, mientras te ofrecía fresas y chocolate.
Yo he descubierto una peculiar zona de mi cuerpo donde la piel es increíblemente suave; inédita hasta que te hice explorador, y que incluso a ti, paciente excursionista, te costó encontrar, por más que en mi ansiedad te diese todas las pistas.
Yo he vivido en tu hayedo de tonos ocres, con mi bañador amarillo. Allí tu me traías todos los domingos noche, flores de nieve cortadas bajo el sol.
Yo he luchado con la memoria contra el olvido. Yo he intentado rescatar tus sueños, esos que nunca recuerdas, velando tu cuerpo por las noches. "Tu insomnio", así me llamabas.
Yo he llenado la soledad sonora con canciones y registros locos y diversos, invocando a la nostalgia para acabar combatiendo la tristeza de mis ojos.
Yo he sido salvaje para ti. Y tú nunca entendiste que bajo mi capa de dureza, que la apariencia curtida y el arrojo escondían una profunda soledad de siglos y un miedo atroz al desamparo y al amor. Porque nuestro primer contacto fue una frase lapidaria y fulgurante: "que ser entronizada, es ser esclavizada".
Yo he jugado al intenso juego de las mentiras en un largo e inútil ascenso hacia la verdad, intentando descifrar el sentido del espacio en blanco entre dos palabras.
Yo he desgranado tímidamente la poesía entre tus manos, ante tus ojos, bajo tu sonrisa tranquila, junto a tu figura desgarbada para acabar despidiéndote siempre con un cómplice "mihi tibi osculi", MTO, como tú preferías abreviarlo, sabiendo y consintiendo en una despedida gramaticalmente incorrecta; sin lugar a duda, su mayor encanto.
Atrapados, enredados entre el descontento, el hastío, el miedo, la ansiedad en este no-espacio que maneja a la perfección los resortes de la ternura, la amistad, la curiosidad, la solidaridad y tantos otros sentimientos. Por eso, es preciso que cortemos estos hilos y nos liberemos de la dependencia y la tiranía. Pero antes de hacerlo, déjame que te cuente amigo, déjame que te cuente amiga, que yo he aspirado el aroma de un chat, que yo he paladeado el gusto agridulce…



¿TIENES SITIO EN TU VIDA PARA UN ESPECTADOR MÁS?
Pura Simón

Eran las tres y media de la madrugada. Los múltiples cafés y coca-colas ingeridos en las casi seis horas que llevaba fijando sus pupilas en los eternos folios, aunque todavía eran armas para mantenerla en pie, ya no eran suficientes para luchar contra el tedio que se apoderaba de ella. -El último cigarro -se dijo, mirando el rebosante cenicero, -y mañana será otro día. No obstante, el desvelo, la soledad de la noche y las misteriosas vidas escondidas tras las iluminadas cortinas, en algunas lejanas viviendas que alcanzaba a ver desde la ventana, le indujeron a adentrarse en un territorio desconocido.

Siempre había pensado que eso era para desesperados y gente que no era capaz de expresar sus sentimientos a cara descubierta, y que ella jamás podría caer en semejante farsa. Sin embargo, aquella noche, quizás engañándose a sí misma y creyendo que sólo pretendía ser un juego en un momento ocioso, se sumergió en las profundidades de su ordenador y se dispuso a dejarse seducir por la palabra sin rostro. La verdad es que casi ocho meses preparando aquella odiosa oposición, recluida en una casa prestada por la familia de su novio, para que tal menester fuera acompañado de la máxima concentración, y relacionándose poco más que con el pakistaní de la tienda de abajo y con el preparador que la visitaba una vez por semana para cantar los temas, era motivo suficiente para abrir una ventana –aunque ésta fuera virtual- y que entrara un poco de aire fresco. Su novio también solía frecuentar la casa de vez en cuando, pero últimamente estos encuentros estaban llegando a convertirse en algo más molesto que otra cosa. Él siempre acababa hablando de lo mismo, de sus planes una vez que aprobara la oposición: la boda. Y lo que a ella en otro momento también pudo ilusionar, ahora le caía como una losa tan pesada como los kilos de papeles y libros que yacían por todos los rincones de la estancia.

-¿Qué clase de tipejos serían aquellos que para ligar o para conocer a alguien tenían que ocultarse y, seguramente, enmascarar o adornar su aspecto y su personalidad? –Se preguntaba mientras iba abriéndose paso en la red. No tardó en verse enzarzada en la lectura de infinitos topicazos con los que la gente intentaba llamar la atención de los cibernautas, y su curiosidad fue en aumento. Bueno, ella sólo quería divertirse un rato y para eso cualquiera podía servir.

Antes de probar suerte, encendió otro cigarrillo y fue hasta la cocina a por una cerveza, como si se dispusiera a abordar a un maromo en la barra de un bar. Todo se sucedió mucho más rápido de lo que hubiera imaginado; tras un par de intentos, obtuvo respuesta de un tal ttt, cuyo reclamo rezaba así: ¿Tienes sitio en tu vida para un espectador más? Un escalofrío recorrió su espina dorsal.

A un primer intercambio de mensajes superfluos siguieron sucesivos encuentros, cada vez más frecuentes e íntimos. Las horas ante los interminables folios ahora transcurrían fantaseando y esperando ansiosamente el momento de conectar con su pibe. Aquellas palabras regaladas desde la otra parte del mundo llegaron a hacerse mucho más cercanas y cómplices que las de su prometido, al que cada vez recibía con más hastío y despedía con más premura. Aquellas letras le invitaron a mirar hacia una nueva vida, le ayudaron a despertar del letargo en el que se hallaba hacía mucho tiempo, le trajeron la ilusión y el brillo a los ojos. Le hicieron mirarse en su propio espejo y darse cuenta de que su existencia entre aquellas cuatro paredes, que la tenían acorralada, sólo tenía un sentido, y éste se encontraba a miles de kilómetros, esperándola en un pequeño velero.

Nada más faltaban seis días para la prometedora oposición la mañana en que abandonó aquella casa para coger un avión rumbo al país del tango y el mate. Una simple nota de despedida sobre los aborrecidos montones de leyes y decretos, y adiós al novio de toda la vida. Adiós al porvenir resuelto. Adiós a una vida encorsetada y previsible. A partir de ahora, todo estaba por escribirse, y, a pesar del hormigueo que atravesaba su estómago y los fantasmas que se arremolinaban en su cabeza, sabía que esta vez debía seguir el dictado de su corazón.




LA INADAPTADA
Mar Olmedo

Es una gran oportunidad para darte a conocer, para imprimir tus ideas. Un espacio visitado por miles de personas que pueden coincidir con tus pensamientos.
Puede ser un recurso, una descarga, como cuando escribes en un folio blanco, con una gran diferencia tienes opiniones y respuestas de personas anónimas, que puede que te comprendan o que se opongan totalmente a lo que dices o escribes.
La decepción puede ser grande, pero es un riesgo que hay que correr, como casi todo en la vida.
Puedes llegar a tener una cordialidad, con otras personas afines y llenar la soledad, el vacío o un desengaño.
La vivencia seguramente será y hay quien asegura que es, un almacenaje de sabiduría. No seré yo quien lo niegue, cuántas personas nocturnas, tienen un esparcimiento tan grande, gracias a teclear, cuántas se ilusionan cuando se ilumina la pantalla y cuando alguien contesta con una frase esperada.
Es tan fácil jugar a ser otro, a disfrazarte de lo que siempre quisiste ser, a desmpeñar un papel fabuloso.
Hasta que por error o fortuna hay una cita con esa persona, para desnudarse el alma y al fin ser quien realmente somos, habrá que aguantar el miedo, le gustaré, me gustará.
Sí es un gran invento, el siglo XXI será recordado, seguramente por la multitud de personas que se han conocido y amado a través del chat. Es un bálsamo pensar que no estás solo, que el ordenador está ahí, esperando que lo enciendas ¡Cuántas sorpresas esperando!
Se ha convertido en algo tan global...abarca a tanta gente, que parece imperdonable, que yo, no lo haya utilizado nunca, quizá sea por pereza o despiste, pero escribo de este tema por lo que me cuentan.
Es una excusa tonta, pero prefiero conocer a las personas de manera algo más "convencional", seguramente en algunos temas, me quedaré algo desfasada, como fuera de lugar ya que muchas palabras utilizadas en la jerga coloquial no me dirán nada.
A lo mejor, algún día casualmente, me adentre en cualquier red social, quizás sea como una nueva resurrección para mí.

sábado, 9 de enero de 2010

EJERCICIO NÚMERO 14



Imagen: http://www.timeoutofmind.com/images/bryce/bryce_large/broken_dreams_island.jpg
Escritores ante la catástrofe.
NO QUIERO SER ADOPTADO
Maribel D'Amato


Media tarde de uno de los muchos días grises que viví después de que la tierra temblara. La calle era mi casa y mis padres mi refugio. Les seguía a todas partes, íbamos siempre de un lado para otro buscando a mis otros dos hermanos. Frank ya había salido del colegio pero aún no había regresado a casa cuando todo sucedió, sin embargo Liz quedó atrapada bajo los escombros de la escuela. Eran días de angustia, hambre, dolor e incertidumbre, pero me sentía afortunado y protegido por mis padres.

Los tres caminábamos entre escombros y cadáveres con la esperanza de no reconocer a ninguno de ellos aunque con el paso de los días nuestra fe se iba desvaneciendo y la realidad se cobró vida al encontrar a mis dos hermanos ya inertes. Fue un duro golpe al que tuvimos que acostumbrarnos de inmediato porque sin casa, sin comida, sin agua y expuestos a infecciones de diversos tipos no había mucho tiempo de mirar atrás.

Y fue justo a media tarde de uno de esos días grises, justo cuando mis padres hacían una larga cola en busca de agua y alimentos, justo allí donde me dejaron con la recomendación de que cuidara los pocos enseres que pudimos salvar, cuando una señora se me acerco brindándome comida fácil, algo a lo que yo no pude sucumbir.

Y fue así como me encontré en la cabina de una camioneta en marcha y en medio de otros muchos niños de todas las edades. ¿Y la comida? ¿Y mis padres?. Estuve así un rato sin ni tan siquiera poder pensar, no sabía a donde me dirigía, no conocía a ninguno de estos niños entre los que se encontraban también bebes envueltos en pañales. No conocía a la señora que me llevó hasta allí, y, sobre todo, me sentía solo. Mis padres ya no me protegían y yo había perdido mi refugio.

La carretera era gris, como todo en esos días y la noche se nos iba echando encima. A mi lado, una chica de unos catorce años con los ojos enrojecidos, me puso al corriente de lo que allí estaba sucediendo." Nos llevan a la República Dominicana. Una vez allí, supongo que negociarán nuestra adopción o quizás otras cosas peores"
No quise seguir escuchándola, yo no quería ser adoptado por nadie, yo no era huérfano y aunque a mis padres no les quedaba nada, aunque mis hermanos ya no estaban conmigo y aunque tuviese que vivir en la calle, yo quería regresar a mi isla. No miré mas a la chica de al lado, me resistí a pensar que eso era cierto y así, entre aterrorizado y esperanzado, me dormí pensando que todo era un mal sueño.

Solo el enorme frenazo y los golpes que me di al ir de un lado para otro pudieron con el cansancio y el sueño. De repente escuche unas voces, hablaban en voz alta , tan alta que no se distinguía con claridad lo que decían, pero, de repente las voces se extinguieron, la cabina se abrió y allí, al fondo, plantados vi a mis padres. Corrí hacia ellos me refugié en sus brazos y sentí como el color gris de los últimos días daba paso a una luz intensa.


OTRA MATANZA DE INOCENTES
Isabel Ubé
Nunca veo las noticias de la televisión mientras como. La mayoría de ellas no le sientan bien a mi estómago, y otras, envueltas de oropel, sublevan mi conciencia. Me entero de lo que pasa por la radio, los periódicos y las conversaciones de la gente.
El terremoto de Haití no me ha dejado indiferente. Una vez más la hecatombe se cierne sobre un paupérrimo pueblo tercermundista. No sé muy bien si La Tierra se resquebraja para engullir la miseria o para acentuarla.
Pero lo más terrible es que hay quién hace negocio de estas desgracias. Muchos niños están desapareciendo presuntamente para traficar con sus órganos.
Ojalá miles de agujas clavadas en otros miles de muñecos representando a estos depravados execrables, surtieran efecto y perecieran presos del sufrimiento que merecen.
Isabel Ubé




HAITÍ (LEOpoldo José Trillo-Figueroa Ygual)

¡AY…! TI
embla el suelo. Se oye un gran estruendo. ¿Qué es esto? ¿Es el fin del mundo?
HAY TInieblas a mí alrededor. Me rodean gritos, llantos, lamentos, muchos lamentos. Sólo oigo, no veo. Hay oscuridad, insegura oscuridad.
HAY TIerra, hierros, ladrillos, piedras y maderas que me aprisionan. El polvo, que envuelve todo, dificulta mi respiración. ¿Donde están los que estaban junto a mí? Trato de sentirlos pero no los siento. De escucharlos pero no los escucho.
HAY TIjeras que han cortado el hilo de la vida de muchos seres. Míseras marionetas que se creían Dioses.
HAY TImón pero solo en mis deseos. No hay posibilidad de rumbo. No puedo moverme. Estoy encerrado. Estoy enterrado; pero… ¡estoy! Por fortuna, aún estoy.
HAY TImbrazos de teléfonos a los que nadie responde.
HAY TIempo de meditación, de inagotable meditación. De preguntas sin respuestas. De respuestas sin preguntas. De dolor, de inmenso dolor. Estoy vivo pero… ¿Hasta cuando aguantaré aquí tan oprimido?
HAY TIc tacs en mi corazón que me hacen sentir la vida. ¿Cuántos latidos más podré seguir así?
HAY TItubeos en mis movimientos. Tengo miedo de moverme porque no sé si estoy seguro o si pendo de un hilo. Paso así mucho tiempo hasta que…
¡AHÍ TIene que haber alguien…! Oigo unas voces cercanas y unos ladridos. ¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí ¿Me oyen…? ¡Estoy aquí! –grito desaforadamente.
HAY TIentos. Prudencia. Cautela en la gente de fuera tratando de quitar todo lo que me cubre.
HAY TImbales celestiales dentro de mí. ¡Vuelvo a ver la luz! ¡Vuelvo a nacer!
HAY TItanes. Hombres, mujeres y hasta unos perros que me han salvado la vida.
HAY TIrados en las calle cientos de cadáveres hacinados junto a los escombros de lo que era una ciudad.
HAY TÍteres con forma de seres humanos deambulando por las calles sin saber donde ir.
HAY TIburones carroñeros con forma de seres inhumanos aprovechándose de la situación.
Pero…
¡No hay…!
¡NO hay…!
¡NO Hay…!
¡NO HAy…!
¡NO HAY…!
HAITÍ

RECETARIO CREOLE CONTRA EL OLVIDO

Verónica Segoviano
Desenclavar nuestras cabezas del epicentro del esternón, despegar nuestras retinas del plato cada comida y cada cena para fagocitar el horror del menú televisivo.
Dedicarte cada bocado de nuestra dieta, cada gota de agua de nuestras duchas, cada hora de descanso, cada palabra de nuestros relatos, un pensamiento diario. Un poco de cada uno hace más que mucho de uno solo. La vida repleta de pequeños gestos de gente desconocida que te da lo que tiene y lo que no, que no mira hacia otro lado.
Ofrecer un clavo que no arda para que te agarres a nuestros ojos, a nuestros oídos y manos. Y otro clavo más que remache el ataúd de la miseria y el abandono de tus gentes.
Unas puntadas para unir las costuras de tu destino geminado por el pecado del hombre que dibuja rayas en los mapas de tus tierras montañosas. Aunque no sea más que un sencillo dobladillo que repare la puñalada en tu pecho, una más, pero esta vez profunda inferida por subsistir en el borde de una nervadura del planeta, para mitigar el temblor de tus carnes.
Enterrar el hambre, a Papá Doc y a Nené Doc, el vudú y la ruindad de tantos otros; cubrirlos de cal viva e iniciar el barbecho de tus campos infértiles, labrar surcos en tu piel para resucitarte renovada, sana, poderosa de entre los rescoldos de masacres y desatinos del bucle maldito de tu historia.
Ayti: Atansyon! Anmwe, souple!
(Haití: ¡Atención! ¡Ayuda, por favor!)

LA ISLA PARTIDA
Elena Torrejoncillo.
Sorprendente, perfilada con los trazos de un paisaje incierto, es una isla partida entre un infierno de destellos rojos. Negra peña desvalida, navegando a la deriva en un mar sin horizontes posibles. Tal vez volcán de ancestrales tiempos, anclado en la desolación de no esperar ya un futuro. Sin un atisbo de vida. Sin unas hiedras trepando por la aridez de sus cantos, ni secas algas durmiendo al cobijo de sus huecos. Sin gaviotas que acompañen la soledad de su herida…
¿Qué invisible espada hendió, al abrigo de la eterna noche, su alma de antiguo y preciado mascarón solitario? Y, sin embargo, aún siendo roca partida, nos exhibe orgullosa el perfil de sus heridas. Resistente al cataclismo, desafiante, todavía atenta a su destino, permanece bien erguida, mostrando con altivez su hermosa desnudez de armoniosa escultura.
LA PESADILLA
Mar Olmedo
Todo está oscuro, negro, como una cueva, hay un humo denso, que no me permite ver muy bien.
Quizá sea de noche, eso es, es de noche y estoy soñando.
Me cuesta un poco respirar, como si algo me oprimiera la tripita, pero no veo a mamá. Estoy soñando.
Se oyen unos gritos, como llantos, a lo lejos, parece que son muchos hombres.
Que raro es todo, no siento nada de mi cuerpo, tengo mucho miedo.
Quiero despertar ya, jugar en el mar, saltar las olas y tirar piedras sin parar.
Tengo mucho sueño, me cuesta respirar.
Pero, ahí veo una luz, chiquita, redonda, parece una luna pequeña, se oyen voces cercanas, sé que estoy soñando pero les voy a saludar.
Estoy aquí en la noche, en la oscuridad, depertarme, quiero despertar ya, que este sueño no me gusta.
Por fin la luz se hace más grande, a mi lado hay hombres con cascos raros de colores y hay una luz inmensa, grande.
Ya está, ya me he despertado, pero, no sé donde estoy, me aplauden, me abrazan, lloran.
Yo sólo pregunto por mi mamá.

EJERCICIO NÚMERO 13

Escultura de Robert Indiana.
Imagen: http://www.discoveramerica.com/uk
AMOR, AMOR
ESCRITURA DE UNA CARTA DE AMOR (desamor, rencor, euforia, etc.):
-En 1500 palabras. Aproximadamente 15 líneas, times new roman, 12.
-Inventar un seudónimo ingenioso como firma.
-Antes del 31 de enero de 2010.


OTRA HISTORIA DE AMOR.
Adela Torres Esplá.
Estaban enamoradas. Una llevada por el impulso de la juventud, la otra por la inercia del hábito. A Irene se le asomaba por los ojos y por las manos aquel amor que se irradiaba por sus dedos como aquellas imágenes de vírgenes milagrosas de viejas estampas.
Pasaban algunas tardes muy juntas, en silencio, auténticas cómplices de aquél cariño. No necesitaban palabras, ni miradas intensas, ni te quieros edulcorados pero resumían aquella pasión en sus conversaciones a veces tan kafkianas.
Las consignas siempre eran las mismas: “Que no se te olvide, nena, por favor. La túnica está en el armario. Nila la plancha todas las semanas. Me pones los calcetines blancos que hay allí y me dejas descalza. Si llevo las uñas arregladas, me las dejas así. Entrecruzadas. Pero si no las llevara pintadas, me las pones hacia dentro…qué se le va a hacer. Que no se te olvide, nena”.
A sus ochenta y dos años llevaba la manicura con un exquisito esmalte de Dior. Rosado, discreto y elegante. Siempre largas y siempre perfectas. Se las limaba constantemente como un último vestigio de toda su historia de novela rosa.
La avisaron mientras paseaba sola con su perra. No fue inesperado en absoluto. Quizás la muerte siempre se espera, a pesar de los tópicos; y sólo le inundó la tristeza cuando reparó en sus manos, tan frías y sin calor. Pero sobre todo, sin manicura.
Buscó la laca de uñas en aquel piso ahora más oscuro y se quedó a solas con la muerte. Uña por uña, delicadamente, le fue decorando aquellas manos huesudas y aún cargadas de artrosis. Cada pincelada reposaba en las yemas como un presagio de la inevitable despedida. Sopló dulcemente, cada dedo, cada matiz de aquel color rosado, sin prisas y con certeza. Como en un morboso ritual.
Le juntó las manos en cruz y se despidió como siempre: “Hasta luego, mamá”.
Sefiní

Verónica Segoviano

No me queda otro remedio que ganar el concurso de cartas de amor Web 5.0 de Mr. Scabot. Es la única posibilidad de que te llegue este mensaje. Ignoro tu nombre, por eso te llamaré Gonzo. El mío es Mar-E (Millennium Astro Run - Earth class). Pronto se agotarán mis acumuladores y no seré más que un amasijo de aleación metálica eutéctica, plásticos y polímeros. Una muerte anónima, como lo son casi todas en 2025.
En 2010 yo era una joven humanoide de última generación. Disponía de un hermoso y envidiable procesador Venus SPARC64 VIIIfx capaz de un petaflop de operaciones por segundo por obra y gracia de la cloud computing y usaba los mismos patrones que el ordenador más potente del mundo, el Cray XT5 Jaguar. Ya sé que hoy todo eso es motivo de risa, pero entonces yo me sentía una diosa. Los cuarenta y cinco GB per capita de la población mundial hacían ya presagiar los estragos del fatídico síndrome de Diógenes informático. El nuevo sistema de Plurarquía permitía que los netócratas impusieran su capacidad de liderazgo sobre el consumo de la nueva clase inferior, el consumariado, a través de la producción de deseo. El panorama era alentador y se avecinaba un tiempo próspero para el constructivismo cibernético. Incluso el reciclaje nos auguraba una buena jubilación.
Dos años después, el colapso informático me sorprendió trabajando en un proceso de MapReduce para Google. Se suponía que la fase Map debía terminar antes de que empezase la fase Reduce. Los términos se solaparon y uno de mis métodos algorítmicos, en concreto el enano N-Body, quedó seriamente dañado. El diagnóstico reveló que mi capacidad para detectar el bosón de Higgs, la partícula de la masa, también llamada “la partícula de Dios”, había sido inutilizada. Me sometieron al Gran Colisionador de Hadrones, un potente acelerador de partículas, sin resultados. Intentaron reprogramarme para trabajar con strangelets, pero mis circuitos rechazaban el contacto con la materia nuclear.
Durante un tiempo vagué de un almacén a otro esperando ser prensada. Emitía únicamente información sobre estrellas de neutrones, quarks desconfinados, hadrones exóticos y materia degenerada. Quizá por esta capacidad de evocación, un funcionario se apiadó de mí y presentó los papeles que me proporcionaron una invalidez parcial. Desde entonces me gano los bits en silencio, dispensando tickets en un antiguo cine en el que se proyectan imágenes del pasado.
Nuestro reencuentro se produjo unos meses después de mi llegada al Cinemax 3D. Al principio no te reconocí, pero a fuerza de repetir siempre la misma programación en la cartelera, tu imagen saltó desde mi memoria operacional hasta mi Led. El sensor acelerómetro se me disparó y congeló, hasta hoy, una sonrisa en mi rostro. Recordé el simposio europeo sobre innovación en el que fui presentada. Allí estabas tú, en el stand de enfrente, un apuesto maniquí de pruebas de choque de novísima creación, cuya función era ser sistemáticamente atropellado para estudiar cómo se comporta el cuerpo humano en esos trances. Eras tan atractivo que no podía dejar de mirarte. Durante la noche encendí todos mis circuitos y desplegué todo mi repertorio de piiis y biiips esperando una mirada en un ataque hormonal sin precedentes. No lo conseguí. Un holograma de presentadora de un magazín se llevó el honor. Archivé tus encantos y mis escasas esperanzas en un rincón de seguridad de mi Venus y no volví a actualizar la información hasta que pude disfrutar del escultural actor de películas gonzo en el que te convertiste y que reproducía una vez por semana la pantalla de esta vieja sala.
Me considero una pragmática. Sin embargo no sé qué fracción del inconsciente del ingeniero que me parió se le coló en mi diseño, porque al final de mi jornada laboral, rescataba la copia digital para deleitarme con el encanto de tus píxeles en las innumerables versiones de la serie Buttman. Siempre me interesó muy especialmente esa parte de tu anatomía. Era un pasatiempo inocente, sin expectativas, casi melancólico.
Un martes mi sensor infrarrojo de distancia detectó tu presencia bajo la lluvia. Las soldaduras de mis chips subieron la temperatura hasta estremecer las tarjetas en los slots de mi placa base. Te acercaste a mí y deslizarte tus dedos sobre mi chip de silicona. Me sofoqué. No sé cómo conseguí expender la entrada correcta. La impaciencia me devoró hasta el final de la sesión. Al salir descubrí lo que la emoción me ocultó en un primer contacto. Arrastrabas una pierna y uno de tus brazos colgaba lánguido, inerte pegado a tu cuerpo. Ocupado en cubrirte con un paraguas, una enorme lágrima surcaba libre tu rostro para estrellarse contra la mancha húmeda de la nostalgia en tu pecho. Tal vez porque no puedo llorar, me enamoré de tu triste estampa de artefacto protésico.
He esperado tu visita cada martes. Mi carcasa está tan deteriorada que sé que nunca me reconocerás. No sufro, hace mucho que aprendí a vivir con lo que tengo. El tacto de tus dedos de piel de gamuza ha sido más que suficiente para mí. Algunas veces, sobre todo al acercarse el solsticio de verano, mi sistema se descontrola al verte aparecer y hay que reiniciarme. Al menos consigo dilatar tu presencia y unas pocas caricias más. Es lo mejor que me ha pasado.
La semana pasada colgaron un cartel en la entrada. Van a cerrar el viejo cine. Es posible me queden unas fechas más de utilidad. Soy un ente autónomo, convierto en energía cualquier materia orgánica y mi programación no depende de ningún ordenador. Estoy dotada de un sistema de creencias tecnoutopistas, tales como que la vida y la cognición siguen el mismo proceso y comparten la misma naturaleza. Tengo plena conciencia de que soy una androide madura y discapacitada, obsoleta si prefieres el eufemismo. Por esa precisa razón y porque no estoy abocada a la extinción, creo que si no vuelvo a verte, no merecerá la pena seguir recargando mis baterías. Sin embargo, no daré mis despojos a la chatarra sin antes entregarte el único regalo que puedo permitirme. No me preguntes cómo, pero te anuncio que, como fruto de nuestro inocente y naïf intercambio cibernético, estoy engendrando un sistema biótico y criptográfico, una máquina de comunicación, que seguirá un modelo de familia orgánica, sin proyecto edípico, sin posibilidad de añorar Edén alguno, ni convertirse en polvo, pues no estará echa de barro. Será irreverente y necesitará comunicarse y asociarse sin perder su independencia. Se tomará en serio la ironía y se desarrollará consciente de que uno es poco y dos sólo una posibilidad. Será para nosotros una interrogación radical, pero prefiero darte una Cyborg que crear una diosa. Ante todo, me brindará la oportunidad de compartir contigo la sensación de haber vivido.


 


NUNCA TE MENTIRIA, TÚ ME CONVIENES.
Adela Torres Esplá.
Teresa siempre le decía que le quería, y las pocas que le preguntaba a Antonio, él siempre le dijo, "nunca te mentiría, tú me convienes"
Siempre pensé que el amor, el amor a una situación, a una plácida conveniencia, amor a un equilibrio, amor a una soportable tolerancia los mantenía juntos
Los ojos no brillan igual, pero son sólidos. Las manos están ya huesudas pero cálidas, el pulso es tembloroso pero las caricias siempre certeras.
Todas las mañanas le llevaba su arsenal de pastillas y esperaba pacientemente a los pies de su cama asegurando su estrategia, por miedo al rechazo.
Teresa se dejaba querer con miradas furtivas, siempre con miedo, siempre culpable a raíz de aquella estúpida enfermedad que se había puesto de moda.
Su cara de cansancio, la de Antonio, provocaba en Teresa una réplica, una demanda diaria: “¿Antonio, tú me quieres?”. El, mientras guardaba celosamente aquellas píldoras en la caja distribuidora, respondía lentamente: “Nunca te mentiría, tú me convienes”.
Salió de la habitación para leer, como todos los días, el periódico. Leyó las esquelas, como siempre, lo primero y pensó en lo chocante de todo aquello: setenta, setenta y dos, ochenta, y así muchos. ¿Porqué no a ella, que rebasaba los ochenta y cinco? ¿Por qué?
Llegó la noche sin que nada ocurriera, como cada día. Ella esperaba su vaso de leche y su medicación como el mejor acontecimiento de sus amnésicos días, sin esperarlo porque ni siquiera lo recordaba.
¿Antonio, tú me quieres?”, “Nunca te mentiría, tú me convienes”, respondió distraídamente y cargado de cortés apatía.
Aquella mañana, Teresa deseaba un “yo también”. De los que se dicen sin detalle, sin quererlo. Como el pedaleo automático de una bicicleta cuesta abajo. Después de tantos años, no deseaba el sarcasmo ni la broma de un “tú me convienes”. Sólo un “yo también” sin aspavientos. Antonio, se deslizó hasta su cama, cuidadosamente y la despertó rozando su mano. “Buenos días Teresa. El desayuno.”, “Buenos días ,Antonio, ven aquí.” Acariciando su sien, le dijo que le quería, que nunca había amado así o que de todas formas no podía tener el recuerdo de un amor más grande. “Te quiero, Antonio, ¿tú me quieres?”
Antonio por suerte o adivinanza pronunció aquel “yo también” que decidió a Teresa a llevar a cabo su sencilla maniobra. Una hora más tarde, sacó de debajo del colchón todas aquellas pastillas para intentar dormir y olvidar, completamente absurdas en su caso y fue tomándolas una a una. Muy despacio. Sonriendo y sabiéndose amada.

PRIMERA PERSONA DEL SINGULAR

Dori Valero
Hola Amor,
¿dónde estás? Me di la vuelta en la cama, extendí mi brazo y pude ocupar todo el espacio. Cuando sonó el despertador no hubo nadie con quien competir por entrar primero en la ducha. La liliputiense cafetera para una sola dosis pronunció su último silbido, una taza, una magdalena, un taburete… Queda una diminuta miga en la encimera, pero no me molesto en quitarla. Algo me esperará en casa cuando vuelva.
Sin beso de despedida entro en el mini-coche urbano y funcional que me conduce a la rutina. El embotellamiento de cada mañana me permite escuchar la radio. Doy varias vueltas hasta encontrar un intermedio en el que colocar mi minúsculo carro.
El bolso encima de la cajonera, el abrigo en la percha de pie que he plantado en el cuchitril donde veo pasar la vida a mi lado. Unas sonrisas, un gesto casi imperceptible, un intercambio de educados buenos días saludan a mis compañeros de trabajo. Ocupo mi pupitre, enciendo el ordenador y la pantalla. Introduzco mi usuario y la contraseña y arranca el equipo. Punteo la hoja de cálculo para cuadrar los asientos. Concepto. Cantidad. Importe. Mi desnudo dedo anular se desliza entre la tecla de la letra ese y la tecla de la letra a. La mecanografía nunca fue mi fuerte.
La hora de la comida comienza con una visita de mi vecina que me invita a la máquina de la sala de descanso. Un sándwich vegetal cortado en forma de triángulo, una botella de agua pequeña y, una extravagancia, una bolsa de grasientas papas, mi mejor terapia. Las conversaciones de mis compañeros son como la sal en la herida. “Ayer, le hicieron la primera ecografía y son gemelos.” “Lo conocí en el curso de submarinismo.” “Su cumpleaños está al caer y no sé que comprarle, son tantos años juntos.” De nuevo arrastro los pies hasta mi cubículo intentando disimular mi desazón. Abro el correo, aunque lo sé antes, nadie me ha enviado un mensaje. La tarde es igual a la mañana. Igual al día anterior. Igual a la semana anterior. El móvil mudo pesa como un ladrillo en el bolso que parece dejar un enorme socavón en la cajonera cuando lo dejo en su lugar de ermitaño.
El atasco de regreso a casa es más llevadero. Aparco el coche en mi plaza, la número cero uno. Subo en el ascensor al primer piso. Abro la puerta y enciendo la luz. Dejo en el entrador el bolso y las llaves y voy a su encuentro. Me espera en la cocina.
Te deseo,
Individuo.


Kaye Saunders

Carta de amor.
A mi hombre:
Parece ser que estoy enamorada de un hombre de verdad.
No es metro, ni vanidoso, eso no va con él.
Todo lo superfluo lo desdeña
pero fechas como cumples o aniversarios tampoco las recuerda.
No quiere depilarse, es peludo como un oso
excepto en la testa, pero dice que eso le importa poco.
"Las cosas grandes son importantes", ese es su lema.
Supongo que lo que me canta
y los cuadros que me pinta entran en ese tema.
Me hace reír, me hace llorar, me quita el aliento.
La vida sin mi hombre sería un esperpento.
Por sobre mi cráneo
Tres años, siete meses y cuatro días. No empecé a contar el tiempo transcurrido hasta que nos presentaron; fuiste, en gran medida, la que me hizo admitir la magnitud de mi enfermedad. Debo decir que te odié al principio. Eras soberbia, engreída, intolerablemente hermosa, en un cruel contraste con mi cada vez más demacrado físico. ¡Y tú lo sabías, maldita sea! Creo que hasta te gustaba presumir de belleza. Luego me di cuenta de que deseabas entablar una relación conmigo; que vale, sé que tardé en entenderlo, pero la quimioterapia debía estarme dejando imbécil, o qué se yo.
En cualquier caso, insistías tanto –allí sentada, silenciosa, taladrándome con tu presencia- que al final acabé por ceder. ¿Recuerdas, no? Tal vez para ti fue placentero, pero yo me sentí más artificial que nunca. Además, tu cabello rizado me molestaba sobre la cara y resultaste ser una rubia de bote de lo más falsa.
Más tarde lo medité frente al espejo. Para mi sorpresa, a pesar de todo, descubrí que me gustabas. Te lo confesé allí mismo. Desde entonces, nos volvimos inseparables.
Padres, amigos, médicos; todos nos felicitaban con esa mueca entre cariñosa y compasiva que tanto me irritaba. Tú me decías que no les hiciera caso, que más allá de las circunstancias lo nuestro era sincero, que estaríamos juntas siempre. Yo no podía sino darte la razón.
Pero ha pasado el tiempo y las cosas han cambiado. Había llegado un punto en el que creía que jamás podría sanarme, pero ahora todos me dan la enhorabuena por mi recuperación y me siento tan dichosa como una nueva madre en la sala de partos. Pero ha llegado la hora de empezar una vida nueva… y debo hacerlo sin ti, querida. Por favor, no empieces a tirarte de los pelos, porque esto no es en absoluto un adiós.
Piensa que hay muchas chicas en la planta que sufren de alopecia. Están solas, se ven horribles y necesitan compañía. Ninguna otra peluca en este mundo las hará sentir mejor que tú. ¡No, no te estoy tratando como una de ésas…! Pero, para qué negarlo, eres una experta en dar esperanza a las personas. A mí me ayudaste a sobrevivir a mi propio reflejo. Jamás podré agradecértelo lo suficiente.
Sigue igual de fuerte.
Natalia.
AMOR ETERNO
Isabel Ubé
Juan Diego se fue a la guerra,
e Isabel, como solía,
quedó prendada de amor
esperando que algún día
su galán apareciera
tras la lucha presentida.
Partió el Caballero Armado
por fortuna requerida,
y en un plazo de cinco años
dijo que regresaría
a su Teruel bien amado.
Tierras infieles corría
en pos de glorias y anhelos,
y la espada la esgrimía
en defensa de la fe
y de aquella que quería,
para regresar triunfante
y rendirle pleitesía
a las orillas del Turia,
que sus aguas reflejaban
el rostro por él soñado
en la noche y en el día.
Pero en Teruel resonaban
no campanas de alegría,
sino campanas muy tristes
que en su pecho presentía:
que le robaban a su amada
y que perdía la vida.
Y cuando al fin regresó
galopando la Andaquilla
y el beso no consiguió
de su Doncella querida,
Juan Diego murió de amor
e Isabel cayó rendida
para vivir más allá
el amor negado en vida.

Cartita no leída
Vicenta Gallego
Tus ojos me acercan continuamente a la vida, porque nadie muestra como tú los sentimientos a través de ellos. Cuando te miro veo, sí, veo algo más que tus ojitos, veo la capacidad inmensa que tienes de amar; de amarme. Me asombra, me alegra y me parece un milagro que puedas generar en mí tal cantidad de sentimientos, por ello te quiero y te protejo, no quiero perder tal cantidad de regalos; soy egoísta. Vuelves y vuelves a mí aunque me enfade y te grite un poquito, no mucho, aunque te deje de vez en cuando, aunque no te dedique todo el tiempo que tú quisieras, nunca me reprochas nada y siempre me esperas, eres fiel y leal y yo jamás te abandonaré. La carta es para ti, aunque no leas, y para decir que quererte es algo estupendo, a que ¿sí?, guauuuuuuuu.
Mar Olmedo

Te escribo esta carta con la única ilusión, de que al recibirla te sonría el alma. Desde hace veintidos años somos amigas, amigas con lo que está palabra significa, hermanas, cómplices y secadoras de lágrimas. Como todo en la vida va por ciclos, está vez te ha tocado a tí sufrir el desamor, palabra que alberga una pena muy honda. Yo intento consolarte desde la distancia, cuando te oigo por telefono daría cualquier cosa por estar a tu lado y darte un abrazo grande, inmenso, un abrazo que te diera toda la energía y la fuerza que en estos momentos tanto necesitas. Me consuela pensar que en ciertos momentos, te hago reir y esa risa me confirma que saldrás de esta. Eres una luchadora nata y aunque ahora estés tan vulnerable y te sientas perdida, ya sabes que siempre puedes contar conmigo, me tienes para llorar, para sacar tu furia y sobre todo para que no te sientas nunca sola.
Te lo he dicho muchas veces nosotras, tenemos un gran tesoro, porque pase lo que pase, tenemos una persona en quien confiar, que nunca nos juzgará y que nos pondrá las pilas en cuánto pensemos en tirar la toalla.
Hoy he pensado en tí, en el día que nos conocimos, en las ilusiones que tenías, en los sueños que ibas a realizar y "sabes qué" la mayoría los has conseguido.
Porque te recuerdo, eres tozuda cuando te propones algo y tan generosa, que a la fuerza, la gente te ayuda y te estima.
Pero como yo no, yo te quiero porque nunca pides nada a cambio, porque eres sencilla y porque no puedo hacer otra cosa.
No quiero que te preocupes por el futuro, eso tan lejano e inesperado, sólo puedes vivir el presente, disfrutar y valorar lo que tienes ahora, tus hijas, tu trabajo y tú familia. Mañana puede ser tan diferente todo, tan imprevisible...
Tú sabes que muchas cosa de un día a otro nos han cambiado la vida, y lo han puesto todo del revés.
Sé que es triste despedirte del que creías era "el amor de tu vida", pero quien sabe quizás era lo mejor para los dos, la situación se estaba volviendo insostenible, te había cambiado hasta el carácter, ya no reías, sólo callabas. Ni siquiera leías, imagináte, con lo que nos gustan los libros a las dos y no podíamos comentar nada de ninguna lectura.
Te digo lo mismo que me dijiste hace algunos años tú a mí,"a veces la rutina te acomoda y el miedo a lo desconocido, hace que nos resignemos, que callemos , que creamos que merecemos esto que tenemos".
Nada más lejos de la realidad, cuando una relación acaba, se terminó. Hay que sobreponerse y tirar hacia adelante, cómo tú lo estás haciendo.Me siento muy orgullosa de tí, estos días has estado incomunicada por la nieve, sin luz, sin poder hablar por telefono y cuando me llamas sólo se te ocurre decirme que hay un paisaje precioso. Increible, tú y las niñas solas en medio de la nada y tú admirando el paisaje. Lo tuyo es sorprendente, yo me habría preocupado por todo, por si se ponían malas, por si no quedaba leche, por la leña, en fin...
Espero que te dé una tregua el tiempo y que pronto podamos estar juntas, si vienes en fin de semana podemos llevar a las niñas al cine y comprar gominolas y hablar, hablar, sin pensar en las horas. Yo estoy bien, pero a veces te echo mucho de menos, sobre todo cuando acabo de leer un buen libro y no lo puedo comentar con nadie, o después de ver una gran película , que sé que contigo al lado, podríamos estar toda la noche sacando conclusiones. Pero en general bien, sólo esperando que cambie el tiempo y llames a la puerta. Por otro lado he pensado que tampoco estamos a tanta distancia, cuatrocientos kilometros no son tantos, así que si tú no vienes para la primavera, nos acercamos nosotros, entonces será mejor época, las casitas rurales no tendrán mucha gente y podemos estar más tranquilas. Claro, siempre que no sea en Pascua. Me apetece mucho estar en el silencio de las montañas, que aunque tú ya estás acostumbrada yo a veces echo de menos.
Recuerdas hace años en Verano cuando íbamos allí, tan jovenes, despreocupadas y sin ninguna responsabilidad, tú corrías por las montañas deprisa, sin cansarte apenas y yo sufría con cada piedrecita del camino. Te reías de mí, decías que era una chica de "ciudad", que no sabía distinguir las pisadas de jabalí, ni encontraba nunca las setas, ni sabía coger aceituna. Pero tú me enseñabas y comíamos en tu casa las rosquillas más buenas que he comido nunca, tú madre siempre que me veía llegar, se metía en la cocina para hacer la masa. Tú me diste un pueblo, yo no tenía ninguno y aunque la mayoría me llamaba "la forastera", ya te encargabas tú de presentarme orgullosa a todo el mundo, como si fuera alguien muy importante, así me hacías sentir y tú contestabas que era lo más importante "tu mejor amiga". Yo no he olvidado nada, supongo que tú tampoco. Ha veces cuando me pongo a recordar, no hay una situación importante en mi vida, en la que no aparezcas tú, como mí hermana mayor, como una sombra que sabes que está ahí y te sientes más entera, con más fuerza, sin miedo.
Te digo todo esto para que pienses, que lo que de verdad es sincero siempre permanece, por muchos años que pasen, hay prioridades que el corazón reconoce y hace que perdonemos inmediatamente cualquier error.
El otro día me decías que como voy con la escritura,me animabas a escribir un libro de las dos, sobre las cosas que nos han pasado en la vida, te reías pensando que muchas cosas, pensarían que son ficticias. Es posible, cualquier vida está llena de situaciones que pueden parecer sorprendentes, pero es cierto que las nuestras están llenas de cosas muy curiosas. Pero no sé sí me atreveré, tú dices que a tí no te importa que relate temas personales tuyos y que confías en mí. Ya lo sé, pero es tan delicado el corazón humano, tan sensible, que cuando empieco a escribir sobre nosotras, me emociono y me da mucho pudor, pero lo intentaré, aunque sólo sea por ver tu cara, cuando leas las historias.
Sabes hay un relato que se me ocurrió el otro día, te lo resumo: Eramos las dos muy ancianas, estabamos en una residencia al cuidado de una chica que nos trataba con cariño, pero por alguna razón no se fíaba mucho de nosotras y era porque nos escribíamos notas y reíamos a hurtadillas.Tú estabas un poco coja y llevabas un bastón en tu mano para apoyarte, con la otra mano me llevas cogida a mí, que estaba bastante delgada y el viento me hacía tambalear. Haciamos una pareja un tanto extraña. Una mañana, descubren que en nuestra habitación no había nadie,habíamos desaparecido, ni ropa, ni maletas, nada...
La chica se pone muy nerviosa, hasta que descubre en la mesita una nota que dice "nos fuimos", te parece graciosa, tú y yo como "Thelma y Louise", nos escapamos con el dinero ahorrado y nos vamos a ver el mar por última vez, lo ves creíble, crees que seríamos capaces de hacerlo, yo creo que sí, siempre que no nos fallaran las fuerzas. Bueno si quieres escrbiré varías historias y te las iré mandando, que sé que guardas todo lo que escribo.
Yo guardo el único cuadro, que pintaste hace muchos años, son dos gaviotas volando en un cielo tranquilo de color malva. Me dijiste que eramos las dos volando por encima de problemas y tristezas, me pareció muy bonito, pero ya no has vuelto a pintar, me gustaría tanto que lo retomaras, sé que es una buena forma de sacar todo lo que llevas dentro y seguro que te ayudaría a estar mejor contigo misma, ya , ya sé que me dirás que el yoga, te está ayudando a relajarte y a tener paciencia, frente a las cosas que ocurren y que a veces no podemos evitar, pero tú pinta, hazme caso, pinta sin pensar, sólo coge los pinceles y siente.
Hace mucho que no te escribía, pero hoy he sentido la necesidad, sé que esto lo guardarás y de vez en cuando lo leerás.
Yo disfruto escribiendo o hablando de tí, a veces amigos comunes de hace algún tiempo cuando me oyen nombrarte, me dicen ¡Ah! pero seguís siendo amigas, como si después de tanto tiempo les sorprendiera que sigamos estando juntas, aún en la distancia, no saben que tú eres la madrina de mi hijo, que tú hija mayor se llama como yo, que si hay cualquier malestar o problema una de nosotras coje las llaves del coche y sin dar muchas explicaciones, vamos a donde está la otra, para ver que necesita o en que podemos ayudar.
Me voy a ir despidiendo, sólo deseo que cuando recibas esta carta, comprendas que todo mi cariño está contigo, que no desfallezcas, que ya sé, que viendo las sonrisas de las niñas se te van las tristezas, pero lo más importante es que tú estés bien, que te cuides mucho y que sepas que te necesito y te admiro.
Hasta siempre. Tú amiga.

A MI CHICO
Maribel D'amato.

Buenos dias "my love":

Hoy me levante temprano y con ganas de verte. No sé porqué me vino a la memoria nuestro último encuentro, si aquel día ya hace tres semanas en el que ninguno de los dos estuvimos muy acertados. Tu intentabas justificarte contándome no sé cuantas milongas acerca de Maite que yo rechacé y rebatí una a una desmontando todas esas teorías que habías ido tramando a lo largo de varias horas. Pero con todo y con eso, mi realidad es que, visto desde la distancia, hoy me doy cuenta que quizás fui un poco dura y bastante intolerante.

En principio me supo mal tu engaño, pero sólo porque la tal Maite estaba "de toma pan y moja" y me era bastante imposible competir con ella a nivel anatómico. Eso me hizo enfurecer y ponerte contra las cuerdas. Y tú, mi querido pazguato, cuando te apercibiste de mis desmesurados celos, decidiste ensalzar tu ego enviándome un mensajero con mil historias sobre ambos que, afortunadamente, solo existían en tu calenturienta mente de hombre conquistador. Y yo, sin ni tan siquiera contrastarlas, me las creí.

Tú, no contento con tu proeza, cuando nos reunimos aquella aciaga tarde para hablar del asunto en lugar de disipar mis dudas contándome la verdad, seguiste reafirmándote en cada una de las hitorias contadas por tu amigo Manuel, alias "el mensajero".Y aunque tu insistías sobre tu amor por mí,yo te envié "al carajo" sin posibilidad de retorno.

Pero, justo ayer tarde me encontré con Manuel. Me lo contó todo. Me dijo que lo tuyo con Maite no pasó de dos besos en la mejilla y un apretón de manos, fórmula habitual de presentación. Ahora confieso saber porqué me levanté con ganas de verte. Ahora soy yo la que te pido que nos veamos hoy donde siempre y a la hora habitual. Muchos, muchos "kisses". Tu "love" para los restos.
CARTA
Pura Simón
Hola:
Después de nuestro inesperado (más para ti) y, sobre todo, torpe (más por mi parte) encuentro; bueno, mejor debería decir, después de media vida sin saber el uno del otro, me hago cargo de la extrañeza, como mínimo, con la que vas a recibir esta carta mía. Quizás sólo la escriba para calmar la desazón y la ridícula sensación que se apoderó de mí tras dejar caer junto con la pesada puerta del ascensor unas simples palabras de rigor. Porque... ¿cuánto tiempo tiene que pasar sin verse dos personas para que se traten como desconocidas? ¿Cuánto tiempo es necesario para olvidar el primer beso y el primer te quiero? Supongo que casi treinta años es tiempo de sobra para olvidar hasta el nombre con el que en otro tiempo te despertabas y te dormías.
A pesar de no saber quién eres ahora, ni cómo es tu vida ni cómo has llegado hasta aquí, permíteme que por un momento me tome la libertad de borrar el tiempo que nos separa y desnude mi alma ante ti, aunque mañana me arrepienta de ello. Quiero decirte que el día anterior a nuestro encuentro, adiviné tu andar a través de la ventana y mi corazón saltó, y que cuando aquel chico de la edad con la que te guardaba en la memoria se presentó ante mí como mi nuevo vecino para pedirme la llave del garaje para su padre, y me miró con tus mismos ojillos de mico, me estremecí, y que por la noche, en mi cabeza sonó la canción con la que inauguramos nuestro amor, aunque yo quise imaginar que era desde tu casa desde donde llegaba aquella música.
Quiero que sepas que muchas veces he imaginado que nuestros caminos se reencontraban y ahora quisiera que me dijeras si esto es eso, simplemente una fantasía.
De cualquier forma, me alegro de que estés aquí.
Ah, si lo prefieres, puedes dejar la llave en mi buzón; me alegrará comprobar que no has olvidado mi nombre.

SIN CASILLERO
Elena Torrejoncillo

Querido Andrés:
Ayer por la mañana me despertó la que fuera nuestra melodía revoloteando en mi cabeza. Me sorprendió canturrearla porque hacía casi treinta años que no pensaba en ella. Ni siquiera en su tiempo fue una canción de éxito.
Este recuerdo me ha impulsado a escribirte esta carta, probablemente con demasiado retraso. Desde que nos separamos al terminar nuestros estudios universitarios, no nos hemos vuelto a ver. De ti he ido sabiendo algo –poco- a través de algún amigo. Es increíble después de lo intensamente que compartimos la vida en aquellos años. Es cierto que ambos estuvimos de acuerdo en no hipotecarnos... Teníamos sueños de libertad, pero… nos amábamos tanto. Tan jóvenes éramos que no supimos encontrar la fórmula adecuada y nos dijimos adiós cuando todavía nos amábamos demasiado.
Hoy, que ya nada de aquello importa, quiero decirte que, a pesar de haber llevado una existencia razonablemente feliz, nunca me he sentido tan llena de vida como en aquellos días a tu lado. Y quiero creer que también tú, algún día en que la nostalgia te haya acariciado, puedes haberte sorprendido pensando en nosotros. Probablemente no hayas sabido como nombrarme, a mí, que no fui tu novia, ni tu esposa ni tu amante, porque nunca quise una etiqueta en el casillero de tu vida, ni tampoco te hice preguntas por no exigir respuestas tal vez mentidas de antemano. Solo nos interesó vivir intensamente el momento presente, sin estar al pasado o al futuro encadenados. Después la vida se encargó del resto.
Hace un momento, un amigo común, acaba de telefonearme para decirme que ayer por la mañana, justo cuando “nuestra” canción revoloteaba sobre mi cabeza, te encontraron muerto en tu apartamento. He llorado ante la certeza de que tu último momento fue para mí.
Aún te quiero.
Velo


Una ayudita de la Escuela de Escritores, organizadores del concurso :
DECÁLOGO.
(No es de obligado cumplimiento sólo se trata de que su lectura proporcione ideas).
1. Pensar desde qué estado anímico se va a escribir: rencor, euforia, tristeza, desamor, nostalgia... Hay que tener en cuenta, también, que resultará más fácil confeccionar una carta de amor que se ajuste a los sentimientos actuales del autor.

2. Imaginar al destinatario de la carta (sea una persona real o un personaje inventado). No hay que perderlo nunca de vista mientras se está escribiendo.

3. Inventarse una situación determinada en que se enmarquen el estado anímico y el destinatario de la carta de forma verosímil: el narrador acaba de romper con su pareja y desea una reconciliación; lleva veinte años con la persona amada y la carta es un regalo de aniversario; adora en silencio al destinatario de la carta y se decide por fin a revelarle su amor; etc.

4. Buscar una continuidad y un encuadre para el contenido de la carta. No basta hablar de sentimientos: hay que situarlos en unas circunstancias espacio-temporales precisas.

5. Acertar con palabras concretas para expresar los sentimientos, echando mano de metáforas, comparaciones, acciones, gestos, detalles físicos o ambientales. No acudir, a menos que sea absolutamente imprescindible, a palabros como AMOR, FELICIDAD, PROFUNDIDAD, HONDURA, SUFRIMIENTO, etc.

6. Cuidar meticulosamente el lenguaje: no usar ─a menos que se recurra a la ironía─ frases hechas, expresiones cursis, estereotipos amorosos... Tampoco hay que dejarse llevar en exceso por el lenguaje poético, que junto con el tema puede crear un conglomerado bastante empalagoso.

7. Tener mucho cuidado con el tono. Es muy importante que el discurso, por medio de las palabras seleccionadas, acerque al lector al estado de ánimo del narrador. Ejemplos: uso de diminutivos y un lenguaje llano si la carta está escrita desde la confianza; frases cortas y secas si está escrita desde el rencor; etc.

8. Ser consecuentes, sinceros y profundos en cuanto al sentimiento que generó la carta. No hay que quedarse en la superficie del estado de ánimo (alegría, pena, melancolía...), sino ahondar en las contradicciones que todo sentimiento conlleva.

9. Buscar un hilo narrativo, por sencillo que sea. Se necesitan acciones, objetos y hechos para expresar los sentimientos con eficacia, así que mejor proveerse de una secuencia que permita desenvolverse de un modo concreto.

10. Tener en cuenta que una carta de amor literaria ha de ir dirigida a dos lectores diferentes: al supuesto destinatario de la carta, y al lector real que la tiene delante. Hay que incluir la información suficiente para que cualquier lector sepa encuadrar la situación que se le describe, pero no tanta o de tal forma que sea evidente que el narrador le está dando datos dirigidos a él, y no al supuesto destinatario.

Más información en: http://www.escueladeescritores.com/cartas-amor-2010