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Curso 2016/17

lunes, 19 de octubre de 2009

LA REUNIÓN


Diego Navarro UBÉ

-Fue increíble chicos. Ahí estaba yo, con un gato naranja, dos perros y Cayetana, que montaba en poni -dijo Mickey con su voz aflautada.

-¿Un gato naranja? Que ridiculez- respondió Silvestre.

-¡Mira quién fue a hablar! –gritó Garfield, que en ese momento volvía de comprar pizzas-. Tú sí que eres ridículo, llevas toda la vida detrás de un raquítico canario cabezón…

-Me parece que el lindo gatito naranja debería mirar el tamaño de su barriga, antes de meterse con el de mi cabeza –le interrumpió Piolín con cara de pocos amigos.

-¿Qué pasa contigo pajarraco? ¡Mi colega y yo somos de constitución fuerte! –dijo Obélix mientras partía la mesa al dejar sobre ella bruscamente su jarra de leche de cabra.

-Me parece que aquí se va a liar gorda –intervino Bugs Bunny.

-¿Tú también me llamas gordo? –gritó Obélix, mientras se levantaba y tumbaba la mesa con su corpachón.

Aquella reunión de cartoons se convirtió en una batalla campal. Todo objeto que no estuviera firmemente anclado al suelo, pasó a ser susceptible de ser usado como arma contundente, como de hecho ocurrió. No había bandos definidos, contendientes que un momento antes luchaban codo con codo, al siguiente estaban enzarzados entre sí. La lucha, y por lo tanto la destrucción, llegó a cada rincón de la sala. Dumbo sobrevolaba la habitación acribillando a cacahuetes a todo el que se ponía a tiro de su trompa, el Coyote echó mano de su arsenal ACME, creando estragos entre todos (él mismo incluido), el que atacaba a Tío Gilito pronto aprendía a mantenerse a buena distancia de su bastón… Los únicos que permanecían al margen eran Garfield, que inexplicablemente había conseguido subirse a la lámpara y miraba encantado el combate, mientras se atiborraba de pizza y Mickey, que milagrosamente seguía sentado en su silla, con los codos sobre las rodillas y las manos sujetando su mentón, sin que nadie osara acercarse a él.

-¡Ya basta! –gritó de pronto Mickey, puesto en pie sobre su silla y con la cara roja de ira.- ¿Queréis comportaros como si fuerais seres civilizados?

Y aunque parezca mentira, la pelea acabó tan repentinamente como había comenzado. Hubo cabezas gachas, miradas avergonzadas y alguna que otra petición de disculpas mascullada. Y es que Mickey Mouse siempre había sido un líder natural y todos le respetaban, o al menos reconocían su sensatez. Sus detractores argumentaban que era un pedante sabelotodo y algo de razón no les faltaba, además de que alguien que siempre va con guantes posiblemente tenga algo que ocultar, pero incluso ellos reconocían que tenía estilo el muy cabroncete…

La joven Cayetana despertó de golpe con el cuerpo empapado en sudor. Todo había sido un extraño sueño. Ya hacía ocho años desde que Zuloaga le hiciera elegir qué peluche era el que más le gustaba para incluirlo en su retrato ecuestre. Miró a su derecha y allí vio a Mickey, tal y como estaba cuando se acostó.

-No debería haber comido tantas golosinas justo antes de acostarme –murmuró entre bostezos. Y se volvió a dormir.

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