Rosa Vents
Estaba totalmente desesperado en aquel momento. Ya se sabe que crear arte por dinero no siempre da buenos resultados, pero cuando el hambre aprieta, ¿qué vas a hacer?
Cuando me pidieron en la casa de Alba que hiciera un retrato de aquella niña consentida… ¡no me lo podía creer! Yo, que había expuesto mis cuadros junto a los más grandes, que había vivido en Montmartre y charlado con artistas de fama mundial, me veía ahora condenado a retratar a una niña de cuatro años por cuatro duros para poder comer.
¡Y qué difícil tarea! La inspiración en el momento de pintar se fue lejos, lejísimos y me quedé con un cuadro soso y horrendo, una niña a caballo y dos perros. Cuando vi el resultado me puse furioso, pero entonces se encendió una chispa dentro de mí, recordé mi juventud, mis años en Montmartre… y me bebí media botella de absenta, así, sin más, a ver si el hada verde podía solucionar algo. Después de eso ya no recuerdo nada, sólo sé que cuando desperté ya estaban allí los dos, bien abrazaditos y mirando al público: un ratón con guantes y un gato sin botas.
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