EL VUELO DE LA GÁRGOLA
Adela Torres Esplà
Todas las tardes pasaba por la catedral, y nunca reparó en aquella gárgola con figura de dragón. Uma era una princesa mediocre, aburrida y entradita en carnes. Estaba orgullosa de su pequeña ciudad y de su catedral, pero nunca estuvo contenta de ella misma. Mientras el conjunto arquitectónico era alto, estilizado y elegante, Uma era una dama temblorosa, timorata, y de refajos holgados.
Como todas las tardes de domingo, se paseó por la plaza de la catedral junto a su hermana, la infanta Florence y su doncella. Dumont se acercó con cara de cordero, actitud servil y ojos suplicantes. La conversación empezó a aburrirla, y a pesar de su entusiasmado caballero, echó una ligera mirada hacia la catedral. Y Uma le descubrió. Los ojos le brillaban con tanta intensidad que prácticamente la perforaban. Aquella pequeña gárgola con forma de dragón, movió la cabeza y posó su mirada en ella. Retándola, reprochándola, desde aquellos ojos rojos, luminosos, rabiosos que exigían alerta. Una extraña y atrayente sensación, se apoderó de la princesa. El domingo siguiente, hizo que su doncella le ciñera mucho más el corpiño y le escotara más la blusa. Pasó junto a la catedral, sintiéndose más segura y más feliz. Los ojos de aquél dragón eran como intensas esmeraldas, que iluminaban su figura. De forma sobria empezó a aletear suavemente hacia ella. En un pase maestro, y ante los atónitos ojos de la escasa nobleza de Poix, el dragón, se deshizo de su arquitectónica forma de gárgola sin vida y se dirigió al centro de la plaza para recoger delicadamente con una de sus alas a su amada princesa. Nunca se supo más de Uma, sólo la leyenda de un dragón, que enamorado, raptó a una de las más bellas princesas que se recuerdan en el condado de Poix.
ENRIC SERRA PRADES
El dragón duerme en su lecho de agua... El dragón despierta con una sonrisa... El dragón espera su hora...: la hora en que devorar a su víctima.
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