ENRIC SERRA PRADES
"Estas son las investigaciones de Herodoto de Halicarnaso, que publica con la esperanza de evitar que se desvanezca el recuerdo de lo que han hecho los hombres y de que pierdan la debida gloria las grandes y prodigiosas acciones de los griegos y los bárbaros, además de dejar constancia de los motivos que motivaron sus disensiones".
Aconteció una mañana de cuya fecha no quiero acordarme, cuando Jerjes y sus compañeros de borrachera parten de Sardes, una discoteca after-hour llamada Psicódromo, en el instante en que hace su aparición la diosa Atena acompañada por su familia olímpica, quienes van a celebrar un banquete en honor a la diosa Souvenir, a raíz de la común unión entre Atena y Esparta.
Las confusión es general. Los atenienses resbalan sobre el suelo sucio de alcohol, fruto de una fiesta dionisiaca. Tras la batalla naval, en medio de un mar de whisky y vodka, los convidados al banquete huyen en retirada, mientras Jerjes y sus calaveras ocupan el salón de la batalla, hasta que, una hora más tarde, los atenienses reaparecen escoltados por un ejército de familias encabezadas por un sacerdote.
Las sillas y las saetas vuelan por los aires, las mesas y las adargas, hacen de contrafuertes. Dada la superioridad numérica, en el día de hoy ( me reservo la fecha), cautivo y desarmado por los familiares de los niños, se bate en retirada el ejército persa, después de que los griegos les hayan hecho frente en la bahía de Salamina, dando por casi finalizada la Segunda Guerra Délica, que tendrá como consecuencia la unión fraternal de Atena y los demás niños y familiares, quienes han salvado la Civilización de la amenaza de unos jóvenes que disfrutaban de unas copas rayando la mañana, en el mismo lugar y a la misma hora en que una niña tenía que celebrar su banquete de Comunión. Todos llegaron a un acuerdo, y ambas fiestas se unieron para conmemorar una batalla de la que Herodoto nos da buena cuenta.
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