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Curso 2016/17

sábado, 17 de octubre de 2009

Reencuentro



Verónica Segoviano

Tu fotografía me ha encontrado. ¿Hace tres, cuatro años? Qué lejos estaba yo de imaginar que aquella noche de desfase en el Nou Pernil Dolç, en los recovecos del barrio de El Carmen de Valencia, escondía a la gran Olga Poliakoff, reconocida coreógrafa, bailarina y empresaria, miembro destacado de la cultura underground valenciana. Esa particular velada te caracterizabas de azafata color rojo caperucita, posabas acodada en la barra de tu inigualable y mugriento local, atendido por un brasileño travestido y afectado de unas malas pulgas muy del estilo guardaespaldas. Entonces no descifré la representación a la que nos sometiste para dejarnos entrar, obligando a numerarse, a las cuatro de la madrugada, a un grupo de aprendices de guionista y a su noctámbulo profesor. No indagué en el secreto de tu cara pintada como una puerta, en tus ojos agazapados bajo unos párpados caídos, nublados por los efluvios del alcohol, en la verborrea indescifrable de tu lengua de trapo. Como tampoco entendí el escenario, diminuto, abigarrado de paellas que hacían las veces de mesas, de sillas forradas de chapas y canicas, de fotos de tus éxitos y miserias.
Hoy, en mi vuelta a las aulas reparadoras de bloqueos narrativos a las que recurro una y otra vez, te retomo en tu esplendor que me recuerda que, aunque una parte de mí aprende y la otra ignora lo aprendido, las historias sólo suceden a quienes son capaces de contarlas; igual que las experiencias suceden a quienes se prestan a vivirlas. Has vuelto a mí quizá porque he sido capaz de esperarte, de reconocerte y de buscarte. Así he revisado tu biografía, he visto muchas fotos de tu vida, he leído los panegíricos de quienes te conocieron y te disfrutaron, ahora que has pasado, espero, a mejor vida. Tu rostro, tu pose, tus aderezos de valentía sin complejos para ser diferente y, ante todo, el certero dardo de tu mirada me ha impulsado a descubrir quién eras y qué tenías guardado para mí. Aún no sé qué será, pero siento la ilusión amparada en la esperanza de que todo llega cuando tiene que llegar para quien sabe esperar o tal vez que, de un modo y otro, siempre acabamos llegando a donde nos esperan.

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