Vicenta Gallego
En el año 1976 mi amor volvió de la India con una dragona (también existen las dragonas) tatuada en la pierna izquierda, cerca del tobillo. Era el año de la dragona de fuego. Yo volví con una lámina de papel de arroz en la que hay dibujada en trazos negros, una dragona de fuego; esbelta, transparente y de sus fosas nasales sale un fuego ondulado que se dirige hacía el cielo.
En el año 1986 la doctora le dijo a mi amor que la dragona había quedado un poco maltrecha, pues uno de los hierros que sujetaban la tibía al peroné tenia que transpasarla. El impacto del camión le dio de lleno.
Con el paso del tiempo la dragona sigue en su sitio. Tiene las marcas de lo que ha vivido; mantiene sus colores, aunque un poco difuminados y se le ven sus pequeños cuernecitos y su pequeña cola, pues sólo mide unos diez centímetros, con todo no ha perdido nada de su fuerza.
Mi lámina nos ha acompañado desde entonces y vela cerca de nuestra cama para que nos sigamos amando...... su fuego no se apaga, el nuestro tampoco.
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