domingo, 1 de noviembre de 2009
ENCUENTRO
Vicente Joaquín Peris Calleja
Hace 40 años La Tierra era un paraÍso o por lo menos mi antigüo barrio, una zona soleada y nada transitada, donde parecía haber espacio para vivir despacio y profundamente. Dejé el gran libro abierto sobre el sofá, y busqué a mi madre por la casa, para pedirle permiso y bajar a la calle. Hacía buen día. Con 4 años, no recuerdo si bajé los escalones de uno en uno o de dos en dos, pero al llegar abajo mi mente se abría para absorber el exterior y buscar la aventura. Mi madre me había dicho que no bajara de la acera, pero al saber yo que existía la “no acera”, mi curiosidad se avivó. Ya en la calzada, andaba despacio, miraba y miraba... Ahora hemos perdido la capacidad de observar y discernir sobre lo que vemos. Vivimos mecánicamente y ya no creemos en el misterio, lo sublime e inefable, aquello que no es de este mundo... A los pocos pasos... llegando cerca de la esquina... aún muy cerca de mi portal... un sol radiante –así lo imagino-, pero yo en zona de penumbra... mi madre ausente... mi hazaña en marcha... buceando en el entorno presente... y quizá con la mirada un tanto baja, me enfoqué hacia la alcantarilla... y Ufff... ¡Apareció! ¿Qué es? Yo veía, pero no sabía... nuestra mirada se fusionó... éramos lo mismo... estoy dentro de él y él de mí... –quizá siempre estuvo ahí- Yo soy él y él es yo... momento profundo y perpetuo... potente encuentro real... el tiempo no existía... Él, el Dragón, en la puerta de la cloaca... yo, casi metiéndome dentro... empecé a pensar en mi madre... reaccioné con ineludible resolución, derivada de la desconfianza, y al moverme... ¡¡¡Fuaaaa!!!, una llamarada salió de su boca... se rompió nuestra amistad y confianza... se hizo necesario deshacer la “unidad”, ese prolongado y dilatado instante impersonal y atemporal. No miré más hacia atrás, sino que me dediqué a correr hacia casa... Ahora si que sé que debí subir las escaleras de tres en tres. La puerta estaba abierta, entré y mi madre cosiendo sentada en el sofá, al lado de mi libro Misterios y Mitos de la Antigüedad. Lo aparté para sentarme, mientras captaba cierta fotografía ilustrada que señalé, y mi madre me explicó: Ah... un Dragón... animal de la mitología antigüa muy emblemático y poderoso... SU FURIA NO TIENE FIN.
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