LEOpoldo José Trillo-Figueroa Ygual
¡Buuum…!
Un estruendoso ruido despertó a Iñaki que, placenteramente, descansaba tumbado en la Vuelta del Castillo un céntrico parque de Pamplona. Aquel estampido lo había producido el primer aviso, la explosión del primer cohete que avisaba que, en apenas unos minutos, iba a comenzar el cuarto encierro de las fiestas de San Fermín.
Al abrir los ojos vio, delante de él, el rostro sembrado de pecas de Jennifer, una americana pelirroja a la que había conocido hacía apenas dos días y que estaba tan profundamente dormida que no se había enterado del estallido del cohete.
-¡Yeni, despierta…! ¡Despierta que nos perdemos el encierro! –dijo Iñaki- al tiempo que con sus manos movía con cierto brío el cuerpo de su adormecida compañera.
Iñaki no consiguió que Jennifer abriera los ojos hasta mucho después de dejar de escuchar el ensordecedor griterío que acompañó los apenas dos o tres minutos que duró aquel encierro.
Al final de los Sanfermines quedaron en volver a verse y, aunque todos sabemos que eso siempre se dice y que, en la mayoría de las ocasiones, las promesas las diluye el tiempo y al final se olvidan, en esta ocasión no fue así.
Desde aquellos días, una cortina de cabellos rojos, veló en la mente de Iñaki el rostro de las demás mujeres. No pasaba ningún día sin que invariablemente, a las diez de la noche, se sentara delante de su ordenador a chatear con ella. Sus amigos le echaban en cara que ya no saliera con ellos; pero él pasaba de sus amigos y de todo aquello que no tuviera que ver con “el amor de su vida”.
A primeros del mes de Octubre, Jennifer, empezó a hablarle del Halloween. Una de las fiestas mas arraigadas en su país, según le dijo, y él vio que esa era la oportunidad que había estado esperando como escusa para volver a verla. A finales de Octubre estaba en Los Ángeles.
A la mañana siguiente de su llegada, Iñaki salió a la terraza del apartamento de Jennifer y algo llamó su atención.
-¡Yeni.i ¡Yeni,,, mira eso!
-¿You want love?. Le contestó Jennifer desde el interior.
- No me hables en inglés por favor –le contestó Iñaki- háblame en cristiano que sabes que la lengua de Sespir, no es mi fuerte.
Jennifer, al tiempo que salía a la terraza a ver que sucedía, le contestó:
-¡Perdona cariño, perdona…! Simplemente te preguntaba qué querías.
-¿Ves lo que yo? -dijo Iñaki- al tiempo que dirigía su mirada hacia la terraza que tenía enfrente.
¿Ves esa terraza y al hombre que hay en ella? ¿No te parece que está muerto? Tiene la cabeza ensangrentada.
Jennifer, con una sonrisa entrecortada y mofándose un poco de Iñaki le contestó:
-Primera lección del Halloween. En IU…ESE… I…, USA para ti, en estos días, la gente decora sus casas con motivos un poco macabros; pero es lo normal y nos sirve como si fuera una vacuna. Conviviendo unos días con esas cosas, vemos como más natural todo lo que tiene que ver con la muerte.
-Vale, vale… perdona Yeni; pero es que parece tan real que a mi me había parecido un muerto.
-Lo entiendo –dijo Jennifer- pero ahora hacen imitaciones tan maravillosas que… ¡cualquiera llama a la policía para decir que ha visto un muerto en estos días! Por cierto… ¿recuerdas donde nos conocimos?
-Si claro –contestó Iñaki- pero… ¿Qué tienen que ver los Sanfermines con esto?
-¡Claro que tienen que ver! –le replicó Jennifer- ¿Qué me hubieras dicho tú si, al despertarnos una mañana en aquel parque, yo te hubiera dicho que llamaras a la Policía porque estábamos rodeados de muertos.
-Me hubiera reído de ti porque todo el mundo sabe que en San Fermín, el hotel mas concurrido para dormir es el “Hostal de la Luna”. Es de lo más normal dormir teniendo como techo el cielo. Algunos parques de Pamplona, durante esos días, se convierten en verdaderos dormitorios y no cabe ni un alma en ellos. Hay, dicho en tu lengua y para que lo entiendas: overbuquin, aunque eso tu ya lo sabes porque estuviste allí.
-Pues aplícate el cuento – le respondió Jennifer- Si quieres hacer el ridículo llama tú a la Policía porque cuando vengan y vean que es un muñeco se reirán de ti y yo con ellos, porque te lo he advertido.
-Vale, vale, no llamo; pero, desde luego, el que lo ha hecho es un maestro.
Pasó el tiempo y con él también pasó el amor de Iñaki por Jennifer. Iñaki conoció a más mujeres, muchas de ellas fueron “el amor de su vida”; aunque después olvidó de ellas hasta su nombre. Pero nunca olvidaría lo que le sucedió en IU ESE I, como decía Yeni, cuando estuvo con ella presenciando en directo un Jalogüin.
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