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Curso 2016/17

martes, 27 de octubre de 2009

MI ÚLTIMA OBRA

SOSa cáustica
Frío. Mustafá con esfuerzo cierra los puños esperando aliviar esas gélidas manos con las que tanto había expresado, cuantos lienzos adquirieron vida en un pasado, cuantos sentimientos y pasiones plasmados en pocos metros cuadrados… Con sacrificio despliega las manos delante de sus ojos, las mira, las arrugas hacen mella en su piel, “un largo camino recorrido viejas amigas, pero ya no sois las mismas”, la agilidad y destreza con el paso del tiempo se transformaron en lentitud, torpeza y dolor; la artritis hace años que muestra su fuerza devastadora ante un sentimiento cada vez más grande de vulnerabilidad. Nudillos hinchados, dedos que parecen retorcerse entre ellos. Pronto acabará nuestro viaje…
Suspira y continúa la marcha hacia su casa, mientras miles de pensamientos revolotean por su cabeza, como si quisieran ser evocados antes de que sea demasiado tarde. Recuerda sus juergas de faldas y como, en la gran época de su vida, gracias a su irradiante carisma, no le faltaron mujeres, aunque ninguna le duró demasiado, nunca supo entenderlas o mejor dicho, nunca se molestó en intentarlo, su mundo interior era demasiado absorbente como para perder el tiempo con muchachas consentidas, que sin saber porqué siempre acababan con la misma canción: “arrogante, no eres más que yo”, “más allá de tu ombligo existe vida ¿sabes?”, “¿cómo puede habitar tanto cinismo en una misma persona?”… en su boca se esbozó una ligera sonrisa al recordar sus expresiones faciales de enfado, las cuales sólo le provocaban gracia, ya que jamás consiguió empatizar con ellas.
Saca las llaves para abrir la puerta de su casa, traga saliva, en ese momento todos sus pensamientos se desvanecen y vuelve la alienación, el mundo hacia tiempo que había dejado de tener sentido, así como su existencia dentro de él. La soledad era quien guiaba su timón hacia el vacío y los sentimientos nihilistas eran su compañía, en una vida insignificante desde que había dejado de expresar su creatividad.
Coge una silla del salón, en la cual había una bolsa y se dirige hacia el balcón, dispuesto a llevar a cabo su última obra de arte, la cual se exhibicionará en la mejor galería existente: la calle. Nervioso mira el reloj, ya son las diez, los fuegos artificiales no tardarán en empezar. De repente el cielo se ilumina y miles de colores se estampan en un cielo oscuro, devolviéndole un haz de luz, aunque sea de forma efímera. Contempla el firmamento durante unos instantes, consciente de que sus ojos pronto no volverán a ver más y con la mano temblorosa saca una pistola de la bolsa. Aunque siempre había sido impulsivo, esta vez había planeado muy bien lo que iba a hacer… Se oyó un estampido concordante entre tanto cohete y un corazón deja de latir.
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Rumores llegan a oídos ya sordos, hablando de un muñeco muy elaborado, en la que el autor había pensado incluso en las salpicaduras de la pared…
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Sirenas y voces desconcertadas… era un buen hombre, aunque no hablamos mucho, que lástima, ¿qué le habrá pasado?

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