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Curso 2016/17

martes, 27 de marzo de 2012

MICRORRELATOS INDIGNADOS

EJERCICIO: Escritura de un texto para esta convocatoria.
Los que resulten de nuestros talleres de escritura serán publicados aquí en Pliegos volantes.

Los primeros jueves de marzo, abril y mayo publica un MICRORRELATO INDIGNADO que denuncie el avance de la desigualdad social, las injusticias, los abusos de poder, las humillaciones colectivas, las corrupciones impunes o la desprotección social que en los últimos tiempos estamos padeciendo.
Puedes publicarlo en tu web, en tu blog o en las redes sociales y si no tienes donde hacerlo, envíanoslo a microrrelatosindignados@gmail.com y nosotros te lo publicaremos en La colina naranja y en Explorando Lilliput.
Si piensas participar deja el nombre y la dirección de tu página en un comentario, en microrrelatosindignados@gmail.com o en Facebook


SIN SOLUCIÓN DE CONTINUIDAD
Hacía ya muchas noches que se olvidaban de darme la leche antes de irme a la cama, algunos días incluso no me preparaban el almuerzo para llevarlo al colegio. Una tarde, mientras hacía los deberes llamaron a la puerta, fue como el sonido de un trueno. Comenzaron a entrar personas que no conocía: primero una mujer que señalaba su carpeta de las de pinza metálica, decía resolución judicial, la palabra se parecía a solución. Nos dijeron que cogiéramos cuatro cosas: cuatro. Un señor hizo saltar con un destornillador y a martillazos la cerradura. Mi madre lloraba, mi hermana pequeña también mientras con el tacatá se chocaba contra todos los muebles porque los habían movido de su sitio. Nos empujaban hacia el rellano pero yo me agarré muy fuerte de la pierna de un señor policía y le dije que no podíamos irnos de nuestra casa. Lo último que vi en la TV de la salita antes de que la apagaran fue un anuncio de una marca que se llamaba Lobe o algo así. Todo el rato decían guay, pumba y maravilloso mientras movían unos bolsos. Mi madre dijo que con uno de esos podríamos quedarnos en nuestra casa por lo menos medio año más. No entendí para que quería el bolso. En el anuncio todos tenían la boca muy grande. Yo creo que se les había hecho así de tanto reír.

EL COTILLEO
Trabajo a gusto aquí pero siempre con el temor de que se enteren. Cada vez que escucho una conversación a media voz o bisbiseando pienso que están hablando de mí, que ya lo saben. Por lo demás, todo bien, mis compañeras son muy agradables, cada una de un país, así aprendo lenguas. A ambos lados de la cinta transportadora nos intercambiamos palabras, ellas me preguntan cómo se dicen algunas cosas en castellano y después me lo dicen en rumano, en árabe y las ecuatorianas se ríen porque allí siempre significa otra cosa y además sexual.
Los jefes nos observan desde la planta de arriba. Sus despachos son como balcones que cuelgan a los lados de la nave. Alguno a veces me mira fijamente y yo me estremezco porque creo que ya lo sabe. Después lo llaman por el móvil y vuelve a entrar en su garita. La planta baja es inmensa, durante todo el día llegan los camiones, solo cambia el color de sus cajas: azul, amarillo o verde, como los semáforos.
Cada mes, cuando cobro me compro una camiseta después de ducharme durante más tiempo del habitual.
No contesto preguntas sobre mí. Me inventé entero un currículum muy breve para que me cogieran. Además no me guardé copia porque lo hice en un cíber y allí se quedó en el escritorio del ordenador por si alguien decide suplantarme. Entonces, como ni sé lo que puse, pues no digo nada para no contradecirme. No sea que estas aprendan español y se lo cuenten a los jefes. En una situación de tanta depredación como esta, nunca se sabe.
Lo que más me gusta de este trabajo, porque lo más sorprendente es que me gusta, es cuando entre los objetos que clasificamos se cuela algo que no tendría que estar ahí. Tenemos un pacto, lo coge la que le pasa más cerca.
Este mes cuando cobre me compraré una colonia. Eso sí, de 20€ no de 200€, que eso sí que sería un disparate.
Además me gusta uno de los chóferes. Calculo el tiempo de su ronda para saber cuándo llega, pero claro, me he prohibido ir más allá, tener ningún tipo de relación, ni de amistad siquiera porque tendría que mentirle y ya empezaríamos mal.
Dicen que a un escritor se le conoce por su papelera, a una sociedad por la basura. Aquí hay de todo, aunque hay que decir que las últimas semanas ya nos llega muy esquilmada. Traen toda menos la orgánica, que dicen, cada día es menos, sobre todo la de los supermercados, por la cantidad de personas que esperan a que cierren para rescatar productos que solo tienen dañado el envase -lo que nosotras clasificamos después- o demasiado inminente su fecha de caducidad. Yo no sé cuánto durará esto, pero seguro que hasta que sepan lo que soy en realidad y me pongan de patitas en la calle, sin explicaciones, ni finiquito ni paro. Aducirán que les engañé y ya está. Los jefes se pondrán como fieras cuando sepan lo de mi MBA, Master in Business Administration. Por si eso fuera poco además de Ciencias Políticas y Sociología, dos años después estudié Económicas. Pero, mira, si no me descubren igual salgo de aquí más políglota aún de lo que entré.

DE INCÓGNITO
Me veo y no me lo creo. El día de mi graduación allí tan elegante con mi traje, después de mi discurso, mis calificaciones ampliadas con todos los honores porque hay que reconocer que retóricos somos un rato. Además estas celebraciones demuestran que somos un espejo maltrecho de los EEUU o de los USA in english. En una viñeta vi una vez que aparecían los países de América del Sur como los USADOS.
Hablamos tanto porque necesitamos explicarlo todo con mucho detalle, que no se pierda ningún matiz. Había una especie de promesa social respecto a mi futuro. Iba a ser el amo del mundo, me animaban a postular para presidente: con esa planta, lo bien que hablas y lo que sabes. Y no solo me lo decía mi mamá o las vecinas. Estuve en la universidad unos años como profesor de apoyo, me gustaba mucho el contacto con los alumnos, sobre todo con las alumnas. Después gané las oposiciones y me contrataron en el ministerio. Vivía muy muy bien: parrillada los domingos, compras los sábados en tiendas de lujo, viajes internacionales... hasta que llegó la malversación de los caudales públicos que fue lo que nuestros políticos nos hicieron a todos y rumbo a la vieja España a devolverles la visita que tantos antepasados nuestros y suyos nos hicieron.
Y aquí estoy, en este autobús de la EMT en dirección al centro con mi bolsa Gucci en bandolera de donde en diez minutos sacaré mi disfraz de Dora la Exploradora y comenzaré a trabajar. Un euro por foto. No está mal. Los niños me preguntan por el mono Botas y sobre todo por el mapa, qué dónde lo tengo, que cómo me voy a orientar sin él, que me perderé. No hablo para que mi voz no los desengañe.

HABICHUELAS
Tramos de escalones, eso es lo que tenía ante mí cada mañana. Eran como la zona fantasma de los edificios porque nadie transitaba por ellos pero aún así debían estar relucientes, con aroma a pino, a limón o a ambos combinados. Incluso una vez al año los pulían. Cada semana limpiaba veinticuatro edificios. No me quejo. El más alto de catorce plantas, el más bajo de cinco. Algunos con portero, otros con intercomunicador. Todos con un cuartito invisible para guardar los productos de limpieza.
De arriba a abajo. Quienes nunca han fregado escaleras lo hacen al revés, enseguida se nota. En algunos me pagaban con un sobre, otros me ingresaban en el banco las horas, decían, y en tres me debían varios meses. Es un trabajo que nunca falla porque las escaleras siempre están ahí. Llevo fregando cuarenta años. Desde que a los quince cerraron la fábrica.
Hay muchas mujeres como yo. En el autobús nos reconocemos: con un bolsito pequeño en el que llevamos la bata y unas zapatillas junto a un paquete de toallitas.
Los escalones que friego los coloco unos encima de otros, son una escalera hasta el cielo, como el cuento de las habichuelas en las que Periquín encuentra muchos tesoros en el palacio de un ogro. Cuando llegue hasta allí primero le limpiaré la casa, seguro. Sé que voy ascendiendo que ya llevo ahorrados unos cientos de miles de escalones rectangulares, no me pagan a euro cada uno, qué más quisiera yo, pero en tantos años he conseguido ahorrar varios miles: eso sí, no gastando poco, gastando nada.
Cuando termine hoy, antes de volver a casa tengo que pasarme por el banco, mi vecina, que no puede salir de casa, me ha dicho que ha escuchado en las noticias algo sobre unas acciones preferidas o particulares preferentes o preferencias accionariales que es donde hemos cambiado ella y yo todos nuestros ahorros por si nos dan algo más.
Jubilación, divino tesoro, no me atrevo ni a soñarla por si se esfuma.



Rosario Raro

4 comentarios:

Javier Ximens dijo...

Sin solución de continuidad. Muy conseguido el punto de vista infantil. Sí, dos mundos, el que nos retransmiten y el que hay dentro de las casas.
El cotilleo. Es curioso, para mi, como estando en primera persona es tan visual. Sabes guardar el secreto hasta el final y con ello me mantienes en vilo. Sí, cada vez hay más pobres que se alimentan de restos, basta salir a la calle. Sí, cada vez hay que ocultar los conocimientos.
De incógnito. Trabajar de pollo a la salida de los centros comerciales, hasta que todos seamos pollos.
Habichuelas. Tremendo por su realidad y aquí no pasa nada. Los directivos y políticos han permitido que los bancos se queden con el ahorro de miles de españoles, estafa real.

En fin, Rosario, un buen repaso a lo que ya vemos y tenemos aquí. El siguiente paso no se lo esperan.

joseluis dijo...

Rosario: Me ha encantado el movimiento natural de tu narrativa. La denuncia es una fragancia imposible dejar pasar desapercibida. Tu relato no es el panfleto que dice; es el relato en sí, para sí o por sí mismo. Felicidades por este momento indigando que nos has proporcionado :-)

Elysa dijo...

Muy buena participación. Ninguno de los micros tiene desperdicio. Cuentan y hablan de cosas que a todos en mayor o menor medida nos están afectando.

Besitos

Mario dijo...

La verdad que me parecieron geniales los relatos, y creo que tieenn razon aparte y me parece genial que cada vez se esten dando cuenta mas gente, porque cada vez que veo los noticieros a la mañana y despues agarro el fiat para ir al trabajo se me hacen evidentes las diferencias que hay