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Curso 2016/17

lunes, 7 de noviembre de 2011


HORMIGAS AZULES
Rafa Trillo

Mi hermano Capi fue a Cuba en busca de unas hormigas que sólo
allí es posible encontrar, hormigas azules con reflejos plateados, así me
las describió. Nunca supe si llegó a encontrarlas.
Tras varios meses en el paro, firmé aquel contrato de trabajo un
martes 13, Margarita, propietaria de la empresa y yo, bromeamos sobre
ello:
-Nunca he sido supersticioso -dije- pero no sé si me gusta firmar un
contrato en esta fecha.
Aquella relación laboral duró tres meses.
Poco después y, otra vez un día trece, me hice unas pruebas, el
resultado fue el peor posible. Una enfermedad que me apartó del mundo
durante meses, meses en los que todo fue mejorando, el resultado de
cada prueba mejoraba el anterior, aún así la lucha fue de gigantes, aunque
ni yo ni el tumor fuéramos de gran tamaño. Pocos meses pero de gran
intensidad, en los que siempre me sentí rodeado de muchísimo cariño
de las personas que más quiero y también del cariño inesperado de otras
que ahora forman parte de ese grupo de personas que más quiero. La
lucha continuó hasta su capítulo final. Todo el proceso estaba planteado
para que el tumor se redujera y fuera operable, sacarlo de mi cuerpo era
la meta, el día se acercaba. La operación era, por fin, posible y el día
para llevarla a cabo estaba cercano.
Llegué al hospital tres días antes de la operación. Cuando entregué
los papeles comprendí que, si antes no lo era, me había convertido en
un ser supersticioso, o algo muy parecido. Llegué hasta la novena planta,
donde ingresaban los pacientes con enfermedades similares a la mía, así
que mi habitación empezaría por 9 por estar en la novena planta, más
el número de la habitación. Entregué toda la documentación que llevaba
para el ingreso y una amable enfermera me atendió y la revisó:
- Todo es correcto. Puede dirigirse a su habitación. La 913.
- ¿Cómo? -dije sorprendido- ¿la 913? Intente cambiarla, por favor.

No sé por qué pero últimamente el número 13 y yo no nos llevamos
bien, y prefiero no tentar a la suerte.
La enfermera sonriendo, me comentó que no había ningún problema,
que era algo que les pasaba habitualmente.
-Si espera un rato habrá un alta y podré darle otra habitación.
Así lo hice, poco después ingresaba en la habitación número 15, la
915. Una vez instalado escribí tres cartas que quería dejar a las tres
personas más importantes de mi vida, por si la operación no iba lo
bien que yo esperaba. Escribí una cuarta en la que le explicaba a mi
hermano Leopoldo qué hacer con las otras tres y algunos detalles
importantes para mí y que quería que él conociera. Mientras escribía
la carta a mi mujer llamó mi atención ver una hormiga paseando por
la mesa, me extrañó ver una hormiga en un hospital, pero no le di
mayor importancia y seguí escribiendo.

Querida Isabel: soy Rafa, el mismo con el has compartido tantos
años. Esta vez no quiero extenderme demasiado. En todo este tiempo,
nunca fue mi intención hacerte ningún daño, si en algún momento
lo hice, te pido perdón. Si llegas a leer esta carta es que la operación
no ha ido como esperábamos. Todo cuanto hice en todo el tiempo
que hemos pasado juntos fue por el bien de los dos, de los cuatro.
Solo quiero añadir una vez más, que te quiero y que esté donde esté
-aunque sabes que no creo en esas cosas- te seguiré queriendo, os
seguiré queriendo y seguiré cuidando de las tres. Isabel, Isabel, Julia,
vosotras tres habéis sido mi vida. Todo mi amor para las tres.
Cerré el sobre y le entregué los cuatro sobres a mi hermano. Por un
instante recordé a la hormiga, la busqué, pero había desaparecido.
- Espero que mañana por la tarde o pasado mañana me devuelvas los
sobres, espero que no tengas que entregarlos, le dije a Leopoldo
mientras nos despedíamos.
- Los cojo porque te empeñas y por cumplir tu deseo, pero no dudes
de que mañana por la tarde cuando el efecto de la anestesia pase,
estaré a tu lado para devolvértelos.
La operación pasó, y tal y como deseábamos todos, fue un éxito, fue
aún mejor de lo previsto. Aparte de mi mujer allí estaban mis hermanos,
mis cuñadas y algún amigo. Tal y como me dijo, mi hermano se acercó

a mí y tras fundirnos en un abrazo, me entregó los cuatro sobres. Los
guardé en el cajón de la mesilla de noche.
Dos días después, aprovechando un momento en el que estaba solo
en la habitación, abrí el sobre dirigido a mi mujer, y mi sorpresa fue
enorme, la mayoría de palabras habían desaparecido, y el texto que días
atrás había escrito quedó reducido a las siguientes palabras:
Rafa
todo
ha ido
bien
te quiero.
Isabel
No era capaz de entender qué había pasado para que en tres días
hubiera desaparecido la mayor parte del texto. Abrí el resto de cartas y
todas estaban igual que las había escrito, sólo el texto de esta había
cambiado. La tinta azul había desaparecido y la carta de despedida
dirigida a Isabel, se había convertido en una carta de bienvenida, dirigida
por ella a mí.
Mientras seguía pensando en qué podría haber pasado, algo llamó
mi atención, de repente, del sobre en el que estaba hasta hacía un momento
la carta, vi salir una hormiga, pensé si sería la misma de días atrás, pero
no era posible; porque aquella era negra y pequeña y esta era diferente,
más gruesa, como si se hubiera hinchado comiendo la tinta azul de la
carta. Por un momento me quedé pálido recordando al farero que años
atrás me acompañaba, nunca se marchó. Seguía aquí, seguía a mi lado,
protegiéndome… Esta hormiga ¡era azul! y al darle la luz… emitía
reflejos plateados.

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En estos momentos, Rafa prepara su viaje a Ítaca. Allí vivirá siempre.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque tan apenas he tenido tiempo de conocerte, por lo que leo y porque conozoc a Leo, siento que, junto a Capi, la familia de los Ygual y de los Capote sois gente noble en el sentido más puro de la palabra: hombres de bien.
Enric

Leo dijo...

Enric, gracias por tenernos en tan alta estima. Tú si que rezumas bondad por todos los poros de tu piel y, teniendo en cuenta que gastas una talla XXXL, eso es difícil que pase inadvertido.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Hombres buenos, hombres justos, buenos amigos. Compartimos el corazón, que no es poco. Que no nos falte la materia esencial, nunca.
Vero

Anónimo dijo...

Todo mi ánimo. El texto me ha encantado. Un beso,

Cristina.

Amelia Díaz dijo...

Rafa fue - es - un gran hombre, lleno de sensibilidad, divertido y bueno.

Ojalá la realidad hubiese sido como el la narró.

Aquí os dejo mi poema para él:


ELEGÍA 10 – 11 – 2011


Son las horas de los pájaros negros.
De las palabras sin eco.
Del dolor que no cabe.
De la desolación.

Los ojos oscuros del camino
saquearon la luz.

Mas tú perduras, inmortal, en lo invisible.
Con el rostro sereno del que se sabe
caricia en el pensamiento.

Como el gesto amable de las olas
reiteradas en la arena.


(para mi amigo Rafa, que se ha ido antes de tiempo)