(IQuer)
Siempre fui un tipo serio, un poco afeminado, pero serio; hasta el día que ingresé en prisión, el mismo día que tomaron esta fotografía.
Me dieron a elegir entre abrir el maletín donde se encontraba una falda de bailarina o sentarme sobre una botella alta, estrecha y puntiaguda que colocaron al otro lado.
Así que opté por lo primero y alegremente bailé todas las canciones que me cantaron al compás de vigorosas palmadas. La verdad es que tengo mucho que agradecerles a aquellos chicos, ya que despertaron la vena artística que siempre albergué dormida.
Ahora, ya en la calle, me dedico al mundo de la farándula. Siempre me acompaño por el maletín de Lady Di y una lacerante botella de vodka; objetos que el público contempla con cierto desconcierto y simpatía, ignorando que son iconos de un pasado por siempre presente.
En el camerino, antes de cada actuación, me gusta contemplar esta foto que tan cortésmente hicieron mis descubridores. A veces me pierdo en sus matices, pues solo yo doy color a esta gris estancia…, demasiado gris...
Quizá esta historia no fue tan bonita como me empeño en recordar, quizá aquellos muchachos se comportaron más bien como animales desalmados utilizándome una y otra vez para el desahogo de sus instintos más primitivos. Quizá fuera así, pero tras diez largos años y algunos intentos de suicidio, logré entender que tenía la obligación de vivir alegremente el resto de mis días.
Ahora no dejo que los recuerdos negativos influyan en mi carrera artística. Solo recuerdo las cosas buenas, así me siento libre y con fuerzas para vivir.
Con todos ustedes... ¡Madame Touroute!... Que disfruten de la función.
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