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Curso 2016/17

jueves, 12 de noviembre de 2009

EJERCICIO 6C



EL DISEÑADOR DEL KALASHNIKOV CUMPLE NOVENTA AÑOS Y DICE SENTIRSE MUY SATISFECHO DE SU VIDA Y DE SU INVENTO.

Condecorado por el presidente ruso.
¿A cuántos otros el Kalashnikov les impidió alcanzar tan provecta edad?
¿Qué es un oxímoron?

(Del gr. ὀξύμωρον).

1. m. Ret. Combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; p. ej., un silencio atronador.


Real Academia Española © Todos los derechos reservados

Imagen del "diseñador" y más datos en:
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/11/10/internacional/1257849466.html
Innecesario cualquier añadido.

Le llamaban Lucifer, pero se equivocaban.

Marta Aparicio.

Hay dos formas de contar esta historia: mintiendo o traicionando a la verdad. Una parte del mundo nunca la habrá oído. Y otra estará harta de escuchar continuamente su murmullo.

Esta historia de silencio comenzó en 1942, cuando el primer prototipo de rifle Kalashnikov fue presentado al ejército ruso. Desde aquel momento, miles de cuerdas vocales estaban predestinadas a vibrar por última vez frente a uno de estos aparatos. Y aunque parezca que el creador de este armamento sea el mismísimo demonio, lo cierto es que existió. Existió y vivió. Vivió muchos años, pero sus últimas declaraciones, en las que no asume culpa alguna, hacen pensar que estuvo muerto la mayor parte del tiempo.

Mentiría si dijera que las muertes provocadas por su creación atormentaron enormemente su conciencia. Y traicionaría a la verdad si insinuara que en su rostro asomaron continuamente muestras de arrepentimiento. Pero como he dicho, esta historia sólo se puede contar mintiendo, diciendo que el demonio existe, que él creó el rifle Kalashnikov y que no se arrepiente de nada de lo que ha causado.

Pero esa parte del mundo que conoce bien la historia, esa parte del mundo que la ha sufrido tanto, no me lo perdonaría. Así que no puedo mentir y decir que el demonio existe, porque eso no lo sé. Pero lo que sí puedo decir y escribir es un nombre propio: Mijail Kalashnikov. Y, lamentablemente, creo que el parecido es razonable.

OXÍMORON EN ACCIÓN

Verónica Segoviano
Llegué a Izhevsk al amanecer. Hacía un frío infernal. Un tenue resplandor tamizaba la nieve ardiente. Atravesé el estrecho camino excavado desde la acera hasta el hotel con mi natural torpeza no exenta de gracia. Cuando entré en la recepción, estaba cubierta de sudor frío. No era fácil entenderse con los camaradas rusos. No está en sus genes aceptar a los extranjeros. El recepcionista me indicó que no había reserva a mi nombre. Con estudiada indiferencia, tuvo la gentil descortesía de ignorarme. No lo sentí, pero la herida dolió. No podía dar un paso atrás por una simple complicación. Sin saber si serviría, escribí mi nombre en caracteres cirílicos y mencioné la palabra mágica: “Kalashnikov”.

La habitación era de un lujo espartano, si se me permite una ligera exageración. No me importó. El viaje había sido duro. Había pasado seis horas retenida en la frontera y sólo pude traspasarla gracias a una llamada a los compañeros de Aduanas Sin Fronteras. Pensé en mi humilde objetivo y me sentí orgullosa. Presa de un optimismo moderado, me acosté. Mientras hojeaba un ejemplar de Pravda repleto de viejas noticias, caí rendida en un agitado descanso.

Izhevst estaba situada en la región económica de los Urales, en la República de Udmurtia, un territorio rico en materias primas: oro negro, metales ligeros y gas pesado; contaba también con un potente sector industrial y científico. Izhevst era su capital, el arsenal de armas de Rusia y la sede de la 10ª Feria Armamentística en la que me había inscrito. En esta ocasión se conmemoraba el noventa aniversario de Mikhail Timofeyevich Kalashnikov, el inventor en 1947 del rifle de asalto AK-47.

Había hecho una estimación precisa del tiempo que tendría que guardar cola, pero para mí sorpresa era la única persona ante el mostrador. El funcionario me comunicó que no estaba acreditada. Maldije mi mala suerte. En la pantalla del ordenador saltó un mensaje: "Keyboard not found, press any key". Muy aplicado, el hombre presionó una tecla. Me requisó el pasaporte y me pidió que le repitiese el nombre. Me dije, cállate y responde. Era importante pensar rápido y actuar, a pesar de que estaba casi segura de que se trataba de un error calculado. La única opción que encontré a mano era convencerle de que España estaba entre los diez primeros países exportadores de armas. Nadie me preguntó si esas ventas se producían cumpliendo con el Código de Conducta de la UE. Era un riesgo calculado y funcionó. Mientras el administrativo cumplía con la tramitación, observé lo que ocurría fuera del recinto. Los cuerpos de seguridad, abrumadora mayoría, aquí no se andaban con chiquitas, rodeaban a un nutrido grupo de manifestantes que intentaban protestar por el evento lanzando insultos, pero con respeto. Era una confrontación pasiva, no les quedaba otro remedio. El abanico de fuerzas era amplio: el colectivo Movilización Global de los Antiglobalización, representantes de la izquierda fascista, Ateos Clericales, el Voluntariado para el Servicio Civil Obligatorio, Discriminación ±, el grupúsculo Caos Controlado… Una aldea global. Un golpecito en el hombro y recuperé la documentación y una acreditación reluciente.

Quedaba patente que no era Lara Crof, ni Xena, la princesa guerrera, mucho menos Nikita, por tanto, nadie se fijaba en mí. Me convenía y además la suerte se puso de mi lado. Sucedió así. Un hombre mayor con pinta de estar más muerto que vivo, acompañado de una mujer que, y apelo a mi opinión de todo punto objetiva, estaba endemoniadamente buena creyeron que yo era parte integrante del personal que cubría el acto y me endosaron sus abrigos. En realidad, no tuve la certeza de quién acompañaba a quién. La cara del hombre me resultaba extrañamente familiar. Mi memoria fotográfica rescató de sus estantes un rumor muy fidedigno que identificaba a la pareja como a un conocido millonario arruinado y a su concubina divorciada. En uno de los bolsillos había un pase peculiar, distinto a las acreditaciones que los asistentes lucíamos colgadas. Me dirigí al ropero, me deshice de las prendas y puse rumbo a los lavabos. Allí realicé una serie de maniobras de maquillaje al pase, que no es prudente ni profesional detallar. Había culminado con éxito la primera fase de la operación.

El evento se celebraba en la fábrica Izhmash, lugar en el que seguía trabajando el homenajeado desde hacía sesenta años. Los actos se iniciaron con unas palabras del incombustible Kalashnikov, satisfecho de su vida y de su invento, el arma más resistente y fácil de usar del mundo. Un fusil que no callaba ni debajo del agua y que, gracias a su presencia en todos los conflictos armados imaginables, se había ganado el derecho a figurar en la bandera de algunos países. Mikhail, un hombre con el pelo cubierto ya de escarcha, abogaba por inculcar el patriotismo en los jóvenes a través del servicio a la patria y al pueblo. Como tantos otros, este hombre se había puesto al servicio de los más oscuros intereses a cambio de un ascenso, una pensión y una medalla. Paradójicamente, Rusia, un país hambriento de dinero, era dueña legítima de una marca informal pero global, no se les ocurrió patentarla y sólo se registró hace unos años. El mercado estaba lleno de clones y versiones originales de las los ruskis no habían visto un miserable rublo. Sin comentarios.

Los participantes aplaudieron a rabiar y luego se dispersaron. No tenía a quién saludar, de modo que deambulé solitaria entre la gente. Concentré mi atención en la profusión de rosas amarillas y en unas señoritas medio desnudas, de una sobriedad embriagadora, muy rusas por así decir, que ofrecían vino seco y kilos de caviar. Hubiera podido sentir por ellas una sana envidia, pero no lo hice. Todo al compás de una apagada música militar. Se habían empezado a formar corrillos. Distinguí al lobby de Vietnam, otro de los veteranos de la II Guerra Mundial y a todo tipo de servicios secretos: El Mosad, la CIA, el MI5, la Stasi; decrépitos miembros de la SS, a guerrilleros yihadistas de Hezbollah, Ángeles del Infierno, paramilitares y mercenarios de todos los pelajes. Los ejemplares más solicitados eran los catalogados como POW, siglas que los acreditan como prisioneros de guerra, y, por encima de todos, los MIA, misteriosos desaparecidos en combate. Y Pepe “El Brujo”, representante patrio de las Ciencias Oscuras, un reciente fichaje del clan. Sus conversaciones me dejaron ahíta de conceptos asépticos tales como paz armada, guerra preventiva, fuerza de paz, misión humanitaria, ejército pacificador, fuego amigo, tregua permanente… La apuesta segura de ahorrar invirtiendo en armas inteligentes. Ya saben, esa forma de resolver los conflictos de intereses actuales.

En una sala contigua podía visitarse un nutrido despliegue de modelos armamentísticos y educarse con un resumen detalladísimo de las características y bondades de cada uno. Me demoré observando algunas. Desde antiguallas como un arcabuz o el famoso “Mataduque”, como se apodó a la Browning empleada para liquidar a los Duques de Austria en 1914; pasando por cascajos como el Winchester, el Colt Peacemaker, la Beretta, el Mágnum, la 9mm Parabellum, la Jericho. No faltaban las testadas en Vietnam: una ametralladora apodada “La Cerda”, la Minigun, la misma que llevaba aquel famoso avión al que los vietnamitas llamaban “Puf el Dragón”. Viejas conocidas españolas: “La Marietta”, una ametralladora que me recordaba a una prima hermana; la carabina Puma, el denostado Cetme. Variedades como las granadas multipropósito, las minas antipersona, las bombas racimo que debieran estar incluidas en la categoría de armas gramaticales, dignos ejemplos de adjetivación pospuesta, con todo su carácter objetivo y lógico de complementación de su beligerante sustantivo, incidiendo en que refleja una particularidad accidental y no esencial. Yendo un poco más lejos, podrían calificarse de epítetos, traslaciones, juegos de palabras… Pero no me extenderé en detalles estilísticos. Sin embargo, no se podía competir con el atractivo del armamento moderno. La nueva generación de armas de polímero y la gran familia de armas limpias. Los gases lacrimógenos CS y CN, hermanos gemelos; su prima DM, la adamsita o gas vomitivo; la espuma paralizante, el Ship Gun adormecedor; las armas termales o microondas, que tuestan, sea por fuera o por dentro, con un sencillo clic; el cañón sónico “Mosquito”, tan de moda con el asunto del botellón. En vitrina especial vigilada, el Táser. Todo presidido por el primer prototipo del AK-47.

Tanta evocación me condujo al pasado. Se me llenó el cerebro con el bello rostro de Bruce Lee en una preciosa exhibición de nunchaco. Después se me cruzó otra cara menos bonita que la del maestro, un chavea calorro, el Juande que, una vez por semana y en horario variable, pa pillarme bien pillá, intentaba sirlarme la bici, armado con una faca barbera roñosa y un par de mocos verdes a juego con sus temible sacáis. Entonces las armas eran más personales, cara a cara, de esas de “a que no hay güevos”. Como yo no tenía de eso, desarrollé un par de armas de defensa personal, un olfato fino, fino y un par de piernas eléctricas. Sólo me pilló una vez. Fue suficiente, nunca más tuve bicicleta.

Estaba perdiendo la concentración y no me convenía. Consulté el reloj. Detecté cierto trasiego en la parte trasera del escenario. Era el momento de poner rumbo al objetivo. Mostré mi pase. Tras una completa radiografía visual, el gorila me permitió acceder. Las armas colocadas, los blancos dispuestos, una selecta concurrencia expectante. Me había colado en la más cotizada competición de tiro del mundo. Por supuesto era clandestina. Desde luego todo el mundo lo sabía, aunque sólo unos escogidos conocían el lugar y la fecha exacta de la cita. Sin premio, sin apuestas, simplemente por prestigio. Tres oportunidades, cualquier tipo de arma permitida. Me acerqué a la mesa. Deseaba reservar mis tres turnos para el final. Consultadas las bases, aceptaron la petición. Me senté y me armé de paciencia.

Casi dos horas después, tras comprobar los resultados iniciales, los competidores con posibilidades de victoria se redujeron a unos pocos. El fantasma de Charlton Heston, cowboy urbano, perenne representante de la Asociación Nacional del Rifle. La xenófoba moderada Sarah Louise Heath Palin. George Herbert Walker Bush (padre) y George Walker Bush (hijo), representantes de la perfecta idiotez. Hugo Rafael Chávez Frías, capaz de codearse con los mejores con tal de intercambiar unos tiritos. Usāma bin Muhammad bin `Awad bin Lādin y su frondosa calva. Teodoro Obiang Nguema, ¡valiente cobarde! Y Bob Denard, reconocido mercenario pasto del alhzeimer.

Llegó el momento. No me encomendé a ningún santo. Gracias a Dios soy atea. Sin embargo, desde lo más profundo de mi corazón, envié un besito enorme a mi familia, a mis amigos y a… bueno a nadie más. La soledad era mi única compañía, pertenecía a un club de solitarios desde hacía años. Tal vez tuviera que ver con mis constantes cambios de residencia. Envuelta en un silencio atronador, me dirigí a la marca. Cerré los ojos, el tiempo se detuvo en un instante eterno. No pensé nada concreto. Apunté al infinito y más allá. Uno, dos, tres. Veloz y sin dar margen de respuesta giré mi arma. Entonces, sonreí y borré a todos los participantes en orden aleatorio. Inevitables daños colaterales Enfundé y me deslicé hacia la salida amparada por el desconcierto general. Fui vagamente consciente de que acababa de dejar una huella imborrable. Una diana con tres certeras letras en el centro, “PAZ”, cubrió mi retirada.

Mar Olmedo

TRISTE SOLDADO
Se alistó en el ejército,apenas con dieciocho años,era muy joven,pero entonces,todos lo eran,pensaba en palabras grandes,como:libertad,futuro,igualdad...La primera noche,los alinearon a todos,les dieron las pocas armas que tenían,pocas,no había para todos,iban en parejas y sólo uno llevaba un arma,el otro quedaba a la espera,por si disparaban a su compañero coger él fusil.En una semana ya estaban preparados y en un monte escarpado oían los tiros del enemigo,era de noche ,la luna iluminaba donde pisaban y los dos temblaban al notar como se iba acercando el enemigo.Había estado lloviendo todo el día y las botas se hundían cada vez más en el barro.De pronto enfrente de ellos,apuntandóles con un arma se encontraban los que más temían.El disparo sonó rotundo y su compañero cayó al suelo,él,llorando pensó que había llegado su día,cuando de repente un rayo de esperanza cruzó por su mente,al asesino le cayó el arma en un charco fangoso y pensó que se había salvado.El soldado riendo la cogió y volvió a disparar,dándole en la pierna.
Hoy estaba recordando todo esto,después de casi cincuenta años.Pues en las noticias apareció,"Medvedev",que otorgaba la estrella del héroe al diseñador del Kalashinikov y este decía frases que le ponían el vello de punta "Los jovenes deben entender que lo principal en esta vida es el servivio a la patria y al pueblo" O esta otra "He logrado diseñar un sistema capaz de perfeccionarse al compás del tiempo".
Cojeando se levantó y apago la tele,pensaba que ojalá no hubiera sido tan perfecta,que el charco la hubiera inutilizado,que su compañero estuviera vivo,que ojalá no hubiera exixtido nunca,ni esa medalla,ni esa persona que recibía el premio,ni siquiera la que lo entregaba.


1 comentario:

Mar Olmedo dijo...

-TRISTE SOLDADO-
Se alistó en el ejército,apenas con dieciocho años,era muy joven,pero entonces,todos lo eran,pensaba en palabras grandes,como:libertad,futuro,igualdad...La primera noche,los alinearon a todos,les dieron las pocas armas que tenían,pocas,no había para todos,iban en parejas y sólo uno llevaba un arma,el otro quedaba a la espera,por si disparaban a su compañero coger él fusil.En una semana ya estaban preparados y en un monte escarpado oían los tiros del enemigo,era de noche ,la luna iluminaba donde pisaban y los dos temblaban al notar como se iba acercando el enemigo.Había estado lloviendo todo el día y las botas se hundían cada vez más en el barro.De pronto enfrente de ellos,apuntandóles con un arma se encontraban los que más temían.El disparo sonó rotundo y su compañero cayó al suelo,él,llorando pensó que había llegado su día,cuando de repente un rayo de esperanza cruzó por su mente,al asesino le cayó el arma en un charco fangoso y pensó que se había salvado.El soldado riendo la cogió y volvió a disparar,dándole en la pierna.
Hoy estaba recordando todo esto,después de casi cincuenta años.Pues en las noticias apareció,"Medvedev",que otorgaba la estrella del héroe al diseñador del Kalashinikov y este decía frases que le ponían el vello de punta "Los jovenes deben entender que lo principal en esta vida es el servivio a la patria y al pueblo" O esta otra "He logrado diseñar un sistema capaz de perfeccionarse al compás del tiempo".
Cojeando se levantó y apago la tele,pensaba que ojalá no hubiera sido tan perfecta,que el charco la hubiera inutilizado,que su compañero estuviera vivo,que ojalá no hubiera exixtido nunca,ni esa medalla,ni esa persona que recibía el premio,ni siquiera la que lo entregaba.