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Curso 2016/17

jueves, 7 de enero de 2010

EJERCICIO NÚMERO 12


Alineación al centro
Escritura de un microrrelato o microrelato.
Ambas variantes en cursiva porque hay controversia con el término -tampoco se acepta micro relato porque un prefijo no puede aparecer por separado-.
En todo caso: ficción breve, minicuento, microcuento, minificción, microficción o cuento brevísimo.
Dos únicas características:
1. Alegre.
2. Su extensión no excederá de siete líneas Times o Arial, 12, márgenes de siempre, etc.
Cada día las bases de los concursos de narrativa son más caprichosas y específicas.
Créditos de la imagen:http://breatheasme.com/

ÁFRICA

Isabel Ubé

Se llama Afrodita pero yo la llamo África. Los dos nombres le van bien porque tiene una belleza exótica, felina.

Cuando nos retamos con la mirada, siempre viajo por el verde mar de sus iris, y cuando la tengo cerca, me llega el aroma salvaje que desprende su cuerpo. Aromas y colores; tonos de jungla, de sabana y de puestas de sol encendidas.

Se acerca sigilosa y admiro su elegante andar almohadillado. Titubeo ante su pose enigmática. No sé si es el momento de acariciarla.

Viaje de ida

La gravedad se había enzarzado con ella desde hacía tiempo. Las arrugas se le amontonaban por debajo de los ojos, pero tal vez por ese mismo hecho ahora su visión era mucho más clara. Colmada de una energía supuestamente inusual para su edad, continuó remando implacable, alzándose por sobre las fieras olas. ¡Ya casi había llegado a su destino! Soltó un remo, se puso de puntillas sobre la balsa y estiró el brazo lo más que pudo. Su dedo índice atravesó la barrera del horizonte. El Sol, en ánimo crepuscular, estalló en carcajadas. Ella lo abrazó, olvidando para siempre la noche y regresando al íntimo calor de su juventud.


Laura Roullier



LUCÍA BAJO LA LLUVIA

José Carlos Grajeda.

Nunca he escuchado peores canciones que las que don Sergio nos hacía cantar los días de lluvia. Afortunadamente, conseguí escabullirme a la hora de siempre.

Cada día salía al patio apresuradamente y me iba hasta nuestro rincón, a un ladito de la valla. Él siempre estaba allí de pie, y yo llegaba, le daba un beso rápido y cogía sus frías manos. Hablábamos brevemente de cosas importantes, que hoy ya no lo son, y luego regresaba satisfecha y feliz.

Pero ese día todo cambió. Nunca olvidaré la sensación de libertad y de fuerza que sentí al ser la única que estaba fuera, con todo ese frío, andando sola bajo la lluvia. Al llegar dije el “te quiero” más extraño de mi vida, entre cálido y ausente, seguido de la mirada más lastimera que he puesto nunca. Él nunca podría saber nada de lo que sentía, nunca podría entender esa sensación, y yo no sería capaz de explicársela.

Hoy sólo me queda aquella energía que la lluvia me trajo, y que desde entonces me ha acompañado siempre, aunque durante años me encuentre rodeada por estas cuatro paredes y fuera ya no esté lloviendo.


El tesoro

Dori Valero

La vieja mecedora la acuna mientras mira caer las hojas del solitario tilo del jardín. Sus retinas le muestran las imágenes vividas aquel verano.

Una pequeña pecosa e introvertida encontró un anillo de plástico con el dibujo de la Langstrump, su compañera imaginaria. Todavía recuerda la excitación del encuentro, el momento en que cogió la cajita de metal donde el abuelo guardaba su tabaco, el trajín que la búsqueda de la tabaquera provocó, luego en la casa. Nunca la encontraron, su tesoro estaba protegido por el viejo árbol que acompañaba sus sueños veraniegos.


SACADO DE LA REALIDAD

Maribel D'Amato


Hace ya algunos años yo trabajaba en el gabinete de prensa de un partido político y era un día en plena campaña electoral. El día, domingo a las 9,30 a.m. Mi jefe al teléfono, me indica que tengo que ir al aeropuerto a buscar a Pepe que viene a dar un mitin, así de escueto. Intento informarme mejor pero no obtengo respuesta y con un nombre nada original en el bolsillo me dirijo a la puerta de llegadas. Allí observo entre los recién llegados y decido que el señor moreno, alto y bien trajeado es mi objetivo.
¿Pepe? Sí, yo soy. Pues al coche, que no hay tiempo que perder. Y ya a varios kilómetros del aeropuerto y viendo que "Mi Pepe" no abría la boca, decidí ser yo la que rompiera el hielo. ¿Dónde es el mitin? ¿QUÉ MITIN?, dijo mi interlocutor entre sorprendido e indignado, YO SOY Don JOSÉ MARTÍN y vengo a una reunión de CEMENTOS DE LEVANTE SL. De repente todo se me volvió oscuro y solo acertaba a pedir disculpas y pensar en "mi auténtico Pepe" dando vueltas y buscando a alguien que viniese a llevárselo.

Pura Simón

REENCUENTRO

Aquel andar, como dando saltitos de puntillas, que atisbé desde la ventana aquella mañana, hizo que, tras casi treinta años, mi corazón saltara. Aquel primer amor había perdurado en el recuerdo seguramente más por añoranza de lo que pudo haber sido que por lo que fue. Por la tarde, llamaron a la puerta. Los mismos ojillos de mico del quinceañero que se presentaba ante mí como el nuevo vecino y que me requería la llave del garaje para que su padre pudiera guardar el coche, me hizo estremecer de nuevo. Por la noche, sonó aquella canción con la que inauguramos nuestro amor, no sé si en mi cabeza o en el piso de al lado.



Elena Torrejoncillo.
REENCUENTRO

Iba a reencontrarme con Adela, mi mejor amiga de infancia a la que no veía desde entonces. La vida nos separó y habíamos seguido caminos muy diferentes. Yo me mudé de ciudad y llevé una existencia lineal aunque razonablemente feliz. Ella se convirtió en una escritora de éxito .Venía para dar una conferencia. La esperé en el andén. Nada más bajar, me descubrió entre el gentío y nos fundimos en un abrazo por el cual no había pasado el tiempo ni la distancia. ¡Temí que no me reconocieras! musité. ¡Querida, cuando una mirada como la tuya se instala en el alma, es para siempre!


Mar Olmedo
El niño tenía dos años, su gran ilusión era una bici pequeñita de plástico, la madre caminaba preocupada por el centro, estas navidades no habría regalos en casa, la situación no era la mejor y otras necesidades la acuciaban.
La mano temblorosa acogía la manita diminuta y le estiraba para andar deprisa.
Un grito del niño la sorprendió, en el portal de una casa, aparcada de lado, había una bicicleta preciosa.
El niño con los brazos en alto, se acercó miró a la madre y le sonrió. La alegría fué mutua, sin pensarlo dos veces cogieron el milagro del día y lo llevaron a casa.
La madre pensó que esa sonrisa del niño todo lo arreglaría.

Kaye Saunders

Alegría.

Acabo de encontrar una carta debajo de mi puerta. Es de una amiga del colegio y hace veinticinco años que no sabemos nada la una de la otra a pesar de haberlo intentado infructuosamente en otras ocasiones.¡Qué alegría!


Vicenta Gallego.
Cuento Alegre I.

Un cuento alegre. Un cuento sacado de la realidad porque la realidad, también, es alegre. Pero... la alegría cambia con el tiempo, como todo, se va desdibujando o quizás se engrandece según nos interese para nuestro bienestar. Depende de la edad, porque lo que fue alegría se transmuta en una fantasía lejana con el paso del tiempo. La edad te determina el concepto de alegría. Pongamos por caso la alegría de una mujer de ochenta años. Para ella, la alegría es levantarse cada día y percibir que sigue formando parte de esta tierra, que sigue viva. O la de una joven de veinte años, su mayor momento de alegría sería salir de viaje , por ejemplo. También la alegría puede ser colectiva, por ejemplo cuando un "caimán se va pa la Barranquilla" o cuando el peso de La Ley cae sobre algún sátrapa. Se me olvida que el ejercicio era escribir un cuento alegre. Me pregunto qué cuento alegre puedo escribir ahora mismo. Me digo que el cuento alegre es; el de estar escribiendo, aquí, ahora, sentada frente a este aparato (tan estupendo), calentita y oyendo rugir al viento, con mis seres queridos tan cerca de mi, sabiendo lo que pasa ahí fuera. Y me vuelvo a decir, con alegría,que tengo suerte y que si lo vivo con alegría será todo, al menos, un poquito más alegre.
Cuento Alegre II.
Un cuento que cuenta siempre la tía Liber, es cuando ella estaba trabajando en un taller de costurera. Trabajaban para la República haciendo uniformes para el frente. Ella tenía unos quince años, como la mayoría de sus compañeras. A ellas la guerra si que les importaba, pero estaban por otra cosa. Mientras cosían se dedicaban a meter papelitos en los bolsillos de los pantalones y de las chaquetas. Sabían que algún soldado desconocido se las pondría , así es que enviaban al frente signos de vida y de alegría. Ellas imaginaban el momento en el que el soldado (desconocido) metiera la mano en el bolsillo y se encontrara con el mensaje, lo que les servia para soñar y de paso reirse un rato. Era un acto en el que rompían la tragedia diaria y la risa inundaba el taller.En los papelitos escribían cosas como: me llamo Aurora y busco novio, o eres el más guapo de todos... Total que mi tía escribió un papelito diciendo; si me lees seré tuya (eso dice ella, no sé yo). Un día se presentó un soldado preguntado por Libertad y... fueron muy felices y... colorín colorado el cuento se ha terminado.
BIT AMARGO.
Verónica Segoviano.

Sin novio, los estudios se me habían agotado. Desempolvé mi plan estratégico favorito: improvisemos. De noche me materializaba en los chats como una callada presencia. En los sórdidos pliegues del ciberespacio mantuvimos una extraña relación. Sexo y poesía. Me esmeré para no defraudarle a base de flores recién cortadas. Insistí en carnalizar nuestro amor. En la Barcelona más Decó me esperaba sujetando la pared del Hotel cuajado de lilas. No sé como no estoy loco por ti, pero no lo estoy, me despachó en un ataque de incontinencia ética. Descendí del Parnaso a Vallecas. Volví a enfundarme el traje de fracaso y me cobijé en la acidez estomacal. Ya sólo regalo flores por Sant Jordi. Cibernéticas, por supuesto.


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